Capítulo 8: ¡Qué festín!

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Durante una semana, Kalet estuvo comiendo junto a Adam en la habitación, debido a que este debía guardar reposo absoluto. Poco a poco pudo levantarse y caminar un poco por el castillo, hasta pasadas dos semanas, que ya pudo retomar su vida normal, aunque con más cuidado, aún estaba delicado, pero podía moverse solo.

El mes de octubre estaba llegando a su fin, y cada vez hacía más frío. Kalet parecía estar acoplándose bien a vivir en el castillo de manera indefinida. Todas las personas de la casa lo adoraban, en especial Chip y Cory, que no se separaban de él. Kalet se sentía más cómodo con ellos que con nadie, probablemente porque Cory no era humano y Chip era tan solo un niño; aunque siendo objetos, poco daño podrían hacerle. En esas dos semanas, también había estado cuidando de Adam, prácticamente era su enfermero. No sabía muy bien qué hacer en aquel inmenso castillo y prefiero ocupar su tiempo en ayudar a Adam, lo cual los fue acercando cada vez más.

Prosiguieron con las clases, y Lumiere y Din Don empezaron a ayudar, relevando a Adam en alguna de ellas, pero a la hora de leer, Adam era siempre quien se ocupaba. Kalet se sentaba junto a su cama y le leía algunos cuentos. Adam sentía que aquellas historias eran más fascinantes si las contaba él.

Una tarde, Kalet se encontraba en el jardín junto con Cory, Chip y Phillipe, los cuatro reían y conversaban animadamente. Adam los observaba desde uno de los balcones del castillo, con una sonrisa complacida en el rostro.

—Es un muchacho muy especial, ¿no crees? —comentó Lumiere, subido a la barandilla de piedra.

Adam acarició con delicadeza su brazo vendado. Kalet había estado haciéndole las curas las últimas semanas, había pasado mucha vergüenza, pero a Kalet no pareció importarle.

—Quiero hacer algo por él —declaró.

Lumiere sonrió, satisfecho.

—¿Cómo una cena tal vez?

Adam ya veía venir por donde iba.

—Tal vez...

—¡Cena y espectáculo!

Adam rodó los ojos, sabía que Lumiere estaba esperando para montar todo un número, desde que Kalet llegó.

—Lo estabas deseando, ¿verdad? —Lumiere sonrió todo lo que pudo, y Adam se rio—. Está bien, encárgate de todo.

—¡Magnífico!

—Pero Din Don lo supervisará. —Lumiere soltó una maldición en otro idioma que Adam no comprendió—. No te he entendido, pero, por si acaso, tú más.

Lumiere rodó los ojos y se dispuso a planear toda la cena. Adam mantuvo entretenido a Kalet, leyendo junto al fuego por la noche, para que no sospechara. Esta vez fue él quien leyó una de sus historias favoritas del rey Arturo, y Kalet lo escuchó ensimismado.

—Me ha encantado —dijo sonriente al terminar.

Adam sonrió, complacido.

—Me alegro mucho. Las leyendas artúricas pueden ser complejas, pero apasionantes.

Adam hablaba con tanto entusiasmo que hizo sonreír a Kalet de pura ternura.

—Se nota que te encantan.

Adam se avergonzó un poco.

—Sí. Siempre me he sentido bastante identificado con algunos de los personajes.

—¿Cómo cuál?

Adam dudó antes de contestar.

—Arturo...

—¡La cena está lista! —los interrumpió Cory a gritos, haciendo reír a Kalet.

—Creo que nos llaman para cenar —dijo Kalet.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora