Sí, hola, estabas caminando de prisa y yo también, así que no hubo tiempo de alcanzarte. Verás, estaba esperando contactarte, que bueno que has llamado, no me sentía cómoda teniendo tu celular. Salgo del trabajo a las 6, podría verte afuera de Ronalds, donde nos chocamos, si tienes tiempo hoy, claro. Es verdad, obvio te urge recuperar el teléfono, ahora vivimos a costa de estos aparatos, ¿no? Ok, entonces te veo allí. No hay de qué. Adiós.
No era propio de mí indagar en objetos de personas que no conocía, de hecho, me sentía hasta cierto punto observada. Como si de alguna manera pudieras medirme, como si fuera una prueba. Era mi hora de descanso cuando llamaste, la más larga en todo el año y mira que de 1 a 2 nunca pasaba verdaderamente una hora. Estaba mirando la foto de bloqueo de tu teléfono, del cual saltaba todo el tiempo la fallida identificación facial y la opción de dibujar el patrón me tentaba descaradamente. Era idea mía que la forma de desbloquear el aparato fuera la más fácil y descifrable del mundo, sospecho que te juzgué así porque no habías cambiado los ajustes de fábrica del teléfono, no había conocido a nadie que no tuviera algo más íntimo y personalizado en el bloqueo de su celular. No sabía ni siquiera por qué quería entrar a ese mundo que le pertenecía a tu intimidad, estas ganas me consumían como nunca. Quizás me ayude ver tu cara para reconocerte en la tarde, pensé. De todos modos hace horas cuando nos cruzamos no me dio mucho tiempo de identificarte. Una pésima excusa y una torpe estrategia, hice un espiral sobre los pequeños círculos y se desbloqueó.
Ninguna red social.
Me distraje bajo el nuevo deseo de conocerte y no tener alcance a nada, solo sabia, de tanto indagar, que el día anterior habías caminado 9,419 pasos. Miré la hora y no avanzaba, sería la 1 por siempre y nos veríamos después. Se me hizo un espacio infinito en el estómago al borde de la galería de fotos, un vértigo real. ¿Debería? Me intercepté, pero pronto salté a la piscina. 7,636 fotos, 149 videos y 3 elementos. Si era correcto o incorrecto, ya no sabía, aunque sospechaba la respuesta. Ahí, en ese momento, te vi. Un selfie bastante cotidiano, tu cara simplemente, una puerta a tu personalidad vibrante, aunque tímida. Ahora tu voz tenía sentido, y quizás lo poco ingenioso de tu creatividad con la tecnología también. No teníamos nada en común.
Volví a la cocina y lo de siempre me atrapó: ensaladas, almuerzos, jugos. Lo único que disfrutaba, tengo que admitir, eran los alfajores. Cuando bajaba la luz, era de los pedidos favoritos de las 5pm. El reloj en cuenta regresiva, quedarnos limpiando el local con las últimas mesas llenas.
SARAH: Tengo que irme, debería estar ahora mismo en otro lado.
PAULO: Descuida, corre.
Salí del local apresurada, a paso inquieto. Ya había revisado mi cartera dos veces antes de salir, pero volví a mirar, ahí estaba el celular. 6:01pm. Que vergüenza. Corre.
Esquivé a la gente, me retrasé por algunos de andanza tranquila, volví a retomar el ritmo. Ronalds no estaba tan lejos, pero se hacían las 6:05pm y temía que pensaras que te había mentido. Llegué a las 6:10pm, estabas ahí, en una de las mesas, leyendo un libro.
SARAH: Hola.
Al instante te costó empatar el sentido de mi saludo, luego me reconociste. Te reíste y golpeaste tu cabeza, te pusiste de pie y me abrazaste como si fuéramos amigas de toda la vida.
EMMA: Que suerte.
Te alcancé el celular y lo apretaste a tu pecho con notable agradecimiento, fue la primera vez que me hiciste sentir así de importante, luego de ese momento, me cambiaste la perspectiva.
EMMA: Muchas gracias, si no caía en tus manos no sé cómo hubiera empezado de nuevo.
SARAH: Me ha pasado.
EMMA: Déjame invitarte algo.
SARAH: No es necesario.
EMMA: Por favor, acá está la carta. (Te pusiste de pie) Voy a hacer una llamada y vuelvo. No te vayas, por favor.
Desde ese entonces, ahora reconozco, tenías ese no sé qué, que me privaba de contradecirte. Demasiado confiada, Thompson. Quizás es que eres muy buena persona como para negarte algo. Me quedé sentada a esperarte, leí sin mucho ánimo la lista de bebidas frías y calientes, los postres, analicé las fotografías, el tiempo ahora corría como loco. Te volviste con un mesero y solo dije "Lo mismo" después de ti.
EMMA: Tenía que ver cómo está mi hija, habrá estado feliz de no saber de mí en todo el día. Es adolescente.
SARAH: Eres madre.
EMMA: Sí, de dos.
SARAH: Vaya.
EMMA: ¿Quieres verlos?
SARAH: Bueno.
EMMA: Gaia y Tindy. (Mencionaste cuando ya me habías entregado tu teléfono con la foto familiar)
SARAH: Que lindos.
EMMA: Son lo mejor de mi vida. Él ya vive solo.
Te quedaste pegada con la foto un rato y yo disfruté solo de mirarte. Ese no sé qué, Thompson, que además me atrapaba y bastaba con percibirte.
EMMA: Me gustan tus zapatos.
SARAH: ¿Sí? Son solo zapatos.
EMMA: Me gustan.
SARAH: A mí me gustan tus lentes.
EMMA: Pruébatelos.
SARAH: ¿Qué?
EMMA: Toma. (Los pusiste en mis manos e insististe) Póntelos.
SARAH: Ok...
Felizmente que el mesero llegara nos distrajo de esa pronta suspensión incómoda. Te reíste cuando te los devolví y los guardaste en su estuche. Los uso muy poco, dijiste. La verdad no me gustan a mí, aunque ahora que por fin alguien los ha halagado podría pensármelo mejor.
El chico acomodó la mesa y bebiste tu café.
EMMA: ¿Siempre pasas por acá?
SARAH: Sí.
EMMA: ¿Siempre te chocas con la gente?
SARAH: No, ¿y tú?
EMMA: Yo tampoco.
SARAH: Entonces no ha sido casualidad.
EMMA: En absoluto.
Tu mirada me contuvo un tiempo extenso, felizmente parpadeaste.
Si nos tardábamos un segundo más, no me hubiera atrevido nunca a levantarme del asiento. Tu compañía siempre fue bien recibida por mi cuerpo. Tu energía se acomodó desde el principio a la mía. Me despedí con una avalancha de preguntas que creí nunca podría hacerte, eran las 8, tu hija te había llamado y ya no había más que hacer.
EMMA: Muchas gracias otra vez.
SARAH: A ti, por la cena. (Te miré cruzar la calle con premura y volteaste apenas llegaste al otro lado)
EMMA: ¡Mira por donde caminas!
SARAH: ¡Tú también!
ESTÁS LEYENDO
NO ES CASUALIDAD (Emma Thompson, Sarah Paulson)
FanfictionLuego de un pequeño accidente en una de las calles de ningún lado en especial, Sarah empieza a recopilar las memorias que comparte con Emma para adentrarnos en su universo, su pequeño mundo.