Capítulo 2: La primera noche

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Kalet volvió a su habitación y se echó a dormir de nuevo hasta la hora de la cena. Aún seguía algo inquieto y desconfiado, pero pudo descansar mejor de lo que esperaba. Cory lo despertó sobre las ocho y media de la tarde, y lo acompañó al comedor. Kalet seguía observándolo todo con curiosidad, era el lugar más grande en el que había estado jamás, había vivido en mansiones inmensas, pero nunca en un castillo. Se sentía muy pequeño entre aquellas inmensas paredes.

—Cenarán en el comedor de la planta baja. La cocina se encuentra en el sótano —le informó Cory—. Ese sitio es un jaleo, uff.

Kalet supuso que, tal vez, por eso no había visto o escuchado a nadie en la casa, a lo mejor todos los empleados se encontraban en el sótano, en las cocinas. Pero le daba miedo preguntar demasiado.

El comedor era otra de las pocas salas limpias del castillo, era amplia y elegante, con una larga mesa rectangular en el centro, con sillas alrededor. En el centro de la mesa reposaba un candelabro dorado con las velas encendidas. La sala tenía dos puertas, una a cada extremo, y a un lado, dos grandes ventanales, que se encontraban tapados por unas gruesas cortinas. El lugar estaba adornado por una lámpara de araña de cristal que colgaba del techo, y varias armaduras antiguas,

—Siéntese. —Cory le apartó la silla de la mesa para que se acomodara. Kalet obedeció, bastante tenso, encogiéndose en el sitio—. El amo llegará enseguida. Voy a ver cómo va la cena.

Kalet iba a replicar para que no lo dejase allí solo, pero no fue capaz. A pesar de que no había nadie más, reinaba un incómodo silencio en la sala, que lo ponía aún más nervioso. Sus ojos daban vueltas, recorriendo toda la sala una y otra vez. El mínimo sonido lo alteraba, pero el silencio le incomodaba. Era muy desagradable. No podía estar tranquilo. En su cabeza no dejaba de rezar porque realmente nadie fuese a tocarlo ni a abusar de él. No podía simplemente confiar en la palabra de Adam. No podía confiar en nadie.

Después de dar como cuatro vueltas con la mirada por la sala, fijó su vista en un reloj que reposaba sobre un mueble, parecía el mismo que se encontraba en el escritorio del despacho de Adam. Pensó en acercarse, pero justo en ese momento, Adam entró al comedor. Kalet se levantó, exaltado.

—Disculpa la tardanza —se disculpó Adam—. Siéntate, por favor.

Adam se acercó a la silla más cercana, al otro extremo de la mesa, pero se detuvo antes de sentarse, fijando la vista en el candelabro que reposaba sobre la mesa. Rodó los ojos con algo de fastidio y se sentó. En ese momento, Cory entró con un carrito, más grande que el que había llevado a la habitación de Kalet hace unas horas. Comenzó a entregarles platos de comida, cubiertos, servilletas de tela, vasos, copas, y unas jarras con agua.

—¿No debería estar puesta la mesa ya? —resaltó Adam.

—Disculpe. Pero soy paticorto y ando escaso de recursos —replicó Cory, sin mucho decoro.

Kalet quedó bastante impactado y algo asustado, al ver como Cory contestaba a su amo, pero este no mostró reacción alguna.

Cada uno se encontraba a un extremo de la mesa, algo lejos para estar comiendo juntos. Había espacio para aproximadamente cincuenta personas, por lo que la distancia entre ellos era casi exagerada. Kalet estaba encogido en el sitio, recorriendo la mesa con la mirada, como esperando a que le diesen permiso para comer. Adam miró al frente y Kalet creyó que lo observaba, pero en realidad miraba el candelabro de nuevo.

De repente, carraspeó intentando llamar su atención.

—Come cuanto quieras, Kalet. Como si estuvieras en tu casa. Disfruta.

—Gracias... —contestó el muchacho en un susurro.

—¿Quiere vino, señor? —le preguntó Cory a Adam.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora