CAPÍTULO 1.
NOVIEMBRE 2021.
Eran las 7:05 de un viernes otoñal aunque las bajas temperaturas ya avisaban del próximo invierno. Miriam estaba acostumbrada a los pocos grados porque su lugar de nacimiento estaba en Galicia, pero una cosa era el frío de afuera al que uno se enfrenta con varios abrigos y otro frío completamente distinto era el que hacía en su piso de tres habitaciones, dos baños, un living, un comedor y una lujosa cocina, un gran piso que competía con el frío de Madrid a causa de la calefacción rota.
Miriam, que ya de por sí era una persona a la cual siempre se la podía ver abrigada sea la época del año que fuese, llevaba esa mañana un pantalón de vestir negro, por debajo de este unas medias finas y, por encima de ambos, unas botas a los tobillos que impedían cualquier ingreso de frío a sus piernas. Su torso lo cubría, bueno, una camisa fiel a su estilo y de las cuales tenía infinidad de colores, y por encima un sweater, una chaqueta, una bufanda y un tapado que se pondría al salir.
Pero si con ella misma era exagerada, ya podrán imaginar cómo se comportaba con la pequeña humana de un poco más de un metro de altura que hacía 4 años le decía mamá. La pequeña Julia apenas podía caminar cuando salió de su habitación siguiendo a la gallega, los brazos quedaban bastante alejados de su torso a causa de la catarata de abrigos que su madre había insistido en ponerle. Sin contar con el gorro y el cuello que llevaba y que sólo dejaba a la vista sus ojitos grandes y de color verde.
-Mami apenas puedo respirar- dijo la niña intentando bajar con su propia boca la tela que se la cubría.
-Es hasta que llegues a la guardería hija- rió la gallega viendo a su pequeña parada junto a la gran mesa del comedor intentando colocarse su mochila- ven que te ayudo- la llamó mientras la niña arrastraba su mochila hacía ella- Oye, hoy no podré ir por ti porque tengo varias reuniones,si?
-Reuniones con gente importante? - curioseó la rubia pequeña.
-Reuniones con gente importante, así es- sonrió mientras le acomodaba los rizos a la pequeña camuflados bajo el gorro- por eso irá Aitana y ya luego se vienen para aquí hasta que yo llegue.
-Y haremos pijamada? - preguntó la niña entusiasmada por la idea.
-Podemos preguntarle a Aitana si le apetece, si -aceptó riendo por la rapidez con la que se entusiasmaba la chiquita.
-¿Y la tía puede cantar? y tú? -preguntaba cada vez más emocionada.
-Ya tienes cara tú niñita, te embalas en dos segundos- reía antes de darle un toque en la nariz- primero lo primero, yo al trabajo, tú a la guardería- le indico antes de tenderle la mano y salir hacia el ascensor.
-¿Qué son esas cajas mami?- preguntó la niña cuando la puerta se abrió en su planta.
-Mmm, deben estar sacando las cosas de Susana-la antigua vecina de las rubias- vayamos por el otro, anda- y ambas subieron al otro cubo metálico.
El auto personal de Miriam con su chofer ya las estaba esperando en la puerta del edificio para llevarlas a cada una a su destino. El primero, el preescolar de la niña donde Miriam la dejó junto a su señorita, no sin antes darle reiterados besos, recordarle que Aitana pasaría por ella y por último, pero no menos importante, lo mucho que la quería. El segundo, la editorial de la cual Miriam se había hecho cargo luego del retiro de su padre, así es, apenas rozaba los 30 años y ya tenía lo que cualquiera llamaría "el futuro armado".
Directora ejecutiva y principal accionista de una de las mayores editoriales del país, dueña de un piso propio, auto, e incluso una casa quinta a las afueras de Madrid, propiedades en diferentes ciudades, muchos ceros en más de un banco. El trabajo que había comenzado en su familia varias generaciones atrás le había dejado un piso sólido en el cual moverse. Pero nada se recibe sin dar nada a cambio, por eso Miriam al finalizar sus estudios, y dejando de lado cualquier deseo propio, comenzó una Licenciatura en Letras a la par que realizaba capacitaciones en todos los rubros de los que podía nutrirse para ocupar el lugar que ya le había sido destinado.