Volando a tu lado.

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Lo más divertido del mundo en sus tardes de fin de semana era salir a dar vueltas por la pequeña ciudad en bicicleta con su hermano y Cas. No era más que un pueblo un poco grande, por lo que no existían reales peligros de los que Dean no pudiese cuidarlo. Si la tarde acompañaba con su clima, los tres se preparaban para salir de paseo.

El rubio siempre lo molestaba y aceleraba su velocidad para adelantarlo y alejarse de él, todo para asustarlo. Sin embargo, Castiel siempre esperaba por Sam un poco y tenían un par de segundos en que solo estaban ellos dos. Hasta que su hermano mayor daba la vuelta y regresaba a la línea de bicicletas.

También solían hacer carreras con amigos de Dean, algo en lo que no tenía permitido participar. A Castiel tampoco le interesaba aquello, por lo que se dedicaban a alentar a su hermano mayor, que casi siempre ganaba.

Pero lo mejor de todo, era ver el viento despeinar el cabello de Castiel y el sol resaltando el azul de sus ojos cuando iban en dirección al lago. Parecía que volaba y era un verdadero ángel. Amaba verlo, pero intentaba no desconcentrarse para no caer de la bicicleta.

Llegaron a las cercanías del lago y bajaron, dejando sus trasportes tirados a un lado del camino. Papá les había prohibido acercarse al lago, porque un niño hace muchos siglos se había ahogado, y los padres ya no se fiaban de esas aguas. Pero podían acercarse lo suficiente a la zona humedad, donde habían sapos muy pequeños y adorables.

Solo se ponían allí, en cuclillas a verlos saltar en su diminuto tamaño. Quizás algún otro animalillo se paseaba cerca y solían seguirlo. Siempre intentaban llevar un palo cada uno, a modo de bastón. Nunca se preguntó porque lo hacían, era solo algo que copiaron de su padre y que servía para no tocar algo que les ensuciará.

Sam se alejó de su hermano y Cas que hablaban sobre una colección de figuritas de una serie que al menor de los tres no le interesaba. El lago estaría a cinco metros o poco más, viéndose tan tenebroso como sus padres lo habían dibujado en la mente del chico.

Un día quería meterse, como hacían los adolescentes de la zona. Dean aún no era lo suficientemente mayor para hacerlo, pero Sam estaba seguro de que cuando se lo permitieran, también dejarían que él viniese. Sería divertido, en especial porque podía pasar veranos enteros con Castiel en esas hermosas vistas.

- ¿Sammy? – Llamó Dean.- ¿Quieres que papá nos castigue?

Por supuesto que no. Últimamente se comportaba como el niño más bueno del mundo, porque de esa forma, sus padres nunca le negarían ir a jugar con Castiel y su hermano mayor. Regresó con los dos mayores y subieron nuevamente a sus bicicletas.

El olor particular de aquella zona húmeda se alejó poco a poco y la noche se aproximó. Sam solo quería venir aquí de nuevo cada fin de semana, para ver a Castiel volar.

- ¿Por qué a mí? – Lloriqueó sentado frente a su bicicleta.

Esta estaba absolutamente desinflada y su padre acababa de darle el diagnostico final: tenían que comprar otra cámara. Lo que tardaría hasta el próximo lunes.

- Lo siento, Sammy. – Dijo John. - Tendran que jugar en el parque hoy.

Pero Dean ya estaba preparado su salida hacia el lago, y suponía que Cas estaría igual de entusiasmado. Su padre se sentó a su lado, con esa sonrisa apenada que usaba cuando intentaba consolarlo tan bien como mamá lo hacía.

- ¿Por qué no le pides a Cas que te lleve? – Sugirió. – Su bicicleta tiene rejilla trasera.

Y le pareció... la mejor bendita idea del universo. Le avergonzaba preguntar directamente a Castiel eso, así que empujo a su hermano mayor para que lo hiciese.

- Claro. – Dijo Cas. – Sammy no pesa nada.

Verlo volar era lo mejor. Pero rodear su cintura y recostar su cabeza en la espalda del mayor, era aún mejor. Podía escuchar su corazón tranquilo, y el respirar suave. Aun podía imaginar sus ojos y su cabello, su aspecto de volar...

Pero volar junto a él era celestial.

Papá trajo el repuesto de su bicicleta y estaba dispuesto a colocarlo de inmediato. Sam no podía permitir que eso ocurriera. Así que... hizo desaparecer la nueva cámara, escondiéndola en su baúl de juguetes.

- Que extraño. – Sopesó John, mirando a su alrededor, después de haber revisado todo tres veces. – Juró recordar que la deje sobre la mesa.

- No te preocupes, papá. – Dijo Sam.- No es urgente que repares mi bicicleta.

- Pero dijiste que la necesitabas para andar con los chicos.

- Cas puede llevarme siempre. – Sonrió.

Dos fines de semana pasaron, sin que su padre encontrará la cámara y por tanto, pudo andar con Castiel hasta el lago y de regresó. Pero alguien más descubrió su engaño...

- ¿Qué haces con esto en el baúl? – Interrogó Dean, hablando bajo para que sus padres no le escucharan.

- Es que... - Sus mejillas se tiñeron de carmesí. – si reparan mi bicicleta, Cas no va a llevarme en su bicicleta.

- Solo tienes que pedirle que te lleve. – Rio su hermano mayor. – No tienes que mentir. Además, papá está a punto de comprar una nueva la próxima semana.

Sam estaba apenado. No quiso preocupar a su padre con el tema, pero es que... Castiel lo valía.

- ¿Quieres que le pregunte yo? – Se inclinó a su altura Dean.

Los ojos avellana brillaron en alegría. Podría volar para siempre con Castiel, porque él siempre decía que sí. 

Anillos dulces.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora