15. Leer

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15. Leer

La máscara se mantenía lejos de las facciones de Defteros cada vez que éste se adentraba al Sexto Templo. No lucirla ahí era una condición que Asmita había establecido en sus dominios, y Defteros poco a poco iba adquiriendo la costumbre de despojarse de ella una vez sus pies pisaban terreno seguro.

Era en esos momentos de libertad absoluta cuando su voz surgía clara mientras iba leyendo las líneas de un libro que había tomado prestado de la biblioteca de Acuario, aunque su dueño no hubiera sido notificado de ello. Esta era otra costumbre que se estaba convirtiendo en rutina, y aunque Asmita no le demandaba dicho servicio, Defteros parecía sentirse bien apareciendo con diversas lecturas que ofrecía en voz alta. Una voz que, aunque se presentaba en un seductor tono grave moldeado por la llegada de la inevitable adultez, se atropellaba con las palabras, se encallaba en ellas y apenas podía relatar la historia leída con la celeridad necesaria para poder transmitirla de forma amena y entendible.

Pero no importaba su torpeza a la hora de leer.

Ni mucho menos los temas que ni siquiera elegía, ya que aparecía con lecturas usurpadas completamente al azar.

Ambos sabían que esa era su nueva excusa para pasar rato compartiendo sus soledades: Asmita decía disfrutar de esas tardes de relatos varios, y Defteros insistía en que leer le ayudaba a escapar de su condena sin olvidar las pocas letras que había aprendido en su infancia.

La atmósfera que envolvía a estos dos amigos clandestinos cada vez se respiraba más cómplice, aunque ambos parecían estancados en unos limbos que ni uno ni otro se atrevían a cruzar, por mucho que sus pieles fueran recorridas por agradables cosquilleos y sus estómagos se contrajeran cuando una voz acariciaba esos oídos adiestrados, o cuando un roce de dedos ágiles tanteaban accidentalmente la piel de unos brazos tan recios como abandonados de tacto.

Hacía tiempo que Defteros se esforzaba en obviar las reacciones que de tanto en tanto sufría su cuerpo estando cerca de Asmita, o incluso en la lejanía, cuando era su mente que insistía en dibujárselo tras los párpados cerrados mientras sus manos se procuraban un placer carnal que había aprendido a obtener en la más completa soledad. Y hacía eel mismo tiempo que estar al lado de Virgo le suponía un cúmulo de sensaciones y emociones encontradas que no era capaz de definir de ninguna manera. Únicamente sabía que le gustaba cómo se sentía cuando su corazón se aceleraba y algo raro le recorría el cuerpo entero,procurándole un bienestar desconocido y pasajero, pero jamás calibró que todo eso pudiera caminar más allá.

No lo hizo hasta esa tarde, en la que Asmita le arrebató el libro que le estaba leyendo y siendo esclavo de un extraño impulso en él, posó sus duchas manos sobre las irritadas mejillas de Defteros, acariciándolas con dulzura, recorriendo su rostro con la yema de esos experimentados dedos...delineando los labios entreabiertos de sorpresa, agrietados de soledad. Y fue ahí cuando su corazón comenzó a galoparle, sus músculos se tensaron manteniéndole paralizado y su voz balbuceó una pregunta de rigor a la que poco le importaba la respuesta.

"Asmita...¿qué...qué haces?"

"Shhh...Yo también quiero leerte..."

Nunca hasta entonces una lectura le había sabido mejor.

30 drabbles y viñetas para DefterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora