Día tres: Instinto

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Pareja: ThunderShield

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—Amigo Steve, que gusto volverte a ver—el gran rubio saludo al soldado que limpiaba su escudo sentado en el sofá.—me alegro que estés bien.

—Oh Thor, regresaste—aparto la mirada del objeto circular para centrarla en el Dios. El Omega le sonrió con dulzura.—yo también estoy feliz de que hayas vuelto bien.

Y por él tuvo que irse, no es porque le cayera mal su compañero. Al contrario, siente gran aprecio por su amigo de batallas, es emocionante compartir situaciones junto al otro rubio de cabello corto. El problema aquí es su casta, no es que odie a los Omegas o algo por el estilo, no, la cosa está en el aroma. Específicamente el de Rogers. Lo atrae, le hace pensar en cosas que no debería y provoca que su lobo se descontrole. Tuvo accidentes privados por sus feromonas sutiles pero lo suficientemente presentes como para que llegara a sus fosas nasales, más por su olfato desarrollado. Almendras y... cerveza. La bebida que ama, y es particular.

Pero en fin. Decidió que debe controlarse y dejar de huir a Asgard cuando una fantasía sucia pasa por su cabeza.

—¿Y cómo a estado todo por aquí en mi ausencia, Capitán?—dijo sentándose en el otro mueble frente a ese.—¿Cosas emocionantes tal vez?

—Nada nuevo en realidad. Todo aquí en ocasiones es tan... ¿Monótono podría decirse?—soltó una risita continuando con su trabajo.—suena aburrido, pero me gusta que no nos estén invadiendo o atacando en otro caso.

—Supongo. Sé que no me a preguntado, pero allá en Asgard las cosas no están mejor—suspiro dejando a Mjölnir en el suelo.—es lo mismo de siempre.

—Que mal.

En toda la mañana no pararon de charlar, estaban entretenidos, uno junto al otro. Steve le enseñaba sus dibujos y Thor lo felicitaba por ser un grandioso artista, cosa que hacía sonrojar al Omega, haciendo que el lobo del Alfa saltara orgulloso por causar eso en su amigo. Solo se detuvieron para saludar a los demás que empezaban a llegar para unirse a ellos. En todo ese día no tuvo que pensar en Steve de otra manera que no fuera lo común, claro que no siempre puede ser perfecto ya que...

Se le olvidó por completo que hoy era su celo.

•••

En la cena el Alfa rubio se sentía incómodo. Su lobo se removía inquieto en su interior, aullaba llamando a quien sabe que. Su encía picaba, desde muy abajo en el sur ese algo comenzaba a despertar, abrió los ojos sorprendido por que de repente imágenes lascivas de Steve viajaron tan rápido por su cabeza que se alarmó. Cubrió su entrepierna y se levantó de la mesa abruptamente llamando la atención de los demás.

—¿Te pasa algo rubia?—alzó una ceja el castaño.—¿La comida te cayó mal?

—Ahm no, no amigo de hojalata. Solamente estoy cansado de mi viaje a Asgard así que... hablamos mañana buenas noches.

Y se marchó dejando preocupado al Capitán.

De camino a su habitación el olor rico y particular de Steve lo dirigió a su recámara, que quedaba unos pasos alejada de la suya. No quería, pero su Alfa le decía que entrase, y siguió su instinto. La puerta no tenía seguro, así que paso fácilmente. El aroma a cerveza y almendras lo recibió, estaba literalmente en el paraíso, sin querer marco cada esquina con su aroma territorial, sus colmillos se asomaron. Era su celo empezando.

—No puede ser...—gruñó frustrado.—lo olvide.

Haciendo uso del poco de raciocinio que le quedaba, hizo amago de retirarse, no sin antes llevarse consigo una polera del rubio que estaba tirada en el colchón. Esto al menos lo ayudaría por las veinticuatro horas que estaría en su calor, se quedará encerrado en sus aposentos disminuyendo por si solo los bajos instintos que lo afectan.

Mañana tendrá que pedirle disculpas a su compañero por haber entrado sin permiso y haber marcado esa zona como suya.

¿A Steve le molestara?

•••

Porque el ThunderShield nunca puede faltar ❤️.

Omegacember𝟸𝟶𝟸𝟸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora