Capítulo 3: El establo

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Kalet despertó al día siguiente, pasadas las diez de la mañana, sorprendido por haber conseguido dormir del tirón varias horas. Pero al percatarse de ello comenzó a palpar su cuerpo alarmado, llevaba el pijama bien abrochado, todo estaba limpio y donde debía estar, no se sentía mareado y no tenía ninguna marca con la que no hubiera llegado el día anterior a la casa, de hecho, lo único distinto era que su labio se encontraba mucho mejor. No había ocurrido nada malo durante la noche. Soltó un fuerte suspiro y se encogió abrazado a sus piernas. Le era muy difícil sentirse plenamente relajado por mucho tiempo, aunque pareciese que Adam realmente quería ayudarlo, no lo conocía, y no podía estar seguro de que no fuese a hacerle daño.

Cuando al fin se animó a salir de la cama, se cambió de ropa y bajó al comedor. Cory se encontraba en la entrada a la sala de estar, en la planta baja, hablando con alguien. Por el ángulo desde la escalera, Kalet no pudo ver de quién se trataba, pero por su voz no parecía ser Adam.

—Es el milagro que esperábamos.

—Para ya con eso. El pobre está aterrado —le replicó Cory.

—Pero Adam...

—¡Shhhhhh! —lo mandó callar—. No presiones. Solo lo harás sentir peor... —De repente, Cory se percató de su presencia y le hizo un gesto con la mano a la otra persona, para que se marchase—. ¡Kalet! Ya despertaste —exclamó, acercándose como si nada—. ¿Cómo has pasado la noche?

Kalet bajo las escaleras.

—Bien, gracias —respondió algo tímido—. ¿Con quién hablabas?

—¿Yo? Con nadie. O sea... el servicio.

—Creí que solo estabas tú. Bueno, y el cocinero.

—¡Y así es! Más o menos. —Cory no era bueno mintiendo—. Tenemos algunos empleados, pero apenas salen de las cocinas. Jeje. Casi todo lo hago yo.

—¿Ah, sí?

—Sí, es agotador. ¡Bueno! ¿Quieres desayunar? El amo comió temprano y salió al jardín. Ven, tengo bizcocho de plátano.

Cory ni se percataba de que el «usted» le iba y venía al hablar. Kalet no dijo nada más y siguió a la criatura hasta el comedor. Por el camino se fijó en que el castillo seguía bastante oscuro, ya que no habían corrido las cortinas del todo. Se sentó a desayunar solo en el comedor, mientras Cory le servía toda la comida.

—Ten. El amo me pidió que te lo trajera —dijo entregándole un vaso de leche con chocolate.

Kalet se sorprendió por el gesto, pero también le inquietó un poco. En el pasado, para tener algún tipo de «privilegio» debía hacer bien su trabajo. Solo lo agasajaban para sentirse importantes, para mostrar cierta superioridad y control sobre él. Un regalo implicaba una asquerosa noche, en la que terminaría sintiéndose como un sucio trapo viejo.

Tomó el vaso con algo de miedo.

—Gracias —dijo un poco desconfiado.

Cory quería decir algo para hacerle sentir más seguro, sabía lo que era tener miedo de hablar o hacer algo que implicase un castigo, pero sentía que a poco que hiciera se sobrepasaría, y no quería asustarlo más.

—Debo hacer cosas ahora. Puedes moverte por el castillo con total libertad. Menos el ala oeste, recuerda.

—¿Podría salir a dar un paseo? —preguntó Kalet algo inseguro.

—Claro. Hace muy buen día. Bueno, de momento. Creo que luego va a llover, así que aprovecha.

—Bien.

Kalet regresó a su habitación para tomar la capa de Adam y salió a pasear por el jardín. Las zarzas parecían haber invadido los terrenos, pero las florecientes rosas lo hacían ver muy bonito. Pronto se topó con Adam, al seguir los rosales, cortando algunas flores

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora