EMMA: ¡Hasta luego, chicas!GAIA: Vuelvo para la cena, ma.
EMMA: Ya, mi vida. Tengan cuidado.
GAIA: Chao, Sarah.
SARAH: Chao.
Gaia cerró la puerta detrás de ella y volvimos a la cocina.
EMMA: Voy a llamar a Linda para que me ayude con este desastre.
Silencio.
EMMA: ¿Tienes planes para hoy?
SARAH: No, en realidad.
EMMA: ¿Me llevas a tu casa?
SARAH: Claro.
Cuando llegó Linda no tardaste en ir por tus llaves y salir. Llegamos a casa en 15 minutos, subimos al ascensor, yo estaba emocionada. Te dejé pasar primero y te acomodaste como si conocieras mi espacio desde siempre.
SARAH: ¿Quieres algo para tomar?
EMMA: No, cariño, estoy bien.
SARAH: ¿Te gusta?
EMMA: Mucho.
SARAH: Ahí tengo tu escultura. (La señalé sobre uno de los estantes al lado de la puerta que daba al balcón.
EMMA: Está muy bien.
SARAH: Los atardeceres aquí son bellos, el sol alumbra cuando cae, hace unas sombras en esta pared... a veces traigo una silla y leo a este lado...
EMMA: ¿Por qué paras?
SARAH: Te estoy aburriendo. A veces hablo demasiado.
EMMA: A mí me gusta escucharte, sigue.
Me sonrojé.
SARAH: Ya no sé qué decir.
EMMA: Te gustan las plantas.
SARAH: Sí... son lo único vivo en este departamento además de mí.
EMMA: Y de mí.
SARAH: Por hoy.
EMMA: Así es.
Quité el cabello que se caía en tus ojos, estábamos acostadas en mi cama hablando de trivialidades, el amor, la música, el cine. Sonreíste tranquila e hiciste lo mismo por mí. Estábamos acariciándonos sutilmente desde hacía unos minutos, ni me acuerdo cómo llegamos hasta acá.
SARAH: Hoy voy a cocinarte.
EMMA: ¡Qué bien! Lo he extrañado mucho.
Te quedaste dormida un poco después y me quedé mirando. Que persona más bella eres, pensé. No quise despertarte, así que salí de ahí. Me tomé mi tiempo en la cocina y ya con todo en las ollas, mientras ponía la mesa, te acercaste aún adormecida.
EMMA: Qué pena, no debiste dejarme dormir.
SARAH: Está bien, no sientas pena.
EMMA: Huele riquísimo.
SARAH: Como debe ser, querida.
EMMA: ¿En qué ayudo?
SARAH: ¿Quieres abrir la botella de vino?
EMMA: Eso me va muy bien.
Sentada en tu regazo. Luego de comer, cuando regresé de poner los trastes en el lavavajillas, me indicaste sentarme en tus piernas. Tus manos calientes me acariciaban la cintura, las piernas entre los besos, que cada vez se intensificaban más. Tu boca se disparó a mi cuello sin dejarme reaccionar a tiempo, tu mano derecha subió a mis senos delineando la forma del brasier mientras la izquierda seguía sujeta a mi cintura. Me acomodé sobre ti, con las piernas a cada lado tuyo, arrodillada sobre el sofá y volví a besarte.
ESTÁS LEYENDO
NO ES CASUALIDAD (Emma Thompson, Sarah Paulson)
أدب الهواةLuego de un pequeño accidente en una de las calles de ningún lado en especial, Sarah empieza a recopilar las memorias que comparte con Emma para adentrarnos en su universo, su pequeño mundo.