13. Hablar

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13. Hablar

El romper de las olas contra el acantilado salpicaba su piel tostada por las caricias del sol. La máscara le esperaba a buen recaudo, lejos de su rostro y protegida de la perniciosa humedad salina. Los pantalones los vestía arrullados sobre la rodilla y el calzado hacía compañía al bozal. La camiseta ya ni recordaba dónde la había olvidado y sólo le importaba ajustarse bien el vendaje de las manos y concentrarse...concentrarse y controlar...

Controlar el cosmos, dominarlo, y hacer con él lo que se había propuesto firmemente: mover el fluir del mar a su antojo, evitar que las olas inundaran una misteriosa gruta bajo el muro de roca o hacer desaparecer ese despeñadero marino junto a las ruinas que alguna vez habían honorado un dios tal vez tan falaz como la supuesta niña Athena.

Llevaba días intentándolo. Tantos como hacía que no había vuelto a ver a Asmita.

Se lo había prometido a sí mismo, y hasta el momento lo estaba cumpliendo: olvidarse de ese muchacho, alejarse de él, convencerse que su compañía no le agradaba y que mucho menos la necesitaba.

Sí, se lo había prometido sin querer reparar en que ya no creía en las promesas. Ni en las que hizo Aspros cuando aún poseía un corazón hermano, ni las que se hacía a sí mismo para evitar sentir más emociones de las que se creía permitidas.

Virgo parecía que había llegado solamente para desestabilizar su mundo, haciéndole experimentar demasiadas sensaciones internas. Algunas, conocidas y aterradoras. Otras, extrañas y peligrosamente agradables y adictivas.

No...no podía seguir así...Virgo se había acabado, y así lo gritó cuando dejó estallar su cosmos para hacerse con el control del inmortal mar.

La luz le cegó, la adrenalina le recorrió todas las células de su cuerpo y el estallido de poder que surgió de sus puños no fue capaz de apaciguar las arreciadas aguas.

Una voz se lo impidió, ocasionando que la acumulación de su cosmos escapara a presión por las costuras de su concentración fragmentada.

Una voz que en esa ocasión no surgió de su interior, recordándole como siempre lo insignificante que era.

La culpable de su enésimo fracaso fue el sonido de una voz conocida, aborrecida y añorada por igual.

Una voz con acento extranjero y con el orgullo apagado, reconocedora de sus culpas.

Una voz a la que sólo le bastó pronunciar su nombre para ganarse toda la atención.

Asmita estaba ahí, a sus espaldas, con su presencia serena algo menos segura y con una humilde revelación que hizo nacer mariposas en un estómago vacío de alimento y repleto de inquina.

"Defteros...extraño que me hables..."

El despecho del gemelo se lo llevó el mar al tiempo que una triste sonrisa de rendición se esbozaba sobre sus labios agrietados.

Irónicamente, poder hablar con Virgo era lo que su corazón anhelaba más.

30 drabbles y viñetas para DefterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora