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Años antes.

Sashi:

-¡He sacado un nueve con setenta y cinco! -Anuncié con mucho orgullo durante la cena. Mi padre, rey de Sundarbands, y mi madre sonrieron orgullosos. Ravi me miraba con petulancia-. La nota más alta. Nadie ha conseguido...

Miré el examen que Ravi había colocado sobre la mesa con el diez y sentí mucha rabia. Apenas lo había visto prepararlo y estaba segura de haberlo superado por una vez. Mi padre, que era muy magnánimo, apretó su hombro.

-Felicidades, chicos. Me siento muy orgulloso de los dos. Seguid así.

-Gracias, padre- contestó Ravi-. Fuimos los únicos con las notas más altas. El examen era muy complicado.

-Es imposible que hayas sacado mejor nota que yo- le espeté cuando nos retiramos a dormir-. No has estudiado.

-¿Quién te dice que no? Que no me hayas visto no significa que no lo haya hecho. Enhorabuena. Creí que sacarías peor nota.

-Imbécil.

Así era nuestro día a día. Yo me esforzaba por ser mejor que el príncipe heredero y él solía dejarme como una idiota.

No tenía su fuerza. No tenía su agilidad. Él era mi rival a batir. Y, por mucho que lo intentara jamás lo conseguía.

-Eres muy buena en todo cuanto te propones, Sashi- reconoció tras nuestro último entrenamiento-. Nadie me lo pone tan complicado como tú.

-Me sentiré satisfecha el día que te haga morder el polvo y te borre esa maldita sonrisa de imbécil del rostro.

-Eres una guerrera excepcional, Sashi. Somos un equipo, deberías concentrarte en eso en lugar de querer hacerme mierda. Me lo paso en grande con nuestros piques, pero para ti ya no es una competición sana.

-Olvídame.

-Buen combate- dijo y se encaminó a las duchas con todas las miradas de las demás chicas en él.

Gruñí y subí a mi cuarto.

Se acercaba el momento en que mi padre tuviera que prometerlo con cualquiera de las princesas disponibles y que se fuera a formar su propia familia. No comprendía porqué la idea de que tuviera su propio territorio me entristecía. Para mí él era como un grano en el culo. Lo quería fuera de mi vida y al mismo tiempo me daba rabia que no estuviera.

Y llegó el día que tanto temía. Aunque no se tratara de su compromiso.

-Tiene que ser una broma- miré a mi madre mientras me cepillaban la melena.

-No, cielo. Tu padre te ha prometido con uno de sus aliados. Daremos una cena de compromiso. Sé que serás una buena esposa.

-Y, ¿qué pasa si no quiero serlo?

-Ya sabes cómo funcionan estas cosas, Sashi.

-Tú elegiste a tu marido. ¿Por qué no puedo hacerlo yo?

-Porque no hay nadie que cumpla tus expectativas. El único que queda en el reino es Ravi. Y sería bueno para todos reforzar la alianza.

-No sería bueno para mí. Mamá, no podéis obligarme.

-Ya se tomó la decisión. Ahora, ponte el vestido que te hemos preparado. Los invitados esperan.

-¿Sashi? -Le profunda voz de Ravi sonó al otro lado de mi puerta-. ¿Puedo pasar?

-No me quiero casar-confesé cuando él entró. Yo seguía en el mismo lugar donde me habían dejado mi madre y las camareras de piso.

-No quiero que te cases- susurró sentándose en la amplia banqueta detrás de mí. Depositó un suave beso en mi hombro desnudo.

-Y, ¿por qué lo permites? -Lo miré por el espejo.

-No tenía ni puta idea de lo que pensaban hacer. No sabía nada.

-No me quiero casar- repetí tragándome las lágrimas.

-No pienso dejar que lo hagas.

Él se puso en pie y me levantó tirando con suavidad de mi mano. Nos abrazamos. Enterré la cara en su pecho y lloré. Poco después me hizo mirarlo a los ojos. Entonces me besó con mucha dulzura primero y con cierta territorialidad después.

-Tú vas a ser mi reina, Sashi. Solo mía.

-¿De qué hablas?

-Llevo toda mi vida enamorado de ti. Disfruto con tus ganas de superarme porque me hacen esforzarme el doble. Sacas lo mejor de mí. Te quiero. No como mi hermana. Te quiero como mi reina.

Supe que sentía lo mismo por él cuando respondí su beso sin sentir asco. Entre los nuestros daban igual los lazos de sangre a la hora de casarse siempre y cuando los dos estuvieran de acuerdo.

-Padre me ha prometido, Ra.

-Te juro que lo arreglaré. Vete a mi cuarto y espérame allí. No salgas salvo que te lo diga yo personalmente, ¿de acuerdo?

Asentí. Volvimos a besarnos. Salimos al pasillo. La música en la sala inferior sonaba con fuerza. Vi a Ravi enfilar las escaleras antes de encerrarme en su habitación.


Momento presente:

Sashi:

Seguí corriendo a pesar de tener los pies ensangrentados. Conocía lo suficiente a Ravi como para saber que si lo traicionaban él se las cobraba de la peor manera posible. La tregua estaba rota. Tenía que informar a Sikio y a los suyos.

Me metí en una guarida cuando comenzó a llover con tanta fuerza que apenas se podía ver lo que había delante. Estaba agotada. Debía alimentarme por el bebé.

Pegué la espalda contra el fondo de la guarida después de comerme la pequeña presa que había logrado cazar. No era una comida como tal, sin embargo, eran nutrientes para mi pequeño. Pegué mis rodillas contra mi pecho tratando de no dormirme a tiempo que aguardaba que amainara la terrible tormenta.

-Pero, ¿qué tenemos aquí?

La profunda voz del cambiante de león me sacó del estado de duermevelas en que me había sumido. El alivio siguió al terror al darme cuenta de las caras de pocos amigos con las que me miraban.

-No soy enemiga- dije rápidamente-. Yo ayudé al príncipe Sikio a escapar.

-Ponte en pie, tigresa. No te compliques la vida más de lo que te la has complicado.

-De acuerdo, colaboraré. Por favor, llevadme con el rey Makhulu.

-¡Silencio! -Replicó el enorme guerrero y me lanzó un fuerte puñetazo a la cara.

-No es necesario que te ensañes con ella, Morani. Si quiere ver a Makhulu, es con él con quien la llevaremos. Tal vez ésta monada de gatita sepa algo de Sikio- dijo el otro cambiaformas.

-Te pareces mucho a Sikio. ¿Eres su hermano?

-Somos sus hermanos- respondió y sentí un gran alivio-. Si quieres vivir responde solo a una pregunta, ¿dónde coño está Sikio?

-Mi hermano lo mantenía como rehén. Yo cuidaba de él. Lo liberé hace varias horas. Me explicó que se dirigía al territorio de su padre.

-No te fíes de esa tigresa, Hunter. A lo mejor es una espía.

-Os juro que no lo soy. Yo he traicionado a mi hermano para salvar al vuestro... Le voy a dar un hijo.

Los dos leones se miraron. Me ataron las manos a la espalda al darse cuenta del tenue aroma a leche materna y me hicieron caminar.

-Te llevamos en calidad de detenida- expuso el que me había golpeado-. Si Sikio aparece no te mataremos.

-De acuerdo- concedí.

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