Capítulo 27: La maldición

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Todos pensaron que la bestia estaría más alterada que nunca, pero no fue así. Tras un rugido al transformarse y golpear algunas cosas de la habitación, todo había quedado en calma. Estaba deprimida, en un rincón del balcón, mirando a la nada. Parecía querer pasar sus últimos momentos de lucidez a solas.

Cuando el sol saliera, el último pétalo habría caído, y Adam desaparecería para siempre, dejando solo a la bestia.

Lumiere contemplaba la noche desde el alfeizar de una ventana, esperando a que Din Don apareciera.

- ¿Recuerdas el día que nos conocimos? - pregunto cuando el mayor estuvo a su lado.

- ¿Cómo olvidarlo? La primera vez que te vi estabas saliendo de un cuartito, aun subiéndote los pantalones, con una sirvienta.

- ¡No era una sirvienta! Era la secretaria del padre de Adam, y era su último día.

- ¡Claro! Te estabas despidiendo.

Lumiere se echó a reír.

- Sí, bueno... Yo era así. Pero sabes que fue la última.

El reloj bufo.

- Que trolero.

- ¡Es verdad!

- Te he visto meterle la lengua a más de una... y uno.

- ¡Pero no me acosté con ellos!

- Eso es lo que dices tú.

- ¡Oh, vamos! Sabes que no es así. Desde que llegaste al castillo me fue imposible...

- ¿Y por qué? - pregunto el mayor, despreocupado, sabiendo perfectamente la respuesta.

- ¿De verdad tengo que contestar a eso? - Din Don no respondió, sabía lo que quería decirle -. Don, yo...

- No - lo interrumpió el reloj -. No quiero escucharlo así... - dijo con la voz quebrada. Había esperado a Lumiere durante años, y se negaba a que ahora se le declarase en aquellas circunstancias, solo porque estaban a punto de morir -. Ya es tarde.

Lumiere no pudo replicar porque sabía que tenía razón. Ya lo había lastimado muchas veces. Tuvo tantas oportunidades de hacer las cosas bien, pero las desaprovecho, y todo por su miedo al compromiso. Cada vez que dieron un paso, algo los hizo retroceder, y muchas veces eso fue Lumiere. No podía venir a exigirle nada, ni siquiera que le escuchase.

Cuando Din Don ya estaba en la puerta para marcharse, el candelabro volvió a mirar por la ventana y diviso luces en el bosque.

- ¿Qué es eso? - pregunto, llamando la atención del reloj, por su tono preocupado.

- ¿Qué pasa?

- Hay luces en el bosque. Antorchas – dedujo al contemplar tantas luces juntas.

- ¿Qué?

Din Don subió de nuevo a la ventana y quedo igual de impactado al ver, lo que parecía, un grupo de personas con antorchas. Por el ángulo y la distancia no podía verse bien, pero era deducible.

Ambos se miraron alarmados y fueron de inmediato a corroborarlo.


Buscaron un catalejo y Lumiere subió a la torre más alta para mirar. Los más mayores tenían el control de los objetos encantados de la casa (control que cedían a los menores de vez en cuando) lo cual les facilitaba mucho moverse.

- ¡Ten cuidado! - le dijo el reloj, desde el tejado, mientras el otro subía a lo alto de una torre para ver mejor.

- ¡No es lo más peligroso que he hecho! - le recordó Lumiere.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora