Dos

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Hace como tres o cuatro minutos tan solo que me he despertado y siento todo mi cuerpo como si me hubiese atropellado un incontable número de ruedas o incluso vehículos. Moverme de mi cama no es una opción, agradecido de no tener hoy a nadie que ver, siendo por suerte sábado y un día en el que me quedaré de ser posible aquí hasta que me canse o mi estomago proteste por necesitar alimento.

Mis muñecas, observándolas en este momento, están tan enrojecidas y marcadas que me empiezo a arrepentir de haber aceptado ayer verme con ese hombre en el club. Si me deteniese a mirar mis tobillos comprendería que es así como debí actuar, negándome aunque la paga por esas tres horas fuese demasiado buena. No quiero simplemente pensar en ello y por eso no miro por más tiempo mis muñecas, disponiéndome a estirar mis cansados brazos hasta la mesita de noche donde cojo ambos móviles, el personal y el de trabajo.

El primero que me dispongo a mirar es el personal, viendo una decena de llamadas y mensajes de mi primo. No leo ninguno ni le devuelvo por ahora las llamadas puesto que no tengo ganas de escuchar como me pide explicaciones por mi ausencia de ayer desde antes de ir al club hasta que volví a casa y me dormí en esa bañera hasta que el agua fría helando mi cuerpo dolorido me despertó y obligó a salir de la misma, secarme y dejarme caer bajo las mantas de mi cama sin molestarme en vestirme siquiera una camiseta.

Dejándolo a un lado sobre la cama me dispongo a mirar el de trabajo ahora, viendo hasta tres llamadas de un número que no tengo guardado, reconociéndolo por ser el mismo que llamó ayer para solo unos segundos de llamada antes de arrepentirse.

Marcándolo lo dejo sobre mi abdomen, dejando que cada tono suene a la espera de ser aceptada esta llamada que por cada minuto que pasa me da la sensación de que será ignorada.

— No era nece.. necesario que me devolviese la llamada —responde cuando estoy por colgar —ha sido un error llamar.

— ¿Te sientes avergonzado por llamar a un chico de compañía cariño? —no puedo evitar reír —no voy a atenderte hoy puesto que es mi día libre, pero puedo hacer una excepción si así te tranquilizas y te puedo demostrar que no es algo de lo que puedas arrepentirte. Dime hora y lugar y allí estaré.

Al otro lado de la linea escucho tal silencio que me limito a mirar la pantalla, viendo que la llamada sigue en activo y este hombre o joven, lo que quiera ser, al otro lado de la misma pensando o tratando de tomar una decisión, ocupando mi valioso tiempo tan absurdamente.

— Son las diez de la mañana —indico —a las once en el centro comercial, en la cafetería que hay justo al final de toda la zona de restaurantes. No te retrases o lo pagarás caro. Mi tiempo es dinero hermoso y mi vida no es un juego para tus manos.

Finalizo la llamada sin molestarme en escuchar más de cuanto quiera decirme. Siendo las diez pasadas y habiendo quedado a las once me obligo a mover mi cuerpo agotado y aún dolorido por lo acontecido ayer, arrastrándome hasta el cuarto de baño donde tomo una ducha que apenas dura cinco minutos, yendo directo a mi vestidor donde observo con atención cada una de las prendas perfectamente colocadas en sus lugares correspondientes.

No hace especialmente calor, tampoco frio desde luego. Una camiseta rosada es con lo primero que cubro mi cuerpo, agradecido que esta sea de cuello alto para cubrir las marcas de dedos en mi cuello. Un pantalón negro es lo que me pongo ahora tras ponerme claramente un bóxer de color negro también, cubriendo mis pies por estas zapatillas cómodas y blancas, un jersey de cuello envuelto blanco también, amplio para no marcar mi cuerpo en demasía, saliendo ahora de mi vestidor para ir a la cocina donde me dispongo a ponerle comida a mi amigo felino, acariciándole, dándole tanto de mi amor que siento las ganas de cambiarme y quedarme aquí todo el día como planee hace un rato cuando me desperté, antes de devolver esa llamada.

Get my number * ShowkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora