Capítulo 4: Un paseo a caballo

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Kalet despertó con un ligero mareo, comenzó a abrir los ojos muy lentamente, su visión estaba borrosa.

—¡Ya está despertando! —escuchó exclamar a Cory—. ¡Llamad al amo, el muchacho ha despertado! —Cory se subió a la cama, acercándose demasiado a su cara. Parecía aliviado de verlo despierto—. ¡Kalet!

El muchacho se incorporó con un poco de dificultad, tambaleándose. De repente sintió como unos brazos lo sujetaban, ayudándolo a acomodarse apoyado en la almohada.

—Despacio, Kalet —dijo Adam a su lado. Al fin pudo aclarar del todo su vista y percatarse de su entorno. Estaba en su habitación, con Cory sobre la cama y Adam sentado en una silla a su izquierda—. ¿Cómo te encuentras?

—Mareado —dijo con la voz algo seca.

—Cory, agua.

—¡Sí, claro, agua! —El pequeño se acercó a la mesilla que Kalet tenía a su derecha, dónde reposaba una jarra de agua, un vaso y el jarrón con las rosas. La criatura echó el agua en el vaso y se lo entregó a Kalet—. Bebe, bebe.

Kalet tomó el vaso y se lo bebió entero de un trago.

—Gracias. —Hizo un repaso de la habitación con la mirada, antes de posar su vista en Adam, tenía el pelo algo revuelto, con un mechón cayéndole por el rostro. Nuevamente su vestimenta era negra, salvo por unos sutiles bordados rojos en su chaleco—. ¿Qué ha pasado? ¿Qué día es? —preguntó, confundido.

—Viernes por la tarde. Son las cuatro y media. Caíste inconsciente debido a la ansiedad. Fue demasiado para ti.

De repente Kalet lo recordó todo.

—¡Lila! —exclamó, preocupado.

—Tranquilo, está bien. Conseguimos sacarla a tiempo. Se hizo algunas heridas, pero, por suerte, nada demasiado grave. Se recuperará. —Kalet sintió que podía respirar de nuevo, pero casi se le corta el aliento de nuevo al sentir la intensa mirada de Adam sobre él—. Te debo su vida, Kalet —dijo con gratitud—. Ella es muy importante para mí. Si le hubiese pasado algo... —Parecía realmente afectado—. Gracias, de verdad.

—Yo no hice nada. Tú la sacaste de allí, y a mí. Así que, gracias.

Adam negó con la cabeza.

—Si no fuera por ti habría llegado demasiado tarde. Fuiste muy valiente. Temía que te hubieras enfermado por la tormenta. —Adam iba a tocarle la frente para comprobar su temperatura, pero se detuvo al notar cómo se tensaba—. Disculpa. Cory, ¿puedes comprobar si tienes fiebre?

—Claro.

—¿Te importa? —pidió permiso a Kalet.

Kalet negó con la cabeza y se relajó, mientras Cory ponía la mano sobre su frente y tocaba su rostro.

—Creo que no tiene fiebre. Pero debería darse un buen baño caliente. ¡Oh, y sopitas! Muchas sopitas de pollo para entrar en calor. ¿O las prefieres de otra cosa? Sin problemas, eh. Puede ser de lo que quieras: pollo, verduras, fideos solo... —Cory hablaba tan deprisa que a Kalet no le daba tiempo ni a encontrar una respuesta—. ¿Te gusta la de pescado? A mí no, y al amo tampoco, pero a Lumiere le encanta...

—¡Cory! —lo interrumpió Adam de repente—. Deja que él te conteste.

—Pollo estaría bien —respondió el muchacho.

—¡Perfecto! ¡Voy ahora mismo! —exclamó la criatura, antes de salir corriendo por la puerta.

Kalet y Adam se rieron.

—Cory estaba muy preocupado por ti... —le contó Adam agachando la cabeza— y yo también —murmuró.

Aquello impactó mucho a Kalet, sobre todo porque sentía que lo que decía era verdad. No era como que Adam le hubiese tomado cariño a Kalet en dos días, pero había salvado a Lila, y ya solo por eso merecía su preocupación.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora