Sashi:
Me senté con la espalda contra la pared y las piernas junto al pecho, aunque no tanto como para presionar la barriguita que comenzaba a dibujarse. Cerré los ojos y pensé con dolor en Ravi. En todo el periplo que nos había llevado al continente Sabi. En el celo con que cuidó nuestras vidas, la cantidad de cambiantes de tigre que liberó de aquel circo y que ahora eran nuestra familia.
Pensé en nuestros padres y la culpabilidad casi me destrozó de nuevo. Nunca supe lo que le había dicho el hombre con el que me querían casar a Ravi para que reaccionara de la forma en que lo hizo, como tampoco olvidaré aquella pelea en la que acabé matando a mi padre de manera accidental. Yo soy el motivo por el que Ravi me acompañó al destierro. Y, después de todo, le he traicionado.
Aunque sea verdad que su carácter ha cambiado mucho en el continente Sabi, no lo es menos que ha tratado siempre de mantenernos a salvo.
Con lágrimas en los ojos pensé en Sikio. Me había enamorado de él y le iba a dar un hijo. Estaba aterrorizada por no saber nada de él. ¿Le habrían herido? ¿Estaría muerto? Hacía ya demasiado tiempo desde que nos separamos. No era nada bueno que no hubiera noticias suyas. Pero, al menos, mantenía la esperanza de que se encontrara bien.
El leve sonido me hizo enjugarme las lágrimas y levantar la cara. Una gata de pelaje caramelo me miraba con atención.
—Hola, bonita. ¿Te has perdido? A ver si te van a estar buscando... ¿Eres una cambiaformas? —Pregunté con sorpresa cuando se transformó.
—Soy Lullaby, reina de Sabi Sands... Quería verte con mis propios ojos.
—La reina Lullaby— sonreí mientras ella se acercaba—. Sikio me ha hablado mucho de ti. ¿Cómo has entrado?
—Me colé cuando te trajeron. No has comido nada— dijo señalando la bandeja con la comida intacta—. Tienes que alimentar a tu cachorro. Seguro que después de comer te encuentras mejor— sonrió con dulzura.
—¿No me vas a preguntar por Sikio? —Quise saber dando un bocado al pan que me había ofrecido.
—Si supieras algo de él ya nos lo habrías dicho. El encuentro con tu hermano fue muy violento. Sin embargo, no me pareces mala.
—Él tampoco lo es... Aquella manada nos atacó sin mediar palabra. Solo nos defendimos.
—Ya veo... Tú...
La mujer se volvió a transformar y se escondió detrás de mí cuando la puerta se abrió de golpe.
Me quedé petrificada con la entrada en la amplia estancia de la reina Mlowathi.
—Sé que cuentas con la protección de mi tío Makhulu, pero, si de mí dependiera a estas alturas ya estarías muerta— me miraba con fiereza.
Yo bajé la mirada hacia su abultado vientre. Estaba muy cerca de tener a su bebé.
—Se lo he dicho a los Mosqueteros y al rey Makhulu, yo no soy una amenaza para nadie. No vengo a derrocaros.
—Cierra la maldita boca y dímelo a la cara. ¿Quién es el padre de tu bastardo?
—Sikio. Él es el padre.
Kali de Mlowathi dio un paso al frente con la clara intención de atacarme. Lullaby salió de detrás de mí y le bufó a tiempo que daba un zarpazo al aire.
—¿Qué demonios haces tú aquí? —La reina la miraba sorprendida. Fue entonces cuando rompió aguas.
—¡¡¡Ay, madre!!! ¡Que viene el bebé!
—¿No me digas? —Le espetó Kali a tiempo que se agachaba por la fuerte contracción.
Hunter:
Nos habían comenzado a llegar avisos con el posible paradero de Sikio. Al parecer estaba retenido por una tribu humana que pensaba matarlo y quitarle la piel en una ceremonia de mayoría de edad. Nos estábamos preparando para ir a buscarlo.
—¡Necesito ayuda! —Dijo Sashi tomándonos a todos por sorpresa.
—¡¿Qué coño haces tú aquí?! —Gritó Morani.
Saltó sobre ella antes de que pudiéramos reaccionar.
—¡MORANI! —Rugió padre—. ¡ESTÁ PREÑADA! ¿A QUÉ COJONES JUEGAS?
Scar y yo tuvimos que intervenir antes de que la lastimaran a ella o al bebé.
—Tranquila— dijo mi hermano menor mirándola a los ojos—. Tranquila... Lo siento, le está afectando mucho el período de mayor actividad. Mantén la calma. ¿Qué ocurre? ¿Cómo es que estás fuera de tus aposentos?
Miré por encima de mi hombro. Padre, Gideon y los chicos sujetaban a Morani.
—La reina Kali está de parto. Necesita ayuda. La reina Lullaby está con ella. En mis aposentos.
Mi hermano mayor pareció volver a sus cabales tras aquella afirmación y se puso en marcha junto con los demás. Yo la ayudé a levantarse del suelo. La miré a los ojos.
—Han dado con Sikio— el rostro de ella se iluminó por la alegría y el alivio.
—Sabía que estaba bien.
—Lo tiene retenido una tribu humana. Lo van a matar como parte de una ceremonia de mayoría de edad.
—¡Tenemos que darnos prisa!
—¿Qué demonios quieres decir?
—Hunter, si esperamos a que Kali dé a luz puede ser tarde para Sikio. Debemos encontrarlo.
—¿Qué pasa con la amenaza de tu hermano? Está movilizando a los suyos.
Cerró los ojos. Un par de gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas.
—Si alguien tiene que morir que sea yo... Vamos.
Di las pertinentes órdenes para que un grupo de guerreros viniera con nosotros y otro se quedara para poner al corriente a mi padre y hermanos. Sashi tenía razón. Los minutos corrían en contra de Sikio.
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Aquel poblado cazador se engalanaba para la ancestral ceremonia en el que un par de jóvenes darían caza al león que habían capturado muy cerca de los dominios del gran rey cambiante Makhulu Mapogo.
Era enorme. Con una poblada melena oscura. Y, aunque al principio habían creído que se trataba de uno de los hijos del rey, estaban seguro de que era un simple león de grandes proporciones. En todas las semanas en el poblado no se había transformado ni siquiera cuando dormía. No era un cambiaformas, así que no estaban contraviniendo ninguno de los acuerdos firmados con los Mapogo.
Y, aunque habían quebrantado parte de la alianza capturando a un león en tierras protegidas, siempre podrían hacerles creer a los reyes que le habían localizado en otra parte... A fin de cuentas, el bicho no iba a contradecirles.
Uno de los jóvenes se acercó al lugar donde mantenían retenido con gruesas cadenas al animal y lo miró desafiante.
—Dentro de unas pocas horas tu piel estará colgando en una de las paredes de mi casa. Disfrutaremos con tu carne y beberemos de tu sangre. Espero que les des un gran espectáculo.
El gran león lo miró con rabia y rugió con tanta fuerza que el pecho del joven se aceleró y no de alegría precisamente.
El rugido le recordó al del príncipe Sikio, pero todos sabían que el desafortunado había muerto a manos de unas hienas.
—Ve a tu sitio— le pidió el jefe tribal—. La ceremonia está a punto de empezar.
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Overprotected (+18)
RandomAntes de la batalla por Sabi Sands Sikio Mapogo era un cambiante alocado muy seguro de sí mismo. A pesar de su fama de rudo y mujeriego lo cierto es que le daban un poco de miedo las chicas. Pero, como a todo león le llega su reina, la suya llegó y...