Capítulo 11

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Había dejado de correr hacía cinco minutos. Caminaba lentamente por la playa contándose las pulsaciones. Perdía la cuenta continuamente, por lo que acabó dejándolo. No podía dejar de pensar en aquella noche. Había estado en su piso, meditando en si asistir a la cena o no. Contando los pros y los contras. Por un momento, se vio incluso con fuerzas de ir, con ganas de demostrar que podía con ello, que era fiel a su decisión, y que la visión del pálido no le haría cambiar de opinión. Pero esa fuerza se desvaneció en seguida con solo imaginar aquel rostro ante él. Su debilidad, porque de eso se trataba, su debilidad. Y nadie podía ser fuerte ante su propia kryptonita. Cogió el teléfono sin esmerarse demasiado en su excusa. ¿Qué más daba? A penas pudo dormir. A las seis de la mañana ya estaba en pie. Habían salido ya las primeras luces. Nike a su lado, corría a su paso. Le gustaba la playa al amanecer, fresca y solitaria. Cuando Jungkook se sentó en la arena, Nike lo hizo a su lado. Jungkook comenzó su ejercicio de abdominales. Concentraba toda la ira que sentía en subir y bajar. Una chica pasó junto él, con una extraña intención en la mirada. Corría a paso lento con sus pantalones cortos y su fino top. Se fue acercando a Jungkook, seguramente con una excusa ya pensada. Cuando estuvo a dos metros, Nike se tensó. La miró con furia. Cuando estuvo a uno, Nike empezó a ladrar. La chica paró en seco, y decidió cambiar su camino. Jungkook sin dejar de hacer sus ejercicios sonrió. A Nike no le gustaban los desconocidos, estaba adquiriendo características de su dueño. Era algo soberbio y orgulloso, además de desconfiado y desagradable. Pero también tenía esa parte cariñosa, juguetona y tierna que estaba mayoritariamente. Iba a llegar a cincuenta, cuando Nike, mientras mordía las olas, se detuvo repentinamente. Miró a su izquierda y alzó el morro, olfateando el aire, y de repente, comenzó a correr. Jungkook dejó de hacer sus ejercicios y se incorporó.

—¡Nike! —le llamó.

Pero su perro simplemente se fue corriendo. Jungkook se puso rápidamente en pie.

—¡Nike! —volvió a gritar, y al ver que el perro ni se volvió, comenzó a correr tras él.

¿Qué mosca le había picado? Se apresuró a atraparle o tendría problemas si molestaba a alguien, no le podía dejar suelto a su antojo.

—¡Nike! ¡Para!

Aceleró el paso. Cuando cogiera a ese perro se iba a enterar. Entonces le vio detenerse, y lo peor de todo, era que parecía estar encima de alguien. Abrió los ojos de par en par. Corrió aquellos diez metros.

—Oiga, lo siento —comenzó a decir Jungkook con la mirada puesta en su perro, una muy fulminante—. ¡Nike, para! —agarró a su perro del collar y lo echó hacia atrás—. No sé lo que le ha pasado —dijo empezando a disculparse con el desconocido. Como el tipo fuera un gilipollas le podía caer una buena. Jungkook elevó por fin el rostro para ver la cara de aquel hombre—. Jamás se ha echado encima de... —su tono se heló de pronto—... nadie.

Su voz pareció ausente de repente. Su mirada estaba totalmente clavada en el rostro que tenía ante él. Tan conocido, tan familiar. Yoongi había visto el nombre de aquel perro que le había avasallado, y enseguida escuchó su voz. Se puso en pie, pero no sabía ni como lo había logrado, pues sus piernas estaban temblando. No podía ser, posiblemente se había quedado durmiendo en la arena y ahora en sueños veía su rostro. Se miraban fijamente, clavados en sus sitios, con los ojos abiertos y sus bocas entrecerradas. Incrédulos, maravillados, hipnotizados.

—Yoongi... —murmuró Jungkook sin casi mover los labios.

Sonó desesperado, sin aliento. Hacía tiempo que su boca no pronunciaba su nombre. Había extrañado tanto decirlo. Yoongi casi cae de rodillas al escucharle pronunciar su nombre. Era su voz. Eran sus ojos, su pelo, su cuerpo, su olor... Era él. Estaba delante de él, y se veía incapaz de moverse o pronunciar palabra. Jungkook estaba demasiado perplejo. No podía creer que le tuviera delante. Dos años y tal y como pensaba, seguiría teniendo el mismo efecto en él. Desesperación, eso era lo que sentía. Pues no tenía esperanzas sin él. En esos dos años sin aquel chico había estado perdido, pero tenerle allí por fin, era devastador. No sabían cuando llevaban mirándose boquiabiertos el uno al otro, pero el ladrido de Nike les despertó de ese dulce sueño. Como un reflejo, apartaron la mirada, incómodos. Yoongi sin saber que decir, o qué hacer, sonrió nervioso.

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