Capítulo 15: El pueblo de Colmar

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Los meses pasaron y la primavera se aproximaba, la nieve se había derretido por completo y las flores comenzaban a brotar; la vida había vuelto al castillo. El jardín estaba cada vez más arreglado, sin zarzas enredadas en las estatuas, bancos y fuentes. Aún hacía un poco de frío, pero se notaba que eran los últimos resquicios del invierno. Durante las lunas llenas, Kalet se encargaba de cuidar de Adam; ahora la bestia parecía un cachorrito carente de afecto. En las noches se dedicaban a dar paseos por los terrenos del castillo, y a veces se acomodaban en la cama o en la sala de estar, mientras Kalet leía un libro. En una ocasión, Cory estuvo jugando a lanzarle la pelota a la bestia, como si fuese una mascota. Kalet lo regaño por esto, pero al final resultó que a la bestia sí que le gustaba, así que se volvió algo más habitual, y algo con lo que tomarle el pelo a Adam después.

Kalet y Adam estaban más unidos cada día que pasaba, prácticamente lo hacían todo juntos; se sentaban junto al otro en el comedor a la hora del almuerzo, paseaban por los alrededores, cabalgaban juntos por el bosque, cuidaban de los caballos, se encargaban de arreglar el jardín, y seguían leyendo juntos en las noches. Todo les resultaba más divertido y menos monótono si lo hacían con el otro, pero no todo era color de rosa. Kalet sabía que aún había muchas cosas sobre Adam y el castillo que desconocía, pero también era consciente de que se trataba de un tema un poco delicado como para preguntar, por eso no dijo nada cuando encontró la entrada exterior a la sala de baile. Las puertas de cristal estaban muy sucias y prácticamente tapadas por la maleza, por lo que nunca se había fijado en ellas y pasaba siempre de largo, hasta que un árbol rompió el cristal y supo de qué lugar se trataba. Ni siquiera el ala oeste parecía inquietar tanto a Adam, así que prefirió dejarlo estar, y aguardar a que quisiera hablar de ello.

Mientras tanto, con el paso del tiempo, algo nuevo comenzó a rondar por la cabeza del muchacho, un deseo, más bien, y un día, mientras comían, se atrevió a comentárselo a Adam.

—Adam, eh... Quería hablar contigo de algo.

—¿Qué pasa?

Adam preguntó sin preocupación alguna, a pesar de los nervios del otro. Kalet no quiso darle muchas vueltas, así que lo soltó sin más:

—Quiero visitar el pueblo. —Todo se detuvo en seco por un instante—. Ya han pasado meses desde que llegué y... me va muy bien con las clases, y me gustaría visitarlo por un día. Tendría cuidado en el bosque, no me detendré esta vez... —Kalet se veía nervioso, pero no porque Adam no le fuese a dejar ir, sino porque le daba miedo que pensase que quería alejarse de él o algo así—. Sé que no necesito tu permiso, pero quería consultártelo.

Adam estaba mirando fijamente su plato sin decir nada, su expresión era inescrutable e inquietó a Kalet.

—No se puede ir y venir del pueblo sin que se haga de noche, así que tendrás que dormir allí —comenzó a decir—. Si mal no recuerdo hay una posada en la que puedes quedarte, pero no es muy seguro que vayas solo y yo no puedo acompañarte. —Adam se quedó pensativo—. Cory tampoco podría, si alguien lo ve se asustarán. Lumiere te acompañará —sentenció—. Escondido en la bolsa, nadie sospechará. Además, puede chamuscarle el culo al que intente molestarte. —Adam lo miró aparentemente relajado.

—Entonces... ¿Te parece bien?

—Claro. No necesitas mi permiso para nada.

—Lo sé, pero Phillipe es tu caballo y sin tu ayuda no podría ir.

—Creo que Phillipe no está de acuerdo con esa afirmación. Él ya ha decidido con quién quiere estar. —Kalet sonrió un poco—. Si de verdad quieres ir al pueblo, yo te ayudaré.

—Solo será por un día —recalcó Kalet.

—Lo sé.

Adam parecía estar esforzándose por parecer sereno frente a Kalet, pero en el fondo estaba aterrado. Kalet se levantó y lo abrazó agradecido. Los abrazos se estaban volviendo más frecuentes últimamente.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora