Sikio:
Un mes después:
Retrasamos la operación para que mis hermanos pasaran más tiempo con padre y nuestros tíos y Kali con sus hijos. La barbacoa fue muy bien. Aprendimos mucho los unos de los otros. Scarface se planteaba volver a abrir Sabi Sands a grupos reducidos con fines académicos. Los médicos que examinaron a mi padre aseguraban que su estado era excelente. Todo cuanto tenía era psicológico.
—¡No me puedo creer que vayamos al territorio de Makhulu! —Dijo Lullaby emocionada.
Puse los ojos en blanco. No hubo poder en esta tierra que evitara que se apuntara para estar más cerca de sus "bebés". Hunter sonrió. Aunque, ni Morani ni Scar fueron conscientes, se habían despedido de ella con una enorme sonrisa de alivio en el rostro. La amaban con toda su alma, que quede claro, pero estas semanas iban a ser para ellos como unas vacaciones.
Miré a los chicos. Como de costumbre estaban inmersos en sus dispositivos móviles. Sonreí tragándome la carcajada.
—Pensé que se iba a establecer en Tsalala— habló Kali a mi lado.
—Demasiados recuerdos dolorosos. Amaban mucho a Notch y a nuestra madre, Liuwa. Haber sido testigos de sus muertes fue muy duro para ellos. Por eso eligieron Timbavati. Es un lugar muy tranquilo donde no suele haber disputas.
—¿Te va internet? —Oí a Long preguntar a Notch.
—¡Qué va! La conexión es una mierda.
—¡No! —Gritó Grimace—. Caesar y yo estábamos subiendo un vídeo a Tik Tok.
Mis jóvenes sobrinos casi sufrieron un hashtag "traumamegafuerte" cuando les dejó de funcionar la conexión. Timbavati estaba tan aislada que creo que aún andaba por la época anterior al descubrimiento de la rueda.
—No os quejéis— dijo Hunter armándose de paciencia—. Guardad los teléfonos y las tablets. Bajad vuestras mochilas.
—¿Tenemos que hacerlo nosotros, papi? —Caesar, el más joven de todos, se enfurruñó en su asiento mientras sus hermanos se subían en los techos de los vehículos buscando cobertura.
—Durante el tiempo que estéis aquí haréis lo que se os diga— padre se puso al frente recuperando parte de su antigua energía—. Guardaréis esas mierdas sino queréis que os las destroce. Os haréis cargo de vuestras cosas, quiero vuestras habitaciones impolutas en todo momento y como escuche una puta queja os vais a cagar.
—Mami, ¿el abu va en serio? —Preguntó Grimace abrazándose a Lullaby—. ¿Sabe que eso que dice es en plan abuso?
—El rey Makhulu va totalmente en serio, cachorro— se le acercó amenazante. Hunter y yo sonreímos recordando viejos tiempos—. Lo primero que vais a aprender será a dirigiros a vuestros mayores correctamente. Y, ahora, ¡moveos de una puta vez!
Mis sobrinos corrieron con sus equipajes hacia la entrada de la fortaleza. Mi padre, con las manos a la espalda, me guiñó el ojo con una chispa de diversión.
—Creo que me lo voy a pasar muy bien con mis amados nietos.
—No quisiera poner en tela de juicio tus conocimientos sobre paternidad y crianza...— dijo Lullaby.
—Bien... No lo hagas— le cortó mi padre y siguió su camino.
Me tuve que tapar la cara con las manos para reírme.
—Esos cabrones lo tenían planeado desde el principio— habló Hunter casi gruñendo—. Por eso me ha tocado venir con Lullaby.
—No es cierto, hermano. Quieren que volváis a estrechar lazos. Discutís demasiado por los niños. Si me permites un consejo, relájate y disfruta con tu reina. Yo estaré con los chicos. Si nosotros sobrevivimos al adiestramiento con los Mapogo, ¿por qué ellos no?
—¡Son imbéciles!
—Espero que te refieras a tu padre y sus hermanos— dijo Lullaby tomándolo por sorpresa—. Mira que tratar así a mis pequeños. Los va a traumatizar.
—Claro, nena. De eso hablaba— concedió para evitar una guerra
—Me lo voy a pasar en grande— me reí.
—Ya tendrás reina, cabrón.
—Ya la tengo y está cañón.
—¿Vamos dentro, Sikio? —Dijo Kali frotándose los brazos. Tenía duros los pezones—. Hace frío.
—Claro, nena— remedé a mi gemelo a tiempo que echaba un brazo sobre los hombros de ella para calentarla—. Si quieres, podemos dormir muy juntos y desnudos para subir la temperatura— le guiñé un ojo.
—No seas malo— se rió como una colegiala y me abrazó con más fuerza.
Le lancé un beso a Hunter y nos pusimos en marcha. Todavía gruñía cuando llegamos al interior de la impresionante fortaleza.
El nuevo hogar de mi padre se encontraba al oeste de la antigua fortaleza Mlowathi. Se inspiraba en la original, la Mapogo. La estructura interna era de hierro y la piedra del Triángulo de Mara. La más fuerte de todo Sabi Sands. La estructura externa, que revestía a la primera, era la madera milenaria más dura del planeta. Las tres fortalezas fueron diseñadas para resistir, razón por la cual su blindaje equivalía a la resistencia de unos cien coches, puestos en fila, de los que usaban los mandatarios humanos para sus traslados. Se debía conocer muy bien la edificación para saber cuáles eran sus puntos débiles. Los únicos que sabíamos aquella información vital para la coalición, éramos mi tío Gideon y yo.
—¿¡Cómo que no hay sirvientes!? —Gruñó Long muy enfadado. Era la primera vez que se le erizaba el fino vello de la nuca.
Me coloqué al lado de mis tíos para disfrutar mejor del espectáculo que se avecinaba. Mi padre se había detenido en el primer escalón cortándoles el paso y dejando bien claro quién era el dominante. Desde su posición elevada les sacaba al menos dos cabezas.
—Para vosotros, no— dijo padre con calma—. Vosotros sois jóvenes y fuertes. No necesitáis de los empleados del complejo. Cambiantes a los que pago cada mes por cumplir con su trabajo. No son mis esclavos, mucho menos los vuestros. Son ayudantes, que os quede claro— les corrigió con aquella firmeza elegante característica—. No van a mover ni un solo dedo por malcriados que pueden hacer las cosas por sí mismo. Están para ayudarnos a los mayores.
—Ya habéis oído, hermanos— se burló Notch sin ser muy consciente de que acababa de cagarla—. Los criados son para los viejos que no pueden ni limpiarse el culo solos.
Miré a Hunter, quien sabía lo que iba a ocurrir. Se había puesto lívido. Me eché a reír como hacía años que no me reía.
—Sikio, por favor— me llamó mi padre y guardé de nuevo la más correcta compostura.
Me acerqué hasta mis sobrinos y deposité en sus manos un rollo de papel. Ellos miraron el suyo sin comprender, luego me observaron a mí.
—¿Qué se supone que tenemos que hacer con esto, tío Sikio? —Preguntó Notch.
—Limpiarle el culo al rey, chico— respondí y estallé en carcajadas.
—¿¡Qué crees que haces, Makhulu!? —Intervino Lullaby escandalizada mientras yo lo grababa todo en vídeo de forma discreta.
—Os voy a resumir la situación. Estáis en mis dominios y hacéis lo que digo, ¿de acuerdo? Si insultáis a mi gente, os la veis conmigo. Si os doy una orden, ésta se cumple sin discutir, ¿queda claro?
—¡No vamos a...!
Notch, Long, Caesar y Grimace retrocedieron cuando mi padre se puso serio en modo león muy dominante.
—Subid vuestras cosas a las habitaciones asignadas. Aseaos un poco. Id a saludar a las abuelas y sentaos para comer. Ya os avisaré para que me limpiéis el culo si me entran ganas de cagar. En cuanto a ti— miró fijamente a Lullaby—. Te vendrá bien desconectar un poco. Los hijos necesitan padres que les guíen hacia la madurez, no "coleguillas" que luchen sus batallas por ellos.
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Overprotected (+18)
RandomAntes de la batalla por Sabi Sands Sikio Mapogo era un cambiante alocado muy seguro de sí mismo. A pesar de su fama de rudo y mujeriego lo cierto es que le daban un poco de miedo las chicas. Pero, como a todo león le llega su reina, la suya llegó y...