Regreso a la niñez.

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La universidad a las que asistía estaba algo lejos de sus padres, de igual forma que de los padres de Jessica. Su cumpleaños era tiempo de relajarse y saborear un poco más de la calidez familiar, yendo a su hogar. A pesar de que había comenzado algo emocionado la mañana, el resto del viaje se llenó por peleas con su pareja. Sabía que era el causante de estos conflictos, ya que se había mantenido alejado de ella estos últimos meses.

Repentinamente, los mensajes con Castiel se hicieron más recurrentes y había días en que solo podía pensar en él. Volvía a sentir la misma ilusión de siempre, y tan solo había recibido una frase esperanzadora por parte de su ángel. Castiel parecía tener más tiempo para conversar con él y se sentía animado por esa cercanía que habían perdido con los años.

Parte de sí tenía claro que esto era temporal, comenzarían a menguar las respuestas a mensajes hasta que se convertirían en fugaces estrellas en el firmamento. Había pasado años atrás, y no iba a engañarse de nuevo. Era bueno saber que aún lo tenía en su vida, pero dudaba de que regresará por completo a ella algún día.

La puerta de su casa se abrió y Mary se acercó al auto en cuanto estacionó. Los abrazos de su madre eran siempre tan sanadores; se aferró a ella como si fuese la última vez, y sintió su corazón menos pesado. Su padre le recibió con un fuerte apretón y golpe amistoso en su espalda; recordándole que no podía venirse abajo, su rostro siempre debía mirar al cielo. Sus padres saludaron a Jessica con tanto cariño como siempre, invitándola a entrar primera. Ese particular bullicio de la familia era estar en casa de verdad.

Aunque paso algunos años sin desear el festejo de su cumpleaños, pronto tuvo que aceptar las circunstancias y continuar con su vida. Las velas que adornaban su pastel eran igual de intensas que la vela frente a la fotografía de Dean. Siempre le recordaría; evitando las lágrimas y retomando las sonrisas.

Su madre traía los recuerdos a la mesa y su padre los acompañaba con álbumes de fotos. Charlaban un rato sobre aquella lejana niñez, que a veces recaía en la melancolía; hasta que Castiel entraba en las memorias.

- ¿En verdad le propusiste matrimonio? –rio Jessica junto a su madre.

- Se veía adorable en su trajecito –aportó Mary.

El carmesí tinto su rostro mientras más y más comentarios llegaban sobre aquel día.

- ¿Y qué dijo Castiel? –preguntó ella.

No sabía si fue a propósito por parte de sus padres, o de verdad tuvo su oportunidad; pero el silencio le dejo espacio para contestar orgulloso a ese interrogante.

- Él dijo que sí –sonrió a las fotografías que aun conservaban de Cas.

- ¿Qué más iba a decir? Sammy era realmente adorable –recalcó Mary.

Casi por instinto, mientras los demás conversaban, acarició la base de su dedo anular. Él también había recibido su anillo y propuesta, aunque sus padres no lo sabían. Ambas partes habían prometido casarse en un futuro; y ahora se encontraban tan lejos de ese destino.

Al día siguiente, los cuatro se dirigieron hacia el cementerio de la ciudad. Dean había muerto tiempo después del cumpleaños de Sam, pero esa fue la última vez que le vio consciente. Por ello, cada vez que esa fecha caía, trataban de ir a visitarle en los días cercanos.

En todas las ocasiones, cuando atravesaba el portal del cementerio, sentía un particular silencio apoderarse del ambiente. Quizás era solo la sensación de vacío ahogándole de nuevo, como cuando sintió su mundo caer. Era tan solo un jovencito en ese entonces; y con el pasar de los años, cuando pisaba frente a esa tumba, volvía a ser pequeño y vulnerable.

Apartó una lágrima traviesa que recorrió su mejilla. La mano de Jessica se entrelazo con la suya, olvidando los problemas con los que cargaban solo por ahora. Siempre se preguntó qué era lo que pensaría Dean sobre su novia. Trataba de imaginarlo diciendo que ella era linda y simpática; pero parte de sí sabía que lo que diría era muy distinto.

"¿Qué? ¿Y dónde está Cas? Se supone que iban a casarse, Sammy", reclamaría de forma infantil, sin reparo alguno de los presentes. Por supuesto que Dean respetaría lo que hiciese con su vida, pero le conocía demasiado para aceptar que simplemente dejará atrás a Castiel. Era probable que trajera de los pelos al ángel para cumplir con la promesa que habían hecho. Sonrió al imaginar esa cómica situación, con toques de melancolía en su gesto.

Luego de un rato, se apartaron del verde paisaje para regresar a casa. Sus padres conversaban, abrazados más adelante. Mientras, Jessica caminaba a su lado, diciendo algo que no escuchó. Fue una extraña sensación la que le invadió, como si escuchará un sonido que realmente no existía. Escuchó como su hermano le llamaba "Sammy" a sus espaldas, casi como un recuerdo, un sueño, un deja vu.

Volteó hacia aquello y vio la pequeña figura a lo lejos.

- ¿Sam?

- Adelántense. Voy en un minuto –se excusó apresuradamente con Jess.

Sus pies casi que se movían solos de vuelta al descanso eterno de Dean. Y, mientras la imagen se volvía más clara, más aceleraba el paso. La brisa suave sopló, en ese empujón imaginario que sintió la vez que se confesó a Castiel.

La gabardina color caqui flameo en el viento; pero esa persona continuo de espaldas, observando la placa de piedra que decía "Dean Winchester". Sam detuvo su carrera a poco de llegar, con su corazón desbocado. A paso lento, cortó la distancia y tiró suave de la manga de la gabardina.

El tiempo se detuvo para él cuando le vio voltearse.

Ojos color cielo, un tenue bronceado en su piel, el oscuro cabello peinado hacia arriba y la forma tan particular de sus labios. La sorpresa en su rostro fue cambiada por una sonrisa; y aún Sammy no podía entenderlo.

- ¿Castiel? 

Anillos dulces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora