34.- Sellwood.

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«Sé sincero, incluso si la verdad es inconveniente, pues resulta más inconveniente cuando tratas de ocultarla.»

—Bertrand Russell.

—Confío en que podrás regresarme el auto en perfecto estado —dice Luke entregándome las llaves—

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—Confío en que podrás regresarme el auto en perfecto estado —dice Luke entregándome las llaves—. Es mi posesión más preciada.

—Es solo un auto —dice Less sonriendo con diversión—. Pero prométenos que conducirás con cuidado.

—Lo haré —aseguro dedicándoles una sonrisa—. Gracias.

Los tres salimos, ellos permanecen en el umbral de la entrada, observando como subo al auto.

—¡No conduzcas tan rápido! —pide Luke en un grito cuando enciendo el motor.

Fueron tantas las advertencias que me dijo sobre el auto que apenas recuerdo la mitad, pero las más importantes fueron, no tener un accidente, no conducir a velocidad, ah, y como no, no tener sexo en ningún asiento del auto.

Era gracioso verlo tan preocupado e interesado por la cita con Halley, solo me dejó ir tras asegurarle que no volveríamos tarde, y que tendría cuidado.

Subo el volumen de la canción que suena por el estéreo mientras acelero por la avenida. La casa de Halley estaba a casi veinte minutos de distancia de la casa de Luke, y tuve que contenerme para no acelerar más de lo debido y reducir ese tiempo a la mitad.

Estaciono el auto justo en la entrada de la casa de los Williams, me bajo del auto y camino hacia la puerta. No hay necesidad de tocar el timbre porque cuando me dispongo a hacerlo, la puerta se abre.

Una sonrisa se dibuja en mis labios al mirar a Halley, lleva un bonito vestido negro, sujeto de la parte de arriba, pero suelto de la falta. Un borde dorado se deja ver en el escote y en las orillas de la falda. Su cabello que habitualmente está liso, se encuentra con ondas que caen a lo largo de sus hombros.

—¿Y bien? —inquiere con una sonrisa.

—Por Dios, estás bellísima —me acerco, colocando una de mis manos en su cintura para atraerla hacia mí. Nuestros labios se encuentran en cuestión de segundos y el labial rojo permanece intacto.

Me aparto cuando la señora Williams aparece. Nos observa con una sonrisa mientras le entrega un abrigo a Halley.

—Antes de las once, Dereck, por favor —dice con amabilidad—. Nada de alcohol.

—Mamá, en ningún sitio nos venderán alcohol, aunque quisiéramos —objeta mi chica.

—No se preocupe, señora Williams —respondo con una sonrisa—. La tendrá en casa temprano y en perfecto estado.

—Lo sé, diviértanse.

Tomo la mano de Halley mientras salimos de la casa, abro la puerta del auto para permitirle subir y luego rodeo con prisa la parte delantera y colocarme en el asiento del piloto.

Atracción mortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora