Tras aquella noche mágica, Kalet y Adam no podían estar mucho tiempo separados. Andaban tomados de la mano casi todo el tiempo, compartiendo palabras bonitas, sonrisas cómplices, y saboreando los dulces labios del otro sin cesar. Se habían vuelto adictos a sus besos. Se perdían cada vez que hacían contacto. Eran muy tiernos, y un poco cansinos para los que convivían con ellos. Pero era una gran alegría para todos verlos felices, disfrutando de su amor.
Una tarde se quedaron apoyados en uno de los muros del castillo, en el jardín, besándose, y dejando escapar pequeñas sonrisas entremedias. Adam rodeaba a Kalet con los brazos y deslizaba las manos por su espalda, mientras el menor enredaba los dedos en su cabello.
Adam soltó un pequeño gemido y se separó un poco de los labios de Kalet.
- Podría estar besándote todo el día - dijo rozando sus labios.
- Por favor, hazlo. - Kalet lo abrazo por el cuello y volvió a besarlo, provocando una pequeña risa en el mayor -. No creí que pudiera sentirse tan maravilloso.
- Yo ya sabía que besarte sería lo más maravilloso que me habría pasado en la vida.
- Ay, Adam.
Kalet volvió a besar al mayor y lo abrazo con fuerza. No podían parar de sonreír como idiotas por todo. Siempre estaban besuqueándose y coqueteando por cualquier mínima cosa.
Se encontraban tan perdidos dentro de su burbuja de amor, que ni siquiera se habían dado cuenta del estado en el que se encontraba la rosa encantada; los pétalos caían cada vez más deprisa, el tiempo se estaba acabando.
- ¡Ha pasado más de un mes! ¡¿Por qué el hechizo no se ha roto?! - protesto Din Don, en la sala de la rosa, esa misma noche.
- Debimos suponer que era mentira. Verett solo quería reírse de nosotros - replico Lumiere.
- ¡Shh! No gritéis – los mando callar la Sra. Potts -. Solo podemos esperar.
- ¡¿Esperar a qué?! - Din Don parecía desesperado, estaba perdiendo la esperanza de volver a ser humano -. A este paso la rosa se marchitará antes del invierno y nos quedaremos así para siempre...
El semblante de todos pasó de desesperado a triste.
- No sé qué me asusta más, sí que Adam pase el resto de su vida en soledad como una bestia, morir, o que Kalet y Cory vayan a quedarse solos de nuevo... - dijo el candelabro, cabizbajo.
- Ay, mis niños - gimoteo la Sra. Potts.
- Esto no es justo... Fifí, Chip, Adam... solo eran unos niños. Es muy cruel - protesto Din Don.
- Se lo dejaremos todo a Kalet... Al menos con eso podrá subsistir por su cuenta - dijo Lumiere.
- Chicos, no seáis tan derrotistas. Estoy segura de que hay algo que se nos escapa - intervino la Sra. Potts.
- ¿Cómo puedes seguir teniendo esperanza? - cuestiono Din Don.
- Perdí a mi marido, y luego la maldición me despojo de mi libertad, y convirtió a mi hijo de diez años en una taza de té... La esperanza es lo único que me queda.
- Pues yo ya no sé qué hacer... - Lumiere oculto su rostro entre las manos (o velas, más bien).
Mientras Adam se dejaba llevar por el amor, y la burbuja de paz y felicidad que había construido con el menor, los más mayores de la casa estaban desesperados. La rosa se encontraba casi sin pétalos, y cuando se marchitase del todo, el hechizo sería irreversible. Los ahora objetos morirían y se convertirían en chatarra, y Adam sería una bestia el resto de su vida, una sin conciencia ni recuerdos, incapaz de controlar su temperamento... Y tarde o temprano la gente del pueblo le daría caza.
ESTÁS LEYENDO
Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]
FantasíaSeguro que estabais esperando escuchar esta historia: "Un príncipe malo y egoísta, fue encantado por una hechicera, transformándolo en una horrible bestia. Hechizo que solo se rompería si lograba que alguien lo amara". Creo que os habéis equivocado...