XIII

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La vista de casas coloridas en un cielo empedrado le recuerdan a los árboles de hoja caduca en otoño, que pintaban las aceras de hormigón de un color que recordaba a todas las estaciones menos al invierno.

Esta ciudad lo saluda al despertar, como si fueran un puñado de casitas de papel que él aprecia en la víspera de Navidad.

Agradece tener puestas sus prendas más abrigadas. 

Arropado por una sensación cálida, Seonghwa se mira al espejo como si fuera un polluelo y sonríe.

Su plan para aquel día era ir al museo.

Mete sus llaves y teléfono en el bolsillo, luego cierra la puerta.

[...]

Cuando entra, se encuentra sudando: no por el esfuerzo, si no por el calor acumulado al ir caminando de una punta de la ciudad hasta la otra.

Y según pone un pie en el lugar, inmediatamente se siente observado, lo cual era bastante extraño teniendo en cuenta que aquel día no parecía estar muy concurrido.

Mira hacia ambos lados para asegurarse, pero nadie lo mira.

Unos ojos lo miran persistentemente, pero parece no poder encontrarlos.
Y cuando se da cuenta, el sitio queda en un silencio sepulcral. Seonghwa apenas puede escuchar sus propios pasos sobre el suelo industrial que parecía anular el ruido.

En seguida se acercó a una pieza importada del museo Británico, lo cual le extraña aún más. Normalmente en cuanto alguna pieza llegaba a Gran Bretaña, se quedaba allí por décadas cuanto menos.

Se trataba de un mueble en un buen estado relativo, pero parecía que el tiempo lo había tratado tan bien como a él mismo. Una nueva vida en un museo no estaba tan mal.

Seonghwa trató de distraerse entre los pasillos para tragarse esa sensación de inquietud y que está no lo molestara más, pero esto era imposible.

Entonces saca disimuladamente un papelito de su bolsillo.

Tendría que dirigirse al sótano.
Decide buscar las escaleras.

Rápidamente cruza de un lado al otro de la galería, como una sombra que es perseguida por la luz. Entonces, encuentra lo que busca y saca su llave, dispuesto a abrir la puerta.

De repente, oye pasos desde dentro y ve el pomo moverse. Por un momento se queda congelado, pero alcanza a esconderse justo a tiempo, evitando ser descubierto.

Ve pasar a un encargado que al parecer no ha notado su presencia todavía. Sólo  para asegurarse, Seonghwa lo deja inconsciente.

Rápidamente toma la llave y abre la puerta, arrastrando al otro hombre consigo para dejarlo fuera de la vista pública.

Se da cuenta de que eso no es sólo una sala cualquiera; sino, un almacén lleno de todo tipo de armas. Desde el rifle más genérico hasta gas lacrimógeno. A Seonghwa se le cae el corazón a los pies.

¿Cómo podía ser aquello posible?

Y, aún en medio de todo ese caos, hubo  algo que llamó  su atención: Un libro de encuadernación roja, un tanto desgastada.

¿Podría ser…?

Toma el libro y le da la vuelta para poder apreciar su portada, lee el título y observa los detalles en color dorado y, finalmente, se asegura de que ciertamente es su libro.

Lo primero que hace es abrirlo y descubrir las flores que tenía dentro a modo de marcapáginas. El olor a tiempos pasados se le escurre poco después.

Entonces una notificación llega a su teléfono. Parecía tratarse de un mensaje de su jefe, diciendo: 

"Sé que no debería ser yo el que te envíe esto, sobretodo en tus vacaciones, pero simplemente no podía dejarlo pasar.

[Link adjunto]"

Seonghwa entra a la página misteriosa y se percata de que es un artículo de un famoso periódico francés.

El de cabellos oscuros parece no respirar al leer el titular.

"Atraco en el Louvre

Un grupo armado llevó  a cabo un atraco en el famoso museo francés hace una semana: los sospechosos no han sido identificados todavía.

Se sospecha que la acción fue premeditada, puesto que la exposición datada de finales del siglo XVIII es la única perjudicada. La policía francesa hace lo que puede dentro de la jurisdicción del país, pero no parece tener esperanza alguna, dado que las imágenes  de las cámaras de seguridad son irrecuperables.

¿Estamos acaso frente a un caso excepcional?

El arqueólogo a cargo, Park Seonghwa…"

Se obliga a dejar de leer. No era el momento de hacerse eso a sí mismo.

Tenía  que salir de allí, ahora.

[...]

— ¿En serio?, ¿eso es todo?— Dice en cuanto sus dedos van a parar al puente de su nariz por estrés.

El de cabellos oscuros y tez clara se encuentra en la comisaría más cercana, explicando lo que había encontrado en el museo público. 

Sabía que pronto habría un evento con la temática del siglo de las luces. Eso podría  traducirse en desgracia y la cantidad de armamento lo hacía más bizarro todavía. 

— Lo siento, señor; pero si todo lo que nos trae como evidencia es su palabra, sintiéndolo mucho sólo podremos ofrecerle una  cita con un especialista en psicología.— Le contesta la agente, guardando su bolígrafo en un bolsillo de su chaqueta, para luego mirar a su compañero, quien tecleaba algo en la base de datos.— No podemos adelantarnos a los hechos y no tenemos ninguna clase de información con la que trabajar, como comprenderá, la ley no nos permite registrar  espacios privados sin motivo aparente.—

— Pero...—

— Le pido amablemente que abandone la comisaría, a no ser que requiera una evaluación psicológica.— Interviene el agente que hasta ahora había estado observando la escena en silencio, apartando brevemente su cara de la pantalla del ordenador.

¡No podía  creerlo!

Seonghwa le da una mirada de reproche, pero la contraria no tiembla. Derrotado, da media vuelta, sin poder librarse de la carga en su conciencia.

Debía hacer algo, ¡lo que fuera!

Y rápido.

Se dirigió a su casa, decidido a pensar profundamente en el tema, pero una gota de lluvia lo tomó por sorpresa. 

Caminó a paso ligero, pero para su mala suerte, sólo le dió tiempo a meterse bajo un portal de un callejón cualquiera.

Park suspira, parecía que todo estaba yendo por mal camino ese día.

Entonces, mira hacia la derecha y se encuentra de lleno con los ojos de un extraño observándolo.

El chico estaba apoyado contra la pared y vestía unos pantalones grises más una sudadera blanca. Lo primero que captó  su atención fue el lunar que adornaba la mejilla del otro.

Este abre la boca.

— Hey.— 

[...]

𝑆𝑢 𝑃𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎 (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora