6. Magnolia

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El calor que desprende tu cuerpo me despertó.

Tu nariz juguetona en mis mejillas, en mi cuello, acariciando con determinación las líneas invisibles de mis trazos. Esperaste a mis ojos llegar a los tuyos para besarme. ¿Estaré soñando? Recuerdo el agotamiento previo a dormir, sin idea de qué hora era. Yo desnuda sobre ti, en tu cama blanca, con tus manos ardiendo en mi espalda en caricias de arriba a abajo y el placentero descanso en tu piel mojada bajo mi cara.

EMMA: ¡No tengo más fuerza!

Gritaste afanosa, vibrándome el oído de tenerlo contra tu pecho.

SARAH: No puedo moverme.

EMMA: Quédate, está bien.

Acariciaste mi cabello y obedecí hasta que la consciencia de nuestra respiración empezó a contradecirse. Tú dormías. Me acosté a tu lado intentando no perturbarte y en muy poco tiempo me sumergí en el mismo sueño.

EMMA: Buenos días.

Abrí los ojos en tu sonrisa. Te abracé tomándote por sorpresa, porque te caíste sobre mí, seguíamos desnudas y jamás me había sentido tan cómoda.

SARAH: ¿Tienes hambre?

EMMA: No necesariamente.

SARAH: ¿Entonces?

EMMA: Si lo preguntas... creo que solo quería ver tus ojos.

SARAH: Grandioso, aquí están mirándote.

Me hiciste un gesto agradable. Me acerqué a tus labios de manera fugaz y repentinamente tu teléfono empezó a sonar.

EMMA: Es el de la casa.

SARAH: ¿Vas a atender?

EMMA: No pasa nunca, quiero saber qué es.

SARAH: Bueno.

EMMA: Ya vuelvo.

Te sentaste, cubriendo tu cuerpo con las manos, buscando algo entre la sábana que finalmente no estaba allí.

SARAH: Llévatela si quieres.

EMMA: Que amable.

Te ayudé a quitármela de encima para darte el acceso completo a ella y mientras te la colocabas, me miraste serena.

EMMA: Te ves muy bien.

SARAH: Tú también.

El teléfono no dejaba de sonar.

EMMA: Voy a ver qué pasa.

Asentí.

Volviste luego de un rato con cara de aburrida, vistiendo la bata del día anterior y la sábana blanca la lanzaste a la cama. No era nada, dijiste, y te acercaste a tu armario.

SARAH: ¿Qué hora es?

EMMA: 8 en punto.

SARAH: ¡Tengo que ir al restaurante!

EMMA: ¿Hoy?

SARAH: Sí, claro.

EMMA: No sé en dónde tengo la cabeza. Te traigo tus cosas.

SARAH: Gracias.

Otra vez atravesaste la puerta, me metí al baño rápidamente y mientras me duchaba, te oí entrar.

EMMA: ¿Sarah? ¿Tienes toalla allí dentro?

SARAH: Sí, gracias.

EMMA: Ok, voy abajo. ¿Quieres café? Algo rápido para el camino, dime qué te gusta.

NO ES CASUALIDAD (Emma Thompson, Sarah Paulson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora