Capítulo 7: Días de sol

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Kalet se aseó y consiguió dormir un par de horas, antes de que los nervios lo despertaran. Al levantarse regresó junto a Adam y se sentó en un sillón a su lado a la espera de que despertara.

—Kalet... —Cory se acercó a él con cautela—. ¿Estás enfadado? —Kalet no pareció comprender a qué se refería—. Siento haberte mentido.

—No estoy enfadado, Cory. Entiendo que no podías decírmelo.

El pequeño se veía realmente preocupado.

—Entonces... ¿seguimos siendo amigos?

Kalet sintió como algo dentro de él se derretía.

—Por supuesto que sí.

El rostro del pequeño se iluminó.

—¡Bien! —Cory corrió hasta Kalet y saltó sobre su regazo, abrazándolo—. ¡Por fin tengo un amigo humano! Ya estaba harto de hablar con los muebles.

Kalet no pudo evitar reír ante aquel comentario. En ese momento se dio cuenta de que habría sido muy duro estar lejos de Cory, lo habría echado mucho de menos, nunca nadie lo había cuidado antes.

De repente escucharon como Adam comenzaba a revolverse en el sofá. Kalet se levantó rápidamente, mientras Cory iba a buscar a Din Don. Adam comenzó a abrir los ojos y Kalet acarició con suavidad su mejilla.

—Adam.

Adam parpadeó varias veces, intentando aclarar su vista.

—¿Kalet?

—Hola. —Le sonrió.

—Estás aquí... —dijo Adam, somnoliento—. ¿Por qué estás aquí?

—Lo siento... Me entretuve en el bosque y cayó la noche, los lobos nos atacaron y tú nos salvaste.

Adam se alarmó al escuchar que los lobos los habían atacado, y trató de incorporarse.

—¿Estás bien? ¡Ahhh! —De repente sintió un dolor atroz por todo el cuerpo al moverse.

—Cuidado. —Kalet lo sujeto y lo instó a acomodarse, con la cabeza en el reposabrazos, apoyado en un par de cojines que él mismo le había puesto mientras dormía—. Estoy bien, y Phillipe también —afirmó—. Pero estábamos preocupados por ti.

Un gran terror se reflejó en el rostro de Adam, repentinamente.

—Anoche... me viste...

Kalet agachó la cabeza, culpable.

—Sí.

Los objetos entraron en la sala, lo cual puso aún más nervioso a Adam. Kalet ni siquiera reaccionó al verlos, lo que significaba que todo había salido a la luz.

—¿Lo sabe? —les preguntó Adam, aterrado.

Lumiere agachó la cabeza.

—Una versión resumida... pero sí —contestó.

Adam parecía aturdido.

—¿Y por qué sigues aquí? —preguntó esta vez a Kalet—. Al ver a la bestia, ¿por qué no has salido huyendo?

Kalet lo miró a los ojos, sintiendo una gran tristeza, al apreciar el terror en su rostro.

—Me salvaste la vida, Adam, y no solo en el bosque. No podía abandonarte.

Aquella afirmación hizo sonreír a los demás.

Kalet volvió a deslizar su mano sobre la mejilla de Adam, acariciando suavemente su rostro desencajado. El mayor cerró los ojos y tembló ante aquel contacto.

Kalet y la Bestia: La maldición [LRDN #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora