Veintiuno

92 13 13
                                    

Las horas en casa pueden parecer eternas, interminables, más cuando el mal tiempo está más que presente. Ayer llovió tanto que no pude ir siquiera a trabajar y hoy podria haber sido igual, no siendo así de modo que aquí me encuentro, recibiendo a la pequeña que adormilada pero feliz al mismo tiempo se abraza a mi, dirigiendo mis pasos hasta la guardería directamente.

Quitándole el abrigo y los guantes a la pequeña, dejándola en la zona de juegos, miro por un momento en dirección a donde mi jefe se encuentra, siendo que toda su atención está puesta en mi al tiempo que me pongo en pie, confuso por la mirada que me dedica.

— ¿Ocurre algo?

— Solo te observaba —le miro confuso —los niños te adoran y aunque no llevas mucho tiempo aquí no necesitas que vaya a ayudarte. Tienes buena mano para los niños, te felicito.

— Gracias —agradezco aún confundido —intento hacer lo mejor posible mi trabajo y sinceramente no seria capaz de tratar mal a ningún niño. Son demasiado inocentes y no lo merecen.

— Nadie merece recibir un mal trato a menos que realmente lo busque o cause el suficiente mal para que así suceda —se detiene a mi lado —pero nunca un niño. Queda uno por llegar tan solo. Cuando llegue traelo directamente y podrás estar tranquilo hasta la hora que vengan a buscarles. ¿Cómo está el bebe de tu familiar?

— Está bien y en casa al fin —digo un poco más tranquilo —tiene que recibir ciertos cuidados especiales pero está en casa con mi primo y su prometido que es el hombre que vino a buscarme aquella vez. Con respecto a eso quisiera disculparme. No debió venir siquiera.

— Disculpate si es lo que quieres pero no es necesario —palmea con calma mi hombro —ve fuera y no te preocupes de nada Kihyun.

Asintiendo, inclinándome rápido, salgo cerrando la puerta para que ninguno de los pequeños se escape, siendo que llegando a mi lugar de trabajo, esta mesa tras la que debo esperar por el último niño, me percato de la presencia de la mujer y madre de la niña que acabo de dejar jugando en la guardería.

— ¿Qué hace aún aquí? —pregunto —su hija está ya en la guardería y no hay nada que tenga ya que hacer aquí.

— Eres arisco para tener una cara tan dulce —niego —podríamos pasar un buen rato tu y yo.

— El único buen rato que yo pasaría con respecto a usted es cuando sale por esa puerta y no tengo que verla más —miro a la mujer directamente —no me gusta, no me atrae y lo último que haría seria lo que sugiere. Ahora tengo que seguir con mi trabajo y usted solo me está molestando siendo una impertinente interrumpiendo mis tareas como empleado en este lugar.

— Deberían despedirte —me apunta con una uña demasiado tratada —y me ocuparé de que así sea cuando venga a buscar a mi hija.

— ¿Piensa decir que me echen porque no quiero acostarme con usted? Hágalo pero que sepa que así la única que quedará mal es usted y lamentablemente esa pequeña también, no teniendo culpa alguna de que su madre sea así de facilona. No me acostaría nunca con una mujer más que nada porque me gustan los hombres y aún gustándome las mujeres usted seria la última en la lista. Su único propósito es traer a su hija y caer tan bajo por un poco de sexo y eso no está bien. Debería dejar de ser así y pensar un poco en esa niña. ¿O quiere que su hija cuando sea mayor siga su ejemplo y se venda al primer hombre que le ofrezca un puñado de billetes? Piénselo y por favor váyase de aquí.

Si he hecho bien o mal es algo en lo que se que pensaré después, de momento me contengo en ello, viendo como la mujer se marcha, pudiendo respirar aunque el ruido que ha provocado con ese portazo aún resuena en el lugar, viendo a mi lado a mi jefe que me mira confundido a la par que preocupado.

Get my number * ShowkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora