26. Perdón

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26. Perdón

Era de necios negárselo...

Había añorado el tacto de las manos de Asmita leyéndole cada imperfección de su piel. Y lo había hecho desde su llegada a esas tierras que ahora temían su presencia.

Había intentado recordar su voz pronunciándole toda esa colección de evidencias que tanto le jodían, sobretodo porqué él mismo se las negaba sabiendo que contenían toda la verdad.

Se había jurado ser más fuerte que todas esas flojas emociones, y al fin del día se hallaba fracasando, sucumbiendo a la nostalgia, a los recuerdos y a la evocación de demasiados momentos en los que acarició la felicidad.

Había prometido olvidar su nombre con ecos de maldición, transformándose en un ser abominable, desnudo de sentimientos compasivos.

Y por encima de todo, se había consagrado al castigo auto-impuesto de no merecer ni un grumo de afecto, asumiéndose desheredado de toda posibilidad de perdón.

Porque si algo no se merecía en absoluto, era ningún perdón. Y Asmita tampoco, por mucho que hubiera aparecido a su vera proponiéndole una tregua en sus propios odios, internos y afines.

Una jodida tregua que de inmediato les desató las pasiones, que unió sus cuerpos y que les dejó el espacio para volver a degustarse salvajemente.

Con fiereza. Casi con rabia ciega.

Defteros no era consciente que los urgidos besos de Asmita le habían arrancado moretones en la piel de su cuello, ni que su espalda se había convertido en un lienzo donde la fuerza de otros dedos dibujaban su desesperanza.

Tampoco lo era de la violencia con la que sus instintos habían aprisionado a su viejo amante entre las rocas calientes y el renacido ardor de su cuerpo.

Sólo se centraba en penetrar a Virgo con crudeza, apenas buscando recordar el sabor de esos labios por los que escapaban gemidos con cada una de sus repentinas embestidas.

Sólo pensaba en drenar toda la furia que le corría por dentro, todo el resentimiento que sentía hacia aquél que creía haber amado, y por el que alguna vez se sintió acariciado...Necesitaba el placer animal que le proporcionaban cada una de sus estocadas, lo necesitaba sentir extenderse por todo su cuerpo, ansiaba desprenderse de toda la podredumbre que le agujereaba el alma, vaciarse de todos los recuerdos que aún le moldeaban humano...

El ritmo que habían adoptado sus caderas era frenético, acompasado con su respiración, y cuando sintió que el inminente orgasmo estaba a punto de arrebatarle las fuerzas, se halló buscando las manos de Asmita y entrelanzando sus dedos callosos en esos otros dedos también manchados de ignominia, y empujó hondo...todo lo hondo que pudo, y al fin correrse mientras se abrazaba al tenso cuerpo de Asmita, gozando de las contracciones que éste sufría y que estrechaban su latente pene aún clavado dentro.

No hubo palabras.

Ni besos. Ni caricias.

No hubo nada salvo dos respiraciones aceleradas y un estrecho abrazo que se intensificó cuando un incontrolable llanto sobrepasó los muros del demonio, enterrando su rostro entre los cabellos sudados que se desparramaban por el hombro de Asmita.

"No hay perdón para nosotros..." balbuceó Defteros, sin desprenderse del abrazo que le amarraba al faro de todas sus emociones... "jamás lo habrá...y te odio, joder...te odio...te odio"

Al escuchar estas hirientes palabras, los apagados ojos de Asmita se humedecieron, dejando que las lágrimas resbalaran hasta perderse entre las húmedas greñas de Defteros, que siguió atragantádose con su llanto sin dejar de estrechar a Virgo entre sus brazos.

No había perdón.

Y quizás aún latiera el odio.

Pero lo que ninguno de los dos podía superar era ese sentimiento que algún perdido poeta definía como amor.

30 drabbles y viñetas para DefterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora