♦ XI ♦

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Ve, Koko, estaré bien.


Fueron sus últimas palabras y no saben cuánto es que se arrepiente.

Su mirada paseaba por todo el lugar evitando, claramente, el punto frente a él, sus manos jugaban debajo de la mesa con la servilleta que le entregaron unos momentos atras, su cuerpo estaba tenso, sentía nervios, sentía enojo, sentía tristeza.

Sentía miedo.

¿Que puedo hacer? Aquí no me queda nada, pensaste mirando de reojo al sujeto frente a ti, analizandolo con la mirada, debo admitir que le queda demasiado bien el cabello negro.

— Un pastel de chocolate y un café negro con crema.

Ambos miraron a aquella mesera que les sonreía tan inocentemente entregando la comida antes mencionada.

— ¿Qué es esto disculpe? — hablo por primera vez el tatuado.

— Lo siento, pero no ordenamos nada — dijo el pequeño, tratando de regresarle el postre.

— No se preocupen, sus amigos ordenaron por ustedes e incluso pagaron por adelantado — les sonrió devuelta — Disfruten la comida, si quieren algo más, solo avísenme.

La fémina se dio la vuelta para irse, sus miradas se conectaron, mirándose de reojo, el pequeño aparto rápidamente la vista.

Te mato, Koko, estás más que muerto así que mejor ni pienses en volver al departamento. Presionó sus puños tan fuerte que sus nudillos quedaron blancos por la acción.

Seishu, no sé si matarte.... O agradecerte. Maldijo en sus pensamientos el pelinegro, posó sus dedos en el puente de su nariz para apretar un poco y tratar de relajarse.

— No-... — titubeó ¿Acaso debía continuar? Suspiró sonoramente para volver a hablar — No deberíamos desperdiciar la comida — se excuso, mirando a su lindo acompañante.

Estaba tan cambiando, lo notaba, lo sentía, así que se quedó observándolo un momento al ver que este asentía y tomaba de su cuchara para probar la comida.

Ha cambiado, le miro sonriéndole de costado, parecía más calmado que en los últimos años, lo noto algo delgado, cosa que hizo que su corazón se estrujara.

¿Haz estado comiendo bien?

No sabía si preguntarle directamente o no, necesitaba respuestas, las necesitaba ahora, pero si decía algo equivocado el pequeño se pondría en guardia y una de dos:

• Escaparía.

• O crearía más barreras hasta sentirse a salvó nuevamente.

Y ninguno era el resultado que buscaba.

La rebanada de aquel pastel de chocolate era en lo único que podía distraerse, al menos, desde que su pelinegro amigo se había levantado de la mesa y los dejo, también desde que Draken le observaba fijamente, tratando de analizarlo.

Tomo la cuchara que estaba al lado de lo postre, no estaba seguro por sus movimientos, realmente parecía que iba a tener un ataque de nervios ahí mismo, pero bueno, él es un as en fingir estar bien ¿No es así? Entonces está situación no debería afectarle.

Pero joder, cómo siquiera podría actuar normal, tenía enfrente a la persona que su corazón llamaba a gritos.

Y eso lo enfurecía, por un momento creyó haber ganado un poco más de fuerza ante él, pero estaba equivocado... Igual de equivocado que cuando él aseguraba que lo amaba.

Ya no podía seguir ahí, no quería, las emociones que le invadian le estaban causando un dolor en el pecho.

Sin decir nada, el pequeño rubio se levanto, esquivando su mirada, se dirigió a la salida del restaurante.

NO SOY ELLA... |TR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora