Capítulo 04

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Uno de sus compañeros de equipo derramó un poco de su bebida mientras bailaba como un idiota con dos tías, pero Jungkook estaba tan borracho que ni le importaba, solo podía reír. Estaba recostado en su sofá junto a sus compañeros. Se había desabrochado dos botones de su pechera por el calor que hacía. A su lado, Jay, pasaba su mano por el muslo de una chica con un corto vestido. En cualquier momento su amigo se la llevaría a un hotel, o eso esperaba, porque no le apetecía que esos dos empezasen a hacer guarradas en su sofá. Algunos, cansados de bailar, proponían juegos de beber, como era natural en las fiestas. Jungkook podría beber mucho más, y un juego siempre apetecía. Fue a incorporarse para proponer alguno, cuando dos manos pasaron por su pecho. Jungkook miró a sus espaldas. Yeri le sonrió antes de pasar sus labios por su oreja.

—Como Yoongi te vea te tirara por la ventana —le dijo éste apartándola delicadamente.

—¿Cuándo te vas a dar cuenta de que Min me da igual? —preguntó Yeri con una sonrisa inocente.

—¿No estabas coqueteando con el Waste friki? —inquirió Jungkook enarcando una ceja.

—Puede... ¿Celoso? —preguntó Yeri divertida, volviendo a pegar sus manos al azabache—. Tú no eres el único hombre de mi vida, Jungkook.

—Me parece perfecto... Sin embargo, yo sí tengo un único hombre en mi vida —dijo volviendo a quitarse sus manos de encima. Yeri resopló frustrada.

—Es una elección muy mala para ser el definitivo, ¿no crees? —inquirió enfurruñada.

—Creo que es la mejor opción... —dijo llevando su mirada hasta él, al fondo del salón. Su ceño se frunció al verle rodeado de tres mujeres y Jin. Las chicas le tocaban el brazo, le daban toques en el pecho y le sonreían de una manera que no le gustaba para nada—. Y parece que no soy el único que lo cree —dijo antes de ponerse en pie.

Yeri ladeó los ojos, siempre Yoongi, Yoongi, y después Yoongi. Jungkook caminaba hacia él para quitarle a aquellas tías de encima, cuando vio a su lado a Eunha, con su perro en brazos. Jungkook puso toda su atención en ella y la miró escandalizado.

—¡¿Qué estás haciendo con Nike?! —inquirió entonces. Eunha que estaba haciéndole carantoñas al perro, levantó la vista y le miró confusa—. ¡Dámelo! —exigió Jungkook en un gruñido.

Había dejado al cachorro encerrado en su habitación, para que no estuviese dando vueltas en plena fiesta, y nadie molestara a su nuevo perro. Eunha esquivó a Jungkook.

—¡Quería verlo! ¡Déjamelo un rato! —se quejó Eunha sin soltar a Nike—. Es como un sobrinito... ¿Con quién va a estar mejor que con su tía Eunha?

Jungkook la miró como si estuviera loca.

—Deja de decir tonterías —dijo entonces poniéndose rojo.

—No puedo creer que Yoongi te haya convencido para quedártelo —decía Eunha acariciándole el hocico.

—No lo ha hecho —gruñó Jungkook.

—Pero sin embargo está aquí. Tiene hasta un collar con un nombre. Uno que le has puesto tú.

—No es un juguete de niñas. Llévalo a mi habitación —mandó Jungkook. Eunha ladeó los ojos y se apartó de su vista. Jungkook resopló poniendo los brazos en jarra. ¿De verdad parecía una madre sobreprotectora? Agitó la cabeza quitándose semejante imagen de la cabeza. Caminó hacia donde había visto por última vez a Yoongi, pero ya no estaba. Miró a Jin—. ¿Dónde está Yoongi?

Jin compuso una mueca.

—¿Tengo pinta de GPS? —inquirió con desagrado. Jungkook bufó.

—No, pero puedo meterte uno en el culo si así me dices dónde está —dijo con una mirada llena de amenaza. Jin fingió estar pensativo.

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