CAPÍTULO 15.
Diciembre de 2021.
MIRIAM.
Ni yo misma sabía cómo mantenerme despierta. Era la quinta videoconferencia del día y todo lo que escuchaba me parecía más de lo mismo, aún así saqué concentración de vaya a saber donde para atender lo que me decía la persona al otro lado de la pantalla.
Nada más cerrar la pestaña de la llamada, me permití recostarme sobre el respaldo de la silla y voltearme a ver el centro de Madrid desde el ventanal de mi oficina. Apenas había cerrado los ojos cuando dos toquecitos y un posterior "permiso" me hicieron volver en sí misma recordándome que aún quedaban algunas horas de trabajo.
-Alba- le sonreí a mi secretaria volviendo a girar hacia el escritorio.
-¿Cómo ha ido?-pregunta devolviéndome la sonrisa cálida que la identifica y dejándome un café de los que ella descubrió hace tiempo que me gustan y que me trae casi todos los días.
-No tan mal -cierro los ojos bebiendo un trago y agradezco que Alba sea tan atenta- pero la próxima vez que te diga que me cierres tantas reuniones en un día no me hagas caso y obligame a quedarme con menos.
-¿Pedirle a Miriam Rodríguez que no trabaje demasiado? uf- suspiró cruzando las piernas en su sitio- al final el trabajo más pesado de aquí lo tengo yo - bromeó y me hizo reír - ¿mañana sigues queriendo tener el día libre? - preguntó ojeando la agenda que siempre tenía en la mano y yo fruncí el ceño intentando recordar el motivo de aquel pedido- el concierto de Aitana y querías...
-Si- asentí bebiendo otro trago- definitivamente si, quiero viajar temprano y pasar tiempo con Julia que estas semanas han sido un caos
-Okey, entonces ¿arreglo con Carlos? -mi chofer, lo medité unos segundos y negué.
-Manejaré, me apetece, además creo que este fin de semana era el cumpleaños de su hija, no haré que se lo pierda por llevarme a pasear- Alba asentía mientras tachaba vaya a saber qué de la agenda- ¿tú qué planes tienes para el fin de semana?
-Iré a ver a Aitana -sonrió bebiendo del café que también se había traído para ella, aunque era dulce en exceso y con bastante leche, también yo había aprendido que le gustaba así.
-¿Has comprado entradas?- pregunté casi indignada.
-Si, bueno en realidad ha sido un regalo- aclaró- mi hermana las ha comprado - se encogió de hombros- así que supongo que nos veremos allí - y se puso de pie cuando escuchó que el teléfono de su puesto comenzaba a sonar.
Alba había entrado en su lugar el mismo día que yo, a la misma hora y desde ahí no había persona que me conociese más en todo el edificio que ella. Podríamos decir que ya éramos amigas, pero creo que desde el primer momento nos hemos comportado más como familia. Ambas entramos siendo dos niñas, teniendo sólo las ideas teóricas de cómo movernos en este sitio pero supimos acompañarnos mutuamente y hacer de nuestro trabajo algo que no pesase, al menos no tanto.
Yo sabía todo de ella, sobre todo porque era alguien a quien hablar de su vida no le suponía un problema, sus romances, sus problemas familiares, los dramas con sus compañeras de piso y cualquier cosa que se le cruzase por la cabeza. Era la encargada de recordarme que estaba trabajando de más, que no había comido e incluso si notaba que no había salido en todo el día de la oficina, se encargaba de traer una suculenta comida como para alimentar a toda la planta. Amaba a Julia con locura y al menos una vez al mes se aparecía con regalos que la pequeña recibía feliz, la tita Alba, así la llamaba y me obligaba a mandarle notas de voz para agradecer cada regalo con el que llegaba a casa.