Sikio:
—El plan es muy audaz— acordó padre con la humeante taza en la mano izquierda.
—Bastante— coincidió Gideon calculando probabilidades—. Solemos valernos de la fuerza bruta junto con la estrategia en un combate. Suelen ganar los más preparados y con mejores pulmones. Pero, el plan de India es... ¿Sabes una cosa, Sikio? —Gideon me miró con esa sonrisa socarrona y supe que metería la pata hasta el fondo—. Estoy totalmente seguro de que el plan de India funcionará mucho más que tu pollada de matar a polvos a Kali para ver si es una traidora.
Oí la bandeja caer con estrépito detrás de mí y me puse rígido. Mis tres hermanos habían perdido por completo el color del rostro. Padre se removió incómodo en su asiento y Gideon... Juro que me entraron ganas de matarle allí mismo.
—¿Qué coño quieres decir con que "soy una traidora", Sikio Mapogo? —Escuché el duro tono de reproche a mi espalda—. ¿A qué demonios has estado jugando conmigo, Mata Hari?
Me di la vuelta para al menos tener la decencia de darle la cara para que me la hiciera mierda. El profundo dolor que vi en sus ojos fue peor castigo que el maldito tigre.
—Ya sabes cómo estaban las cosas cuando nos conocimos...
—Tú no te fiabas de mí y yo esperaba a que me mataran en cualquier momento.
La temperatura de la habitación bajó tanto que por un segundo sentí que volvíamos a los días de aquella maldita celda de tortura.
—Eso...
—Sikio, eso lo comprendo. Toda la desconfianza era total... Y mutua. Yo tampoco me fiaba ni de los Mosqueteros, mucho menos de los Mapogo. Ninguno estuvo cuando os necesitamos y para cuando aparecieron, esos cabrones nos tenían como sus malditas esclavas sexuales o nos utilizaban para cosas peores— la vi estremecerse por el asco—. Para vosotros éramos las traidoras. Las que habíamos pervertido la noble sangre Mapogo para unirla con la de los Majingilanes... Como si la vida de una leona fuera así de sencilla. ¿Cuántos de vosotros ha sido testigo de cómo mataban a sus cachorros sin poder hacer nada para impedirlo? ¿A cuántos de vosotros os acompañan sus terribles gritos de dolor por una muerte tan innecesariamente lenta y dolorosa en vuestros sueños? A ellos les daba igual que los cachorros que luego fueron pariendo mis hermanas fueran suyos. Los mataban tras jugar a ser los "buenos padres" con ellos, solo por llevar sangre Mapogo.
—Hija, te juro que no nos imaginamos nada de eso— tomó la palabra mi padre mientras lágrimas de rabia y de dolor rodaban por sus mejillas—. Cuando se invade un territorio lo normal es que se extinga el linaje anterior para formar uno nuevo. Nunca había oído nada similar.
—¿Te dignaste a preguntarlo, Majestad? Más bien, no. Me mandaste a tu hijo, el que no quiso ser rey, para que me sedujera, jugara conmigo mediante la pantomima del traslado de mis bebés y que me abriera de piernas para él a ver si así confesaba... ¿Qué?
—Mírame, nena— me acerqué a ella mirándola a los ojos, parpadeando lentamente para demostrarle que no la estaba retando a nada—. Soy totalmente responsable, el único de todo. Salvo de lo de tus hijos. Ellos eran completamente inocentes y se merecían...
—¡MERECÍAN HABER CRECIDO COMO LO HICIERON VUESTROS CHICOS!
—Sí, mi amor. Lo merecían. Formar su propia coalición. Conquistar su primer territorio. Formar su propio pride. Aquel era su verdadero destino. Y, creo que me faltará vida para compensarte por ello. En cuanto a mis sospechas, no pido compasión. No nos conocíamos en absoluto. Yo seguía muerto por dentro por lo de Shangrylah, Pero... Sí que me enamoré de ti, nena. Completamente. Y me mentía a mí mismo diciéndome que eras una traidora y una espía de... ellos. No quería seguir adelante con mi vida. En aquel momento, de verdad que no podía. Y se me ocurrió aquella estupidez. Nadie más tuvo nada que ver. Los Mosqueteros no estuvieron de acuerdo con lo que pretendía hacer en absoluto. Morani, Scar y Hunter siempre opinaron que eras una víctima más y, que me aferraba a una fantasía para seguir estancado en el pasado. Tú eres Kali Mapogo. Hija de Rasta Mapogo.
—Heredera legítima de Mlowathi— dijo India—. Rasta, era con permiso del rey Makhulu, uno más en la coalición Mlowathi. Pasaba mucho tiempo con ellos repeliendo enemigos. Manteniendo a salvo a Terence y Shaka. Mi rey, Terence, nombró a su querida Kali como heredera formal de Mlowathi justo antes de que todo estallara. Ya os había presentado al príncipe Phoenix. Sin embargo, él no era heredero.
—Todo este tiempo fuiste nuestra aliada. Terence había pensado también en eso— dijo Gideon con la voz a punto de romperse.
—Mi misión es la de reconstruir Mlowathi, mi reino por derecho— expuso ella—. Pero, existe una cláusula según la cual esto solo se puede llevar a cabo con permiso de la casa reinante en Sabi Sand en ese momento, los Mosqueteros.
—Por eso te pillé en el salón donde despedíamos a los muertos y atendíamos a los heridos— recordé de repente mi reacción iracunda al levantar los ojos del cuerpo de Shangrylah y verla directamente a ella.
—Sí, príncipe Sikio. Como reina de Mlowathi debía presentar mis respetos a Sabi Sands y ponerme a vuestra entera disposición. Mi antecesor, el rey Terence, dejó muy claro que la alianza entre nuestros reinos era una de sangre. Vosotros, Majestades, sois hijos de Mapogo. Yo, soy hija de Mapogo.
—Entonces, eso quiere decir... —la miré incrédulo.
—No solo que has hecho lo indecible por romper la alianza entre Sabi Sands y Mlowathi, príncipe Sikio. Sino que además, hiciste a la reina tu propia prisionera sexual.
—¡Esperad, Majestad! —Intervino mi hermano Scar, rey principal, para evitar el castigo—. No teníamos ni idea de nada de esto. Es cierto que para nuestro padre Mlowathi era su aliado de sangre, eran sus hermanos. Cuando el rey Terence murió nadie nos hizo saber nada de esto. No de la alianza, sino de su heredera. Mi señora, os lo suplico... Os regalo mi vida por la de mi hermano.
—Es un gesto que os honra, rey Scarface. Pero, resulta que lo quiero a él— me señaló con tanta frialdad que la sangre se me heló en las venas. Estaba muerto.
Miré a mi padre, me arrodillé ante él y besé su mano. Él me puso en pie y me abrazó con fuerza.
—Mantente con vida, hijo mío. Mientras...
—No, mi señor. Me temo que ésta vez, no. Por favor, cuida bien de madre y cuídate. Todavía tienes años buenos por delante. Te quiero, papá.
—Lo siento mucho, muchacho. La he jodido y...
—No pasa nada, tío Gideon. No ha sido culpa tuya sino mía por haber ideado esa estupidez. Claro que se lo iba a contar todo, pero evidentemente, no de este modo. Cuida de madre y de padre, por favor. Cuídate tú también. Te quiero, tío Gideon. El puto Guapo, Gideon— sonreí.
Hunter se aferró a mí con tanta fuerza que apenas podía respirar.
—No pienso permitirlo, Sik. De verdad que no... Ella es Mapogo, tú eres Mapogo. Como se atreva a hacerte algo...
—Tenías razón, hermano. Fue una completa estupidez. Ojalá te hubiera escuchado. Así que ahora escúchame tú a mí. Seguimos siendo aliados, ¿de acuerdo? Yo agravié a la reina y tengo que reparar mi error. Que nadie haga nada en su contra. Acudid cuando os necesite. Júramelo, Hunter. ¡Júramelo! —Mi gemelo se estremeció ante la firmeza de mi voz y asintió. Nos abrazamos una vez más y nos despedimos frotando nuestras cabezas—. Hazle la vida interesante a tu reina por mí— sonreímos con las frentes aún pegadas.
—Por primera vez en mi vida no sé qué decirte, mi amado Sikio— susurró Morani mirándome a los ojos. Me mató ver aquella lealtad que le llevaba a querer compartir mi carga.
—Eso es porque ambos sabemos que no hay nada que decir, salvo: te quiero mucho. A ti también, chupapollas— me referí a mi gemelo—. ¿Creías que no te lo iba a decir? Te quiero, Hunt.
—Te quiero, Sik— contestó él manteniendo el tipo.
—Cuida de Scar. Ya sabes que el muy imbécil no se la encuentra sin ti —Morani sonrió con los ojos muy brillantes. Estaba al límite de romperse—. Hay que reconocerlo, la idea de Hunter de conducir transformado en león fue la mejor. Te quiero, hermano.
—Y yo a ti.
—Alexander, Scarface, nuestro valiente rey. ¿Quién me iba a decir que después de las legendarias palizas que dabas de cachorro te iba a ver llorando como uno? Tú, que ni siquiera lloraste cuando perdimos a nuestros primeros padres.
—Cuídate mucho, Sikio. Nos volveremos a ver, hermano.
—Te quiero, Alex.
—Te quiero.
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Overprotected (+18)
RandomAntes de la batalla por Sabi Sands Sikio Mapogo era un cambiante alocado muy seguro de sí mismo. A pesar de su fama de rudo y mujeriego lo cierto es que le daban un poco de miedo las chicas. Pero, como a todo león le llega su reina, la suya llegó y...