— A todo esto, todavía no nos dijiste en dónde estuviste.— Dice Yeosang, levantando levemente su cabeza para observar al objeto de su pregunta, mientras que Seonghwa por su parte se ahoga entre los cabellos y brazos de los cuatro.
— Yo...— Seonghwa traga grueso y aprieta sus puños, él ya estaba metido en aquel lío, pero no podía hacer cargar a sus compañeros con aquella condena, así que debía mentir para salvarlos y salvarse.— Me fui de ese lugar después de buscar algo de beber a posteriori de dar el discurso.—
No sabía si había funcionado o no pero ya que, al parecer, nadie le había visto, no tendrían manera de saber la verdad.
Seonghwa se da cuenta de que “la verdad” es algo muy cambiante y se pregunta qué es realmente la verdad.
Porque una cosa era que básicamente un impulso casi animal dentro de él se había apoderado de toda su mente al encontrarse a cierto pelirrojo, y, sin embargo, no podía ser calificado como verdad ya que ni siquiera sabe explicar lo que pasó, pero para él era una realidad. Una realidad secreta entre Hongjoong y él que los unía como dos extremos del mismo lazo.
Aunque se dice a sí mismo que es por el bien común, que no debe arrastrar a sus compañeros y amigos a esto, no puede evitar sentir la culpa. Él, que siempre había tratado de ser honesto con todos.
— Bueno… Es muy tarde ya, quizás deberíais descansar.— Afirma, seguido de un silencio. Seonghwa casi se puede ver a sí mismo sudando, como si todos supieran lo que hizo de alguna manera.
— ¿Y no podemos quedarnos aquí, contigo?—
[...]
Y así es como Seonghwa terminó pasando la noche entre los pies de sus compañeros a los que tanto quería y adoraba.
Intentaron dormir los cinco en la misma cama, pero al parecer, fue demasiado.
Park se despierta en mitad de la noche, ya que alguien -Yunho- le estaba clavando el codo en las costillas. El de cabellos aparta aquel brazo de sí y decide levantarse.
Termina observando la luna por unos minutos, sus ojos conversando con ese brillo blanquecino que rodea la silueta del astro, pero Seonhwa no se está realmente fijando en este, sino, que el satélite es opacado por un recuerdo familiar que vuelve a él esporádicamente como agua a la mar.
Rebusca en la mesilla de noche a su derecha hasta encontrar lo que busca.
A pesar de que el papel prácticamente se desintegra, Seonghwa lo mantiene firmemente en sus manos; Procede a desdoblarlo y en cuanto ve la letra plasmada en este, realmente siente la esencia del otro acompañarlo y, prácticamente, es adoptada por la suya propia, dejando trazos hasta en su piel cuando toca con la punta de sus dedos sobre aquella tinta, como si tratara de memorizar aquellos trazos para no perderlos nunca más.
“Para siempre” es un concepto muy bonito, sobre todo cuando el amor con el que se escribieron esos poemas es imperecedero, eterno, inmortal.
Un amor tan sincero, que perduró en aquel fino papel durante siglos, nunca moriría.
Se sentía extraño, como si sintiera el principio y el final en sus manos, bajo su control. Como una especie de fuegos artificiales inagotables a la distancia, y él era el que los encendía y al mismo tiempo, un espectador.
¿Acaso esa era su condena?
Vuelve a releer los versos una docena de veces aquella noche, saboreando las palabras como miel en sus labios, llenándolo plenamente aunque sabía que no era correcto.
Pero consiguió llenarlo plenamente unas horas.
Entonces, oye un ruido y se acuerda de que todavía no había buscado la información de la nota que había encontrado.
A continuación, Seonghwa decide agarrar su portátil porque está alejado de esa masa de manos y pies que lo harían tropezar y probablemente caer más de una vez.
Busca primero las coordenadas en su navegador y ve alguna que otra vista desde el satélite.
¿Reikiavik?
Por las dudas, reserva un vuelo desde allí.
Luego descifra el mensaje en código morse: Sótano tercera puerta a la derecha.
Entonces mira la hora, 5:18 am y se despide de París una vez el amanecer de un nuevo día se asoma.
[...]
Seonghwa dice adiós a sus compañeros antes de embarcar, dándoles un merecido abrazo a cada uno antes de partir. Promete llevarles souvenirs y algún imán para la nevera del sitio al que va: Nada más y nada menos que a Islandia.
Nunca tuvo realmente un motivo para ir allí, y, ahora que lo tiene, le avergüenza admitir que su islandés no es tan bueno como su francés.
Es lo que tiene trabajar en distintos sitios cada semana.
Decide alojarse en un pequeño hotel muy romántico en la periferia, donde las vistas son hermosas y la calefacción más aún.
Según entra, es casi automática la forma en que se quita capas y capas de ropa que le estorban.Habla con la muchacha tras el mostrador y consigue la tarjeta de su habitación, al principio su puerta no la lee, pero Seonghwa la pasa aproximadamente diez veces más y consigue entrar.
Suelta la maleta inmediatamente y se asoma al pequeño balcón, con una sonrisa puesta en su boca.
Abre la ventana, ¡que prosperidad se ve en las calles y que puro es el aire!
Nada que ver con París, desde luego.
Sus pupilas saltan de persona en persona, viendo como algunas trabajaban, otras se desplazaban y el resto comía sentados en bancos.
Por un momento lo olvida todo y en cuanto ve el primer copo de nieve, no se puede resistir a salir.
Toca con las manos desnudas la capa de nieve que se había formado en los bordes de la calle principal y agarra un buen pedazo de ella para luego moldearla en forma de patito y dejarlo apoyado en un muro de piedra.
Su primer día allí se le pasa volando, y acaba con las mejillas coloradas y las manos entumecidas en los bolsillos.
Antes de ir a dormir, se da una ducha caliente y planea su visita al museo principal, el cual observa desde el balcón.
¿Cuál sería su destino?
[...]
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𝑆𝑢 𝑃𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎 (#2)
FanficEn otra vida... En otra vida quizá podamos encontrarnos de nuevo. En otra vida... En otro tiempo, tal vez podamos amarnos sin remordimientos.