• Capítulo 1: Reencuentro •

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—Hay personas destinadas a estar juntas aunque se separen mil veces

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—Hay personas destinadas a estar juntas aunque se separen mil veces.


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Capítulo 1.

Marzo del año 2018. Brasil, Río de Janeiro

—Olá Ninja Shōyo! —gritaron en portugués, llamado la atención del joven de cabellos naranjas  —Que tal um jogo de vôlei?

Había un grupo de hombres a unos metros de su persona. Cinco personas para ser exactos, eran altos y con sonrisas amables. Cuatro se fueron hacia lo que parecía un bar en la otra esquina y uno se mantuvo expectante con una sonrisa en la cara.

Jogo de vôlei? Sonaba interesante, sin embargo, no podía. Observó al hombre que le había ofrecido el juego. Lo conocía muy bien. Marcelo.

Uno de los tantos brasileños que había conocido desde que había llegado a Brasil y quién lo recibió con los brazos abiertos sin duda alguna.

Le sonrió y negó.

Marcelo-san. Desculpe, será outra hora. Eu tenho que voltar para o meu país —el joven dedicó una mirada apenada y volvió su vista a la playa por unos cuantos segundos, permitiendo grabarse el olor de la playa.

Você vai embora tão cedo? —el hombre ladeó la cabeza confundido, aunque ahí en esos ojos negros, había una sonrisa.

Tão logo? —le sonrió —Já se passaram dois anos.

—¡Cuando vuelvas entonces! —le gritó. Sí, Marcelo también hablaba japonés, aunque le había pedido que le hablara en portugués para poder mejorar el idioma y de la misma forma, adaptarse a tal —. ¡Porque se que volverás! ¡Brasil ya es tu tierra, Shoyo!

Hinata sonrió y aceptó con una curva en sus labios.

—¡Volveré y seré el mejor jugador del mundo!

—¡Lo sé! —el hombre se despidió y se fue de tras del grupo que estaba con él y lo había dejado.

Alejó la vista de donde se encontraba su amigo y la volvió a dirigir a su mayor refugio.

La orilla de la playa y la arena húmeda eran su compañía en aquella tarde, sus ojos no se despegaban del atardecer y de los colores que se estaban adaptando al cielo.

Observó a su alrededor, las personas andaban de un lado a otro con personas a sus lados, mientras que él se mantenía solitario. El atardecer volvió a captar su atención, cada vez era mas bonito, los colores que se combinaban uno tras otro en diferentes tonos, desde el rojo hasta un amarillo suave, no pudo evitar sonreír ante lo cliché que le parecía la escena. Bien podría ser el momento en donde una pareja o almas destinadas tenían su reencuentro predestinado, lo que solía suceder en los libros o películas románticas, sin embargo, este escenario no era para el famoso reencuentro con beso y palabras que dejaban noqueado a todo un público de la impresión. Claro que no. Este lugar era para mas que eso. Era un lugar sagrado y especial para Shoyo. Era su lugar seguro y el único lugar que había sido testigo de su crecimiento en los dos años que había vivido en Brasil. 

«Juntos Somos Invencibles»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora