Tiempo.

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Los días se volvieron más monótonos y fríos. Dejó los amigos de lado por un tiempo, centrándose de lleno en sus estudios, sin salir de casa más que para ir a la biblioteca o a la iglesia, por la que pasaba las tardes de domingo a rezar a solas. Paso a tener las mejores calificaciones y llevarse premios por ello. Rechazaba invitaciones a eventos sociales y se enamoró de la soledad, buscándola a cada minuto.

A diferencia del resto de jóvenes, prefería pasar los fines de semana con su familia. Iban a acampar, o simplemente hacían picnics en el patio; eran momentos que, tanto él como sus padres, necesitaban. Al menos aun podían divertirse gracias a esos pequeños instantes compartidos, apaciguando un dolor que jamás se iría por completo.

Samuel escribía largos correos, a veces adjuntando música o fotografías de su día, todos para Castiel. Habían elegido esa manera de comunicarse debido a los horarios que no coincidían y a la falta de tiempo del mayor para tener una comunicación más fluida. No tenía problema por ello, ya que aprovechaba para expresar todos sus sentimientos sin tapujos, como el enamorado perdido que era.

Comenzaron a ser diarios cuando Castiel se marchó, eso quito un poco de peso al dolor que Sam sintió con aquel desenlace. Luego, los tiempos se volvieron más densos y así, la distancia entre los mensajes. Pronto acabaron siendo uno por semanas, o quizás dos como máximo. Al final, Sam y Cas solo se hablaban para fechas especiales, cumpleaños y demás.

De repente, la distancia realmente cobró sentido hasta en aquellos mensajes. Eran desconocidos tratando de encontrarse el uno a otro, sin éxito. Las palabras perdieron verdad y sentimientos, convirtiéndose en frases vacías y cortas. Sam dejaba para después el tiempo de escribir sus correos, cuando antes había sido sagrado ese momento; y probablemente Castiel también.

Un día, sin aviso alguno, enviaron el último y frio mensaje, ¿El amor de niños se había acabado?

Su ángel no había salido de su mente ni un solo día desde que se fue, pero poco a poco la imagen de sus azules ojos se alejaba, y ya no podía discernirla en medio de la vida pasando. Pasaba noches tratando de recordar su voz, su tacto, quizás la sensación que le causaba cuando se acercaba a él; más no conseguía rememorarlo.

Fue su momento de entrar a la universidad, y su tiempo fue quien comenzó a pasar demasiado rápido. A sus 25 años, no podía detenerse, el futuro le esperaba. Y, mientras buscaba entre sus cosas, encontró una fotografía. Castiel estaba en ella, tan niño y dulce como le conoció. Cerró sus ojos y trato de imaginarle ahora, pero su mente se quedó en blanco.

¿Aún estaría en su corazón luego de tantos años? No podía estar seguro de ello, y temía mucho por la respuesta. Un día quizás se cruzaría con él, y... ¿Qué sentiría? La sensación vacía al verle, le asustaba muchísimo. Deseaba amarle como ese niño pequeño que comía cereales por la tarde. No quería pensar que ese amor infantil se había apagado por completo y ya no había nada que salvar.

- ¿Sam? ¿Vas a venir a la fiesta o no? –le pregunto la rubia, arreglando su maquillaje.

- Está bien –terminó por aceptar.

Era su novia, Jessica, quien había insistido en que fueran a divertirse, después de verlo pensativo y ausente desde que despertó. Había pasado toda la noche recordando retazos de su niñez, en que iba de la mano de Castiel caminando tras Dean. Sus rostros se habían vuelto borrosos y ya ni siquiera recordaba hacía donde iban o porqué.

Aún debía esperar a que Jessica se cambiará, por lo que abrió su computadora y revisó sus correos. El último de ellos había sido enviado por Castiel, era tan solo una foto de un ángel precioso en la nueva iglesia a la que asistía de vez en vez. "Rezo por ti", decía al pie de la fotografía, con un corazón rosado al final.

Su mirada se perdió en las teclas, hasta que consiguió el valor. Presionó la opción para responder al correo, y la hoja en blanco apareció ante él. ¿Qué debía decir? ¿Cómo debía comenzar?

Tecleó frases típicas, clichés, para una conversación con un conocido. Pero Castiel no era un conocido, era o había sido el amor de su vida, fue su mejor amigo y el de su hermano mayor. No podía tratarle con esa distancia.

- No le mientas... -se susurró a sí mismo, empujándose a hablar con sinceridad.

Respiró y trato de exprimir su corazón, sacarle verdades y no forzar. Presionó sus puños, nervioso y escribió

"Te extraño"

Sin pensárselo mucho, envió el correo, aceptando que no sabía que más decir porque no había más nada en él. Lo desbordaba ese sentimiento de anhelo a aquellos tiempos en que su mano estaba tan aferrada a Cas que no temía a nada.

- ¿Estas? –preguntó Jessica.

Giró en su silla, con una sonrisa y asintió. Saliendo de allí con ella de la mano, no era igual su tacto, aunque no recordaba cómo se sentía el de su ángel. No era igual tampoco lo que sentía por Jessica, y jamás podría compararles. Y a pesar de que no podía estar seguro de sí aún le amaba, el nerviosismo de haber enviado ese mensaje tan sincero se sentía tan real como la vez que le propuso matrimonio.



La pantalla del computador se apagaba luego de 5 minutos sin actividad, y en los últimos 5 segundos antes de que lo hiciese, llegó un correo de respuesta.

Mi ángel: "Las distancias se acortan, Sammy, cuando los corazones se anhelan". 

Anillos dulces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora