11.- Reunited

807 84 9
                                    

Le había prometido a su abuelo volver a Morioh cada cierto tiempo para vigilar que Josuke estuviese bien y que no le faltara nada a él ni a su madre.

Había llegado temprano, como siempre, esperando encontrarlo en su camino a la escuela.

Lo que no esperó fue encontrar a alguien que se le hizo demasiado familiar, con un uniforme escolar que le hizo recordar la única época en que realmente se sintió vivo.

—¿Kakyoin? —llamó sin pensar.

Para su sorpresa, el joven se volteó, dándole un extraño revoltijo en la boca del estómago.

—¿Sí? —dijo aproximándose a Jotaro—. ¿Lo conozco de algún lado?

—¿Eres Kakyoin?

—Sí, señor. Kakyoin Jouta.

—Oh... —Se quedó sin saber qué pensar. ¿Sería algún familiar lejano?—. ¿Conoces a Kakyoin Noriaki?

—Sí, ¿qué asuntos tiene usted con él? —dijo con tono notoriamente más a la defensiva que las interacciones anteriores.

—Solo... Soy un viejo amigo y compañero de clases.

¿Cómo "asuntos"? Hablaba del pelirrojo como si siguiera con vida. Pero eso no podía ser verdad.

—Oh, ya veo —dijo un poco más tranquilo y buscando algo en su bolsillo—. Aquí está su tarjeta por si quiere llamarlo. Pero no contestará hasta cerca de las ocho de la noche. Aunque...

Subió un poco su manga y vio la hora en su reloj de muñeca.

—En estos momentos debe estar aún despierto. Puede llamarlo si quiere. Ahora, si me disculpa, tengo que llegar temprano a clases.

—Sí, adelante. No dejes que yo te retrase —dijo Jotaro embelesado viendo la tarjeta.

—Que tenga buen día, señor.

—Igualmente.

Jouta no tenía problemas en dar el número de su madre. Sabía que disfrutaba de putear a quienes fueron sus compañeros de clase y se burlaron de él.

Jotaro se apresuró a buscar una cabina telefónica y marcó el número que indicaba. Escuchó dos tonos y luego una voz que, a pesar de estar por teléfono, pudo reconocer como esa voz que hace más de una década no escuchaba.

—¿Kakyoin? —dijo sin poder soportar el anhelo en su voz.

—Sí, ¿quién habla? —se escuchó del otro lado de la línea.

—Jotaro... Kujo Jotaro...

Hubo un silencio unos segundos y se escuchó algo moverse.

—¿Kakyoin?

—Puedo explicarlo... Lo prometo, Jojo...

—¿Puedo visitarte?

—Uhm... Claro. O sea... Sí, ven, te daré la dirección.

Jotaro sacó su libreta y escribió la dirección indicada, no estaba muy lejos a pie y le dijo que iría de inmediato. Colgó la llamada y se encaminó a la calle indicada, donde encontró todas las cortinas cerradas, y tocó el timbre.

La puerta de la casa se abrió y se escuchó un "Pasa" desde detrás de esta. Jotaro entró y la puerta se cerró tras él.

Jotaro volteó a ver y se encontró con aquel viejo amigo, su viejo gran amor a quien jamás pudo decirle lo que realmente sentía. Jamás pudo pedirle oficializar lo que solo había quedado como encuentros a oscuras, besos furtivos y caricias a escondidas.

—Kakyoin...

—Primero que todo, no te enojes. Por favor, déjame explicarte —dijo moviendo sus manos como si quisiera calmar a Jotaro—. Sentémonos a hablar, ¿sí?

Jotaro asintió, aún embelesado por la imagen frente a él. Se dirigieron a la sala y se sentaron en los sillones frente a frente.

—Para empezar... Ya no soy humano —comenzó a explicar Kakyoin—. Luego de que revivieran a tu abuelo con sangre de Dio, intentaron revivirme a mí también, y lo lograron... Sin embargo, tu abuelo no tuvo problemas en volver a ser un humano, ya que él podía utilizar y controlar el hamon, y su hamon logró eliminar la parte vampírica de la sangre de inmediato... Yo no sé usar hamon, por lo que al ser revivido con sangre de Dio... Reviví como un vampiro. Ahora... ¿Cómo es que me encontraste? La fundación Speedwagon me prohibió hablar o decirle a cualquiera sobre estar vivo o sobre mi paradero.

Jotaro tardó un rato en procesar todo lo que el pelirrojo le decía, pero, extrañamente, tenía sentido.

—Me encontré con un tal Jouta —respondió—, él me dio tu número.

—Ay, no...

—¿Quién es él? Se parece muchísimo a ti.

—Es... M-mi hijo...

El pelinegro sintió que su corazón se destrozaba. Aunque era bastante descarado de su parte, siendo que él también se había casado y tenía una hija. No quería a su mujer, pero eso es tema aparte.

—Ya veo... ¿Eres casado?

—No... Jouta y yo somos nuestra única familia. Hemos pasado todo este tiempo solos, desde que nació.

Jotaro no entendía lo que el pelirrojo le contaba, ¿será que la madre de Jouta había muerto en el parto?

—Yo no soy el padre de Jouta —confesó Kakyoin—, soy su madre.

Jotaro sentía sonidos de interferencia en su cabeza. Definitivamente no entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando.

—¿Recuerdas que, antes de que fuéramos por Dios, nosotros...?

—Sí... —dijo recordando la pérdida de virginidad de ambos.

—Bueno... Resulta que, cuando me revivieron, la sangre de vampiro le dio vida a todo lo que había dentro de mí... TODO. Y pues... Resulté embarazado... De ti.

—Espera... ¿Soy el padre de Jouta?

—Sí... Lo siento. Quise desobedecer las órdenes de la fundación e ir a buscarte, pero... Cuando logré localizarte me enteré que ya estabas casado y... Bueno, no quise darte problemas. Ya habías encontrado tu felicidad y no iba a ser tan cruel como para quitártela.

Jotaro sintió que la culpa lo invadía y agachó su cabeza. Ni siquiera amaba a esa mujer. Nunca estuvo al nivel, ni de los talones de Kakyoin.

Cuando pensaba en sus viajes y su carrera, siempre imaginaba a Kakyoin viajando con él. Ahora pensaba en esos viajes incluyendo también a Jouta, cosa que jamás pudo hacer con su esposa y su hija Jolyne.

—Debió... Ser difícil —dijo finalmente—, ya sabes, criar a Jouta solo y todo eso...

—Lo fue... Sobre todo porque no podía salir de día y eso me significaba que no podía ir a comprar pañales cuando quisiera ni ir de compras con él al centro comercial. Solo debía esperar a que la fundación llegara a darme cosas.

—Debiste decirme de todas formas. Habría dejado todo por venir contigo y Jouta. Me casé porque pensé que podría superarte, pero no fue así. No quiero a mi esposa, a mi hija sí, pero no a mi mujer... Nunca dejé de amarte y lo peor es que nunca pude decirte que te amaba siquiera.

—No podía. De verdad no podía. Lo siento mucho, Jojo.

—Déjame compensártelo, por favor... Déjame compensarle a Jouta el tiempo perdido.

—Pero tu familia...

—Jolyne es mi familia, su madre no. No la quiero y no me interesa.

—Jojo, eso es...

—Es la verdad. Aunque no quieras volver a intentarlo conmigo, ya sé que estás vivo y me divorciaré de todas formas. No voy a estar con alguien que no amo, ella merece alguien que la quiera de verdad.

Kakyoin no podía evitar sentirse bien al respecto, aunque con muchísima culpa. Él también había anhelado años volver a ver a Jotaro y, ahora que lo tenía al frente, no quería dejarlo ir.

—De acuerdo... Ven a cenar hoy, le contaremos todo a Jouta.

30 Days JotakakDonde viven las historias. Descúbrelo ahora