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Sikio:

Padre no estaba nada contento cuando llegamos a la fortaleza. No solo por haber perdido a Skorro. Estaba furioso conmigo.

     Gideon, como de costumbre, guardaba sus espaldas. Mis hermanos estaban detrás de mí. Los chicos lo observaban todo desde uno de nuestros flancos.

     Mi padre, el rey de Timbavati, se acercó a mí y me pegó una fuerte bofetada. A pesar de sentir cómo me temblaban las rodillas ni siquiera me moví lo más mínimo.

—Explicadme en qué momento habéis olvidado todo cuanto os hemos enseñado para sobrevivir ahí afuera. Explícame de dónde viene esa maldita arrogancia suicida, Sikio. Puedo comprender que se deba a la juventud y a la falta de responsabilidades reales. Pero, que me cuelguen por las pelotas si lo que yo he visto hoy ahí fuera no ha sido otra cosa que tus propia ganas de morirte, muchacho. Comprende de una maldita vez que formas parte de una coalición, la mejor que he visto en mucho tiempo, cuando los Spartan dominaban todo el continente. Vosotros, los Mosqueteros me recordáis, para bien, a todos esos grandes líderes. En cambio tú, hijo...

—Te recuerdo al hermano que siempre ponía a prueba tu reinado.

     Padre sonrió, bajó la cara y se acercó a mí sin perder la sonrisa.

—No, hijo. Me recuerdas demasiado a mí. Sobreprotector.

—Eres el más Mapogo de todos los Mosqueteros— terció Gideon.

—Eso no tiene por qué ser malo.

—No he dicho nada de eso, hijo. El miedo, la rabia y el valor en las dosis correctas hacen a un gran guerrero. Pero han de estar muy equilibradas. Reconozco todas esas cualidades en ti cada vez que te veo defender a tus hermanos o luchar por tu pride, Sikio. Tienes miedo porque eres consciente de todo cuanto te juegas. Estás rabioso porque no concibes que a alguien se le ocurra lastimar a los tuyos, y tienes mucho valor. El problema es que hace mucho que perdiste la cautela que aún mantiene Hunter.

—Él es padre, como tú.

—Terence también lo era. Tanto él como yo chocábamos mucho no porque envidiáramos lo que tuviera el otro, sino porque nos comportábamos más como leones que como hombres. Luchábamos por ver quién comía primero, quién follaba primero y sobre todo, para medir nuestras fuerzas y comprobar que estuviéramos en plena forma. El problema de Terence es que no era capaz de controlar el maldito genio tan volátil que tenía. Cuando sacaba al Spartan que llevaba dentro era mejor luchar a su lado o quitarse del medio. Y llegó un momento en que ningún combate le satisfizo y se volvió más cruel. No tenía a nadie que realmente le pudiera plantar cara.

—Salvo Shaka... Le diste el último combate a muerte a cambio de evitarle a su hermano más amado el suplicio de una larga y lenta agonía.

—Miradnos, Mosqueteros. Miradnos, Notches. Nosotros somos vuestro ejemplo, para lo bueno y lo malo. No cometáis nuestros errores y nutriros con nuestra experiencia. Preparaos para despedir a Skorro. Luego trazaremos un plan y...

—Hay que esperar un par de semanas— dije para sorpresa de todos—. Son cambiaformas recientes. Aún no han pasado por el período de máxima actividad.

—¿Eso que tiene que ver, Sik? —Hunter me miraba como si me hubiera vuelto loco—. Si el cabrón ahora es fuerte...

—Cuando sea cien por cien felino no podrá con todos nosotros. En cuanto sienta por primera vez el dolor evitará la confrontación y buscará escapar.

—¿Estás seguro, chico? —Gideon me miró con suspicacia.

—Mirad vídeos. Los tigres, a diferencia nuestra, no suelen enfrentarse cara a cara a sus presas. Les tienden emboscadas.

—De acuerdo— concedió padre impresionado—. Vamos con Skorro.



Kali:

     La ceremonia de Skorro fue breve. En palabras de su hermano mayor, el "Tanque" Mapogo era un guerrero. Un cambiaformas de acción, no de palabras vacuas. Murió como había muerto su padre, sus tíos, madre, tías y amados hermanos. En combate. Peleando protegiendo a los suyos.

     Gideon, a pesar de sus numerosas heridas, se mantuvo firme junto al cuerpo de su hermano caído escoltando a su rey. La reina Kiara estaba afectada. Mucho. Sin embargo, no dejó que nadie lo viera más allá de intuirlo. La reina estaba muy unida a Skorro, casi tanto como siempre lo ha estado a Gideon. No obstante, mantuvo el elegante tipo durante toda la ceremonia. Al igual que hicieran con mi padre o con mis tíos, lo incineraron siguiendo las creencias Mapogo. Cuando yo era niña Skorro siempre decía que se iría peleando a muerte por los suyos y que reposaría, no en Londolozi, la tierra que le vio dar sus primeros pasos, sino en Sabi Sands, la tierra que ganaron con tanto sudor y sangre. Pero, yo sabía que como mi tío respetaba a rajatabla los protocolos una parte de las cenizas se esparcirían en Londolozi y el resto iría al Panteón de los Reyes de Sabi Sands.

—Hola, nena— saludé a India, sonreí al verla con el libro que tanto le leí mientras se recuperaba y el que hizo que nos enamoráramos.

—Hola, mi Diosa de la Guerra— me eché a reír. Ella se puso de puntillas y me besó en los labios.

—Creí que Sikio se había venido directo a sus aposentos tras...

—Necesitaba estar a solas para aclararse las ideas— susurró—. Se está dando una ducha. ¿Cómo fue? No sabía si era buena idea que fuera... Ya sabes...

—Sigues siendo una Mapogo— aseguré señalando con la frente hacia el gran cuarto de baño.

—Ahora soy Marsh.

—No voy a debatir sobre eso. Si me preguntas a mí personalmente, yo te eché de menos en la ceremonia. Skorro te quería bastante.

—Y yo a él. Era un gran tipo... Por cierto, he estado viendo bastante vídeos de tigres salvajes. Son unas completas bestias, sobre todo con los machos que se adentran en sus dominios.

—¿En qué estás pensando, loca? —La miré con una sonrisa.

—Mientras las coaliciones se enfrentaban a él no dejé de analizarlo. Me dio la impresión, sobre todo por su juventud, que no ha pasado todavía por la máxima actividad felina.

—Y ¿qué con eso?

—A los chicos, seguramente, les haría papilla... 

—No te sigo.

     India bufó en un gesto absolutamente irresistible para mí. Le di un ligero beso en los labios y regresé a mi posición.

—Son muy tolerantes con las hembras... Sobre todo si están en celo y, en algunas condiciones se aparean con otras especies felinas y...

—¿Estás pensando en tener un tigón? —Dije y me eché a reír a carcajadas.

—¡Claro que no, tonta! Se trataría de matarlo cuando esté con la guardia baja.

—Y, ¿eso sería mientras te mordisquea el cuellecito, nena? —Intervino Sikio al tanto de todo su plan ronroneando en su oreja poniéndome a cien a mí también.

—Claro que no, tonto— se dio la vuelta. Sikio se dejó caer sobre ella con su sonrisa macarra. La besó y me guiñó el ojo para que me uniera a ellos.

—Qué ganas tenía de estar con vosotras. Os he echado de menos, mis reinas. Ahora, en serio— dijo y se separó un poco para ver a India directamente a los ojos—. No descartemos del todo ese plan, nena. Es interesante. Eso sí, tú no serás nuestra Mata Hari. No paso por ahí.

     Tiré de los mechones de su cabello y las dos lo besamos cuando aterrizó sobre nosotras.


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