Amor eterno.

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La botella de agua se vaciaba con velocidad en su cuerpo, como si no fuese esta la quinta consecutiva. Samuel nunca fue bueno soportando el estrés, de ningún tipo. Su madre le recordaba lo que debía hacer y el orden, pero escuchaba su voz lejana. El auto parecía tardar demasiado en llegar a destino y eso lo preocupaba aún más.

- Chuck me aviso que Cas esta listo -dijo su madre, por fin sonando fuerte en sus oídos.

Sam observo de nuevo por la ventanilla y noto a lo lejos los arreglos florares que habían elegido hace meses. El auto negro que traería a Castiel estaba estacionado más allá, dejando espacio para el suyo. El motor se apago y Samuel ya había abierto la puerta que le correspondía, apenas esperando a su apresurada madre. Los tacones sonaron detrás de él y ella se aferro a su brazo.

Su prometido miro atrás, esperando a caminar por el pasillo izquierdo, para encontrarse con él en el centro. De repente, en sus ojos, Sam encontró la tranquilidad que necesito. Se tomó un segundo para respirar y camino hasta los arreglos florales, la música que comenzaba a sonar y los familiares ansiosos por verlos.

Chuck le entrego la mano suave de su hijo y Sam la sostuvo con delicadeza.

- ¿Listo? -interrogó Cas, antes de dar el primer paso hacia el altar.

- Estoy listo desde el día en que te conocí -aquello salió directo de su corazón.

Entre conocidos y familiares, amigos y confidentes, se acercaron al altar, con enormes sonrisas en sus rostros. Los pétalos rojos y blancos adornaban el sendero; y la alfombra carmesí suavizaba sus pasos. Un par de veces trato de imaginar ese momento, como se sentiría en su corazón, en su piel, en su alma; pero ninguno de esos sueños se equiparaba a la realidad. Rozaba la divinidad.

Llegaron hasta sus lugares, y las primeras palabras de una hermosa ceremonia fueron entonadas. Miró a los ojos de Castiel y sintió el mundo cambiar. De pronto un pequeño Sammy, de rizos chocolate, tomaba las manos de un niño más alto. Cabello castaño y sonrisa tímida en Cas, con rosadas mejillas. Le sonreía al pequeño Sam y hacía el corazón del menor saltar como lo haría sobre un trampolín. Los anillos de caramelo se deslizaron en sus dedos y llenaron de azúcar su piel. Se preguntaría tal vez, un Sam más adulto, si lo estaría haciendo correctamente; pero el pequeño Sammy lejos estaba de todas aquellas dudas que traían la madurez. Sammy sabía de amor y de juegos, de dulces y de libros; no le preocupaba mucho más que mantener la sonrisa de ángel frente a sus ojos siempre.

La única voz que se escuchaba, y relataba palabras de unión y amor, era la de Dean. Allí, leyendo tan mal como él leía y incomodo en un traje que no le apetecía. Miraba a ambos con travesura a sus ojos, y un poco de orgullo también.

Eran tres niños, jugando a cumplir los sueños más lejanos de su vida.

Tomó las manos del mayor y sintió la calidez más perfecta. Sus mejillas se sonrosaron como cuando pregunto si era digno de su amor para toda la eternidad. Finalmente, los aplausos desvanecieron la ilusión y el propiciador de la boda dio permiso para el acto final.

Sam se acercó con la timidez que ya le caracterizaba, y Castiel le sonrió con ternura. Se besaron con suavidad, en un acto de la pureza más celestial. Como besar a un ángel.

La brisa soplo, enviando pétalos de flor por el aire hacia la pareja. El cabello de Sam ondeo hacía su costado y la imagen más natural y bella se presento ante Cas. Más, Samuel acomodo con rapidez su cabello al darse cuenta del desarreglado formato.

No enamoras a un ángel con el cabello despeinado. Hasta un niño de seis años sabía eso.



Fin.

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⏰ Última actualización: Nov 11, 2021 ⏰

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