EPILOGO

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Epilogo

— Es un niño hermoso— comentó Mina, depositando al bebé recién nacido en los brazos de la madre. La mujer sonrió recibiendo a su hijo y sujetando con fuerza el brazo de la rubia.

— No lo hubiéramos hecho sin usted— comentó agradecida, mirando a Mina con devoción

La rubia se sintió un poco cohibida con eso y luego, simplemente sonrió

— Debes descansar— ordenó a la mujer y luego salió de la habitación. En la puerta se encontró con su esposo y le sonrió.

— La comadrona me dijo que no había habido problemas, pero... ¿Tú estás bien? — comentó Yaten, preocupado.

Hacía unos meses que habían llegado a aquel lugar y por azares del destino, a los pocos días de instalarse, Mina se había encontrado con una mujer embarazada que había quedado en el abandono y estaba muriéndose de hambre. Mina vio reflejado lo que pudo haber pasado con ella si Serena no se hubiera apiadado de su situación, así que no pudo evitar acogerla bajo su cuidado.

— Estoy bien— respondió con una sonrisa.

Y no mentía. Sus sentimientos de amargura habían ido mermando gracias al amor y apoyo incondicional de Yaten y la mujer que acababa de alumbrar. Gracias a ambos, se había dado cuenta de que había sido una persona egoísta toda su vida y que ella era la única responsable de todo lo que le había pasado, pero ahora todo estaba bien. Había encontrado en Nora y en su maternidad, el consuelo de no haber disfrutado la suya y había vivido una vez más el maravilloso milagro de la vida. Nunca sería madre, pero sin duda, habría un niño consentido en esa casa.

— Antes de alumbrar, me pidió que fuéramos los padrinos del bebé ¿Quieres?

— Siempre— contestó él, dándole un beso en la frente.

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— ¿Qué haces? — preguntó Zoicite, escandalizado—. En tu estado no es conveniente que hagas esfuerzos— la regañó, quitándole la cubeta de agua de las manos.

— Solo quería cambiarla de lugar porque aquí me estorbaba.

— Entonces, debiste pedírselo a un sirviente. No entiendo esa manía tuya de hacerlo todo tú.

Ami sonrió a su esposo, con esa sonrisa suya que a él siempre lo derretía.

— Sí, lo sabes— comentó con dulzura y él suspiró con cansancio.

— Tienes razón, pero en tu afán de probarte a ti misma que eres libre, puedes dañar al bebé y no queremos que eso pase ¿Verdad?

Ami miró a su vientre aún plano y sonrió. Claro que no quería perder a su bebé, era el fruto de su amor, un amor que nació del agradecimiento, se transformó en admiración para, al final, convertirse en amor.

— Espero que sea niño — comentó con alegría, con esa que ahora siempre la acompañaba.

Después de verse lejos de su madre, Ami comenzó a sonreír y aunque en un principio, la madre trató de seguir manipulándola, Zoicite le marcó el alto, ocasionando que ésta lo repudiara y Ami lo amara.

— Sabes que eso no es importante para mí —afirmó Zoicite, sujetándola de las manos.

— Lo sé, pero lo es para mí. Me encantaría tener una versión de ti en miniatura

Zoicite sonrió y le dio un suave beso en los labios. Amaba a su esposa con intensidad, lo había hecho desde la primera vez que la vio, pero nunca imaginó que algún día le correspondería.

Mujer InocenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora