Después de clases, unos tipos quisieron meterse con él, lo que retrasó su llegada a casa, ya que eran como un montón de molestias moscas que no dejaban de aparecer.
Caminó con calma, una vez que terminó de darles una lección a todos ellos, y en cuanto llegó a su casa, se encontró con una cabellera roja familiar, cuyo dueño estaba sentado en el tatami con una sonrisa cordial.
¿Qué mierda hacía Kakyoin ahí? ¿De verdad todo este tiempo estuvo tras su madre? Y pensar que pasaron tanto tiempo juntos, a solas... ¡Pensó cosas de más y ahora debía parecer un idiota!
—¡Kakyoin! —gruñó dando pasos pesados y ruidosos hasta el menor.
—¡Jojo! —respondió con una sonrisa más dulce, como las que le daba en las noches antes de dormir, prometiéndole que todo iría bien—. Al fin llegaste. Te estábamos esperando.
Jotaro no sabía de qué hablaba, cuando Joseph apareció por un lado y lo saludó con una de esas escandalosas risas.
Noriaki se puso de pie y corrió a los brazos de Jotaro, abrazándolo por el cuello. Jotaro intentó alejarlo con un poco de temor, ya que Avdol también estaba ahí.
—¡Tranquilo, tranquilo! Kakyoin ya nos contó todo, además era bastante obvio —dijo Joseph moviendo su mano de manera despreocupada y con su eterna sonrisa infantil—. Cuéntanos, ¿cómo estuvo todo?
Jotaro miró a su alrededor y luego al pelirrojo que tenía abrazado a él. Sonrió de manera sutil, pero sincera, y se acercó hasta juntar con suavidad sus labios con los del más bajo.
—Estoy en casa —susurró.
—Bienvenido —respondió, también en un susurro, Kakyoin—. Te extrañamos mucho... Nos alegra que al fin hayas llegado.
Se tomaron de la mano y caminaron hacia el tatami, sentándose frente a unas tazas de té humeantes y con la vista al precioso jardín florecido de aquella eterna primavera.
Solo en ese momento, Jotaro notó que la mano de su abuelo no era mecánica, que su rostro no poseía arrugas y su cabello era de un alborotado color marrón.
—Jojo... —dijo Kakyoin en tono de queja y haciendo un puchero—. ¿Cómo es eso de que estuviste casado? Tienes mucho que contarnos...
—Sí... Pero tenemos mucho tiempo... —respondió Jotaro.
—Le diré a Caesar que nos traiga más cojines para sentarnos —dijo Joseph corriendo a otra habitación, seguido por Avdol que le pedía no correr.
Noriaki miró a los preciosos ojos azul verdoso de Jotaro y golpeó suavemente el dorso de su mano con su dedo.
—¿Ya vas a hablarme de tu esposa?
—¿Estás celoso? Me divorcié, para tu información.
—¿Infidelidad?
—Algo así... Se enteró que "Kakyoin" y "Noriaki" no eran expresiones en japonés que se dicen durante el sexo.
El pelirrojo se largó a reír y se aventó a los brazos del mayor.
—Bueno... Ya nada nos va a separar ahora, así que nada de besar enfermeras ni casarte con mujeres.
—Por última vez, estaba salvando a esa enfermera...
—Pues... Yo también necesito ser salvado...
Jotaro negó con la cabeza con una sonrisa maliciosa y atrapó entre sus brazos a Kakyoin, empezando una serie de besos que, perfectamente, podrían durar toda esa eterna primavera...
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30 Days Jotakak
RomanceChallenge autoimpuesto y creado por mí, realizado en el mes de septiembre de 2021