Espero impaciente mirando la puerta, apoyada en la espalda del sofá que mira al televisor que suena desde hace horas 10 canciones en repetición. Solo 10. Pequeño mundo Currency of Man de Melody Gardot. La botella de vino se acaba y vuelvo a mirar el celular. Nueve y doce de la noche. Aparece, manifiesto. Me hace calor y me quito los pantalones, de todas maneras estoy en mi casa. Camino a la cocina para servirme un poco de agua, pero llaman a la puerta.
EMMA: Buenas noches.
SARAH: ¿Vino?
EMMA: Parece que has bebido suficiente, cariño. Dame eso.
Bebes del último sorbo de la copa y me das un beso hambriento.
EMMA: Que linda canción.
SARAH: ¿Quieres comer?
Sonríes. Te pegas a mí y me acomodas el cabello detrás de las orejas, vuelves a besarme, ahora más suave, te tomas el tiempo en mi boca, juegas con el roce de nuestros labios.
EMMA: Preferiría acostarme, estoy muerta.
SARAH: Vamos.
Te cojo la mano y te guío a la habitación como si fuera la casa nueva para ti. Te sientas en la cama mientras yo busco ropa que prestarte para que estés cómoda.
SARAH: ¿Y Gaia?
EMMA: Stephen.
SARAH: Oh.
EMMA: Se va a quedar unos días con él.
SARAH: ¿Y tú?
EMMA: Esperaba que aquí. Contigo, si no te perturba.
SARAH: Es la mejor noticia del mundo. Mira, tengo esta camiseta grande, si no te gustan las pijamas...
EMMA: Estoy bien con una bata, si no te importa.
SARAH: Puedes usar esta.
Te alcanzo la que uso a diario, tú la reconoces.
EMMA: Gracias, cariño.
SARAH: Voy a apagar todo, puedes prender la tele si quieres, ahora vengo.
Salgo rápido, guardo la copa de vino, apago las luces y vuelvo. Te veo, al entrar al cuarto, acostada, con los ojos cerrados, que abres cuando me escuchas pasar. Me coloco la camiseta que habías dejado sobre la cama y me acuesto a tu lado, te miro todavía descansando.
EMMA: ¿Qué haces?
SARAH: ¿Yo?
EMMA: Ven más acá.
Me acerco.
SARAH: ¿Estás cómoda?
EMMA: Estoy bien.
SARAH: ¿Cómo te fue hoy con el club de escritura?
EMMA: Muy bien, gracias. ¿Mañana a que hora sales?
SARAH: No hago nada mañana. ¿Quieres que te lleve a algún lado?
Sonríes.
EMMA: A casa por mis cosas.
El Domingo se va rápido, otra vez estamos mirándonos sobre la cama, tus ojos tan soñolientos como el día anterior. Te acercas más a mí, me abrazas escondiéndote en mi cuello, lo besas con cariño.
Lunes.
Entro a casa y tú estás leyendo una revista de fotografías, con tus lentes puestos, cómoda, sin pantalones.
EMMA: Buenas tardes, cariño. He hecho la cena.
SARAH: ¿De verdad?
EMMA: No es grandioso, pero quería hacer algo para ti.
Te pones de pie en lo que me acerco, me das un beso, me agarras firme por la espalda.
EMMA: Y quiero hacerte el amor.
Cenamos, estaba buenísimo y merecías el reconocimiento. Hacías bromas para no sentirte avergonzada, pero no había de qué. Dejamos los trastes para lavar y en lo que me duchaba, te lavabas los dientes.
EMMA: Me dijiste que mañana no vas a trabajar.
SARAH: Sí.
EMMA: ¿Y cuándo tienes vacaciones?
SARAH: La primera semana de Mayo.
EMMA: ¿Y luego en verano?
SARAH: También.
EMMA: El clima ahora se presta también. Podríamos ir a mi casa de playa.
SARAH: ¿Mañana?
EMMA: Cuando vacaciones.
SARAH: Ok.
EMMA: En verano podríamos ir con Gaia.
SARAH: Bien.
EMMA: Posiblemente ella ya sepa de lo nuestro, pero me gustaría... en realidad, creo que por el respeto que te mereces y esto... esto que estamos teniendo, que tenemos. Perdón, yo lo doy por hecho, es que me siento muy bien contigo. Además, ya conoces a mis hijos, ellos a ti, pero... no como. Oh, Jesús, soy una absurda, no puedo ni hablar. Digo, me gustaría que esto fuera oficial, no sé cómo explicarlo. Quería preguntarte si estás de acuerdo.
SARAH: Me parece bien.
EMMA: ¿De verdad?
SARAH: Sí.
EMMA: Lo menciono porque tengo hijos y quizás no sea una responsabilidad que tú... me refiero a que, bueno, no es que debas relacionarte con ellos estrictamente, ellos son jóvenes adultos, tú estás conmigo, no con ellos, solo me gustaría que sepan que salgo contigo, que si estás en nuestras reuniones es porque te quiero.
SARAH: Me parece bien.
EMMA: OK.
SARAH: No ocultarlo.
EMMA: Exactamente, no más filtros.
SARAH: Probablemente mi madre lo sepa también.
EMMA: Tu madre me quiere. Mis hijos te quieren. Todo está bien.
SARAH: Sí, todo está bien.
EMMA: OK.
SARAH: Yo también te quiero.
Te me acercas, ya que estabas a la otra esquina de la habitación, tus hombros se relajan, te sientas a la orilla de la cama, frente a mí. Extiendes tus brazos al nudo de la bata que llevo puesta y en silencio preguntas si puedes seguir. Asiento. Me desnudas, dejas la toalla sobre la cama, abres las piernas y me jalas a tu alcance, descansas tu cara en la piel de mi torso, la olfateas y la besas luego. Acaricias mi espalda lentamente, de arriba abajo, mi cintura, mi abdomen, mis tetas, te metes una a la boca mientras aprietas la otra. Te quito el cabello de la frente, me miras bastante entretenida, se siente riquísimo. Tiro mi cabeza hacia atrás, acaricias mi trasero y me esfuerzo por mantenerme de pie frente a ti, que estás disfrutando la posición. No tengo de dónde sujetarme y me siento a horcajadas sobre ti, tu otra mano baja a mi trasero también y tu boca, ahora a la altura de la mía, me toma salvaje, tu lengua me empuja duramente, al principio me cuesta adecuarme, hasta que más paciente y menos demandante empiezas a moverte con la mía. Te quito la camiseta y te empujo de espaldas a la cama, me engolosino con tus senos también. Tremendos, los chupo voraz, te miro, te escucho, juegas con tu pelo, te tocas la cara, sonríes, suspiras. Voy descendiendo a tu vulva, te beso, aún sobre la ropa interior, vuelvo a detenerme solo para fotografiarte en mi mente.
SARAH: Eres maravillosa.
EMMA: Ven.
Te quito la ropa interior y nos acostamos.
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NO ES CASUALIDAD (Emma Thompson, Sarah Paulson)
FanfictionLuego de un pequeño accidente en una de las calles de ningún lado en especial, Sarah empieza a recopilar las memorias que comparte con Emma para adentrarnos en su universo, su pequeño mundo.