Capítulo 24

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Volver a Los Ángeles fue un alivio para todos. Tras la vuelta, Yoongi se quedó en el piso de Jungkook. El azabache no supo si fue decisión de Yoongi o de Jimin, pero allí estaba. Claro, que eso no significaba nada bueno para Jungkook, que a pesar de tener allí a Yoongi, él dormía en el sofá. Sí, quién lo diría, Yoongi durmiendo en su cama y él en el sofá. Estaba seguro de que su yo de diecisiete años se reiría de cualquiera que le predijera un futuro así. Jungkook no se opuso, al menos demasiado, sabía que había hecho algo lo suficientemente grave como para Yoongi no quisiera verle nunca más. Que le mandara al sofá, era incluso un alivio. Esa mañana, Jungkook no durmió bien, no solo porque el sofá no era el mejor sitio para dormir, sino por el enorme sentimiento de culpa. Sin poder soportar ni un segundo más aquel incómodo, pero caro, sillón, se puso en pie. Se acercó con sigilo a su cuarto, y vio a Yoongi y a Nike todavía dormidos. No había recibido llamadas ni de su madre ni de su padre, eso quería decir que aún no sabían lo ocurrido, si no ya estaría telefoneándole para felicitarle por haber conseguido deshacer la boda. Aunque temía que su padre no lo vería con buenos ojos, ya que se había gastado un dineral. Quien sabe, puede que él mismo llevara a Jimin de las orejas al altar. Quedaban exactamente tres días para la boda, y nadie sabía si tendría lugar o no. Se preparó café en silencio. Miraba su teléfono móvil preguntándose si debía llamar a su hermana para advertidla. Justo cuando su mente abarcaba aquellos pensamientos, sonó el timbre, no una, sino repetidas veces. Jungkook dejó la taza de café en la encimera de la cocina y fue hasta la puerta. Cuando abrió, la vio. Su hermana, vestida con unos simples vaqueros, una camiseta de tirantes y una chaqueta con las mangas demasiado largas. Llevaba el pelo mal recogido, algunos mechones se le caían por la cara. No necesitó preguntarse qué hacía su hermana tan temprano en su casa. Sus ojos estaban enrojecidos y su respiración acelerada.

—Eunha... —consiguió decir Jungkook antes de recibir una bofetada.

Jungkook se sorprendió durante un segundo, para después resignarse. Era lo mínimo que merecía.

—¿Cómo has podido? —preguntó su hermana con voz calmada, pero su respiración denotaba lo furiosa que estaba.

—Eunha, yo... —dijo antes de que otra bofetada le volviera a cruzar la cara.

Jungkook, con miedo a que creara un espectáculo en medio del rellano, la agarró del brazo y tiró de ella hacia el interior. No le dio tiempo ni a cerrar la puerta, cuando Eunha comenzó a hablar.

—¡¿Cómo has podido decirle que no le quiero?! ¡¿Cómo te has atrevido siquiera a pensarlo?! —gritaba Eunha.

Su hermano no sabía que decir ni que hacer, pero estaba seguro de que nunca había sentido miedo de Eunha hasta aquel día.

—Ya te lo ha dicho... —dijo, y su hermana le miró como si fuera la persona más estúpida de la faz de la tierra, y después de escucharse, Jungkook también lo pensó.

—Sí, me lo ha dicho. ¡Me lo ha dicho porque me ha dejado! ¡Dice que no se casará conmigo! ¡¿Sabes la cara de idiota que se me ha quedado?! ¡Y yo como una tonta pensando que era una estúpida broma! ¡Un reto de la despedida de soltero! —gritaba ella casi para sí—. Pero no... hablaba en serio... ¿Por qué le dijiste que estaba enamorada de Yoongi? —preguntó desolada, sin entender realmente como había podido hacerlo.

Jungkook, a pesar de saber que lo que había hecho no había estado bien no pudo evitar ponerse a la defensiva con su hermana.

—¡Porque ese cabrón no dejó de gritar a Yoongi y de decirle que no dejaba de ser el centro de atención, ni siquiera en su despedida! —exclamó Jungkook recordando lo idiota que había sido el amigo de Yoongi.

—Y claro, tú tuviste que decirle que era normal, y que no solo era el centro de atención, sino que yo a quien amaba era a Yoongi y no a él —dijo Eunha con sarcasmo.

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