Un beso

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Me desperté por los ladridos de Luna y por los malditos aspersores que me empaparon entera. No pudo comenzar peor el día. Llamé a la puerta y grité durante unos quince minutos hasta que mi hermanastro me abrió.
-!¿Porqué coño me despiertas a -se miró el reloj- las siete de la mañana?! ¡Es sábado, Aroa! ¡Quiero dormir!
-Pues vete a dormir, que es lo que voy a hacer yo, no me toques las narices.- dije entrando en casa.
-¿Qué no te toque las narices? ¡Me has levantado a las siete de la mañana un puto sábado! ¡Un puto sábado!
-No hace falta que lo repitas, ni que me grites, te he escuchado la primera vez. Y sí, no me toques las narices.- seguí hablando antes de que me interrumpiera.- Porque he dormido en el suelo, estoy helada y tú.- le señalé con el dedo- no me abriste anoche la puerta.
Me iba a contestar, pero Luna le distrajo.
-¿Que hace este chucho en casa?
-Este "chucho" como tu la llamas, es Luna y se va a quedar aquí.
-¿Y quien te ha dado permiso para traerla?
-No creí que te fuese a importar, pensé que los perros entre ellos se llevaban bien.- dicho esto, le cerré la puerta de mi habitación en las narices y puse el pestillo.
-¡Aroa, abre la puerta ahora mismo!- gritó por enésima vez.
-¡Qué no te voy a abrir?- Grité desde mi cama.
-¡Tengo que hablar contigo, joder!
No contesté, me pareció gracioso escuchar como se enfadaba cada vez mas.
-Vale, ahora si vamos a hablar.- informó entrando por la ventana.
-Es demasiado cliché hasta para ti, deja de hacer el idiota y lárgate, no me apetece hablar contigo.
-No te comportes como una niña pequeña.- Se sentó a mi lado en la cama.- además, soy tu tutor legal y tienes que hacerme caso.
-Hablaré contigo, pero...
-¿Que quieres ya, enana?- me interrumpió.
-Que dejes de llamarme enana, lo odio y lo sabes y que no pongas pegas para que Luna se quede.
-No se va a quedar ese chucho en casa y lo sabes.- No se veía muy convencido, sabia que a Hugo no le gustaban mucho los perros, así que le puse cara de cachorro, siempre funcionaba.
Como veía que no funcionaba me puse los auriculares, me tumbé e intenté dormir, pero el idiota de Hugo me lo impedía dándome golpecitos en el hombro.
-O paras, o le cuento a tu padre todas las fiestas que has hecho cuando estabas castigado.
-No lo harás, además, nunca está en casa, aunque me castigue, no lo cumpliré.
-Oh, que malote.- me burlé.- pero lo que puede hacer es que cuando vengan mañana, quitarte todo el dinero.
-Tengo todo el dinero en mi caja fuerte.
-¿En la de los Teletubbies?
-Si.- Afirmó con orgullo.
-Es verdad, Sr. Soy el mejor y Lala mola mogollón.- dije entre risas.
-¿Como sabes la contraseña?
-Eres muy predecible Hugo.
-Y me conoces mejor de lo que pensada.
-No te creas.- me senté en la cama.- llevo años viviendo contigo y a parte de tu nombre y que amas los Teletubbies, no sé mucho más, y tu de mi tampoco es que sepas mucho más tampoco.
De repente el ambiente se volvió incómodo, no le miraba a los ojos, no sabia que decir, ni nada, pensaba que él tampoco hasta que habló.
-Eso es lo que tu crees. No sé cual es tu comida o cantante preferido. Pero sé que eres muy madura por lo que has vivido, si estás nerviosa, no paras de tocarte la ultima pulsera que te regaló tu madre, cuando tienes pesadillas coges el peluche de tu hermano e intentas dormirte otra vez y si eso no funciona vuelves a leerte el libro favorito de tu madre. Y como esas cosas sé más, porque aunque no seas consciente de ello, me preocupo por ti y me fijo en lo que haces. Intento comprenderte y ayudarte, pero no se como hacerlo, Aroa.
-Wow.- no me lo esperaba- no sabia que te fijaras en lo que hago.
Otra vez volvió el incómodo silencio.
-Será mejor que vallamos a dormir un poco, estarás cansada.
-La verdad es que ya no tengo sueño, iré al comedor.-Dije sin mirarle a los ojos, no sabía porque, pero me daba vergüenza. Me había sorprendido y además seguía con el torso desnudo y aun que me alegrara la vista, me incomodaba un poco.
-Te acompaño.
Al llegar al comedor me sorprendió que se sentara en el otro extremo del sofá. La verdad es que pensaba que se sentaría al lado mío. Estuvimos en silencio viendo la televisión durante una hora, hasta que mis tripas sonaron de tal manera que llamó su atención.
-¿Tienes hambre?- preguntó.
-No, solo un poco.- mentí. Me estaba muriendo de hambre.
-Ven.- le cogí la mano que me tendía.- vamos a cocinar algo.
Le solté la mano inmediatamente.
-¿Que pasa?- preguntó confundido.
-He estado a punto de morir dos veces en un corto período de tiempo, no quiero una tercera.-Frunció el ceño.- Haber, te lo diré de otro modo: tú+cocina= tragedia. ¿Así lo entiendes mejor?
-No seas tonta, ven.
-O sino, ¿qué?- le desafíe.
El me miró de la misma manera desafiante.
En menos de dos segundos estaba colgando de su espalda, chillando y pegándole para que me bajara, pero la verdad es que tenía muy buena vista de su culo, esos pantalones azules le favorecían muchísimo. Pero no le daría la satisfacción de saberlo.
-¿Me vas a bajar ya?
-Sí.- me dejó sentada en la encimera de la cocina.-¿Contenta?- sonrío.
-Mucho.- Respondí devolviéndole el gesto.
-¿Que quiere cocinar la señorita?
-Pizza.
-¿Pizza? ¿No prefieres otra cosa? Señorita "no como esto porque engorda demasiado"?
-Que tonto eres, Hugo.- le desordené el pelo.
-Pero sin este tonto no estarías aquí.
-Ya lo sé.- le acerqué a mi, poniéndomelo entre las piernas.- si sabes que te lo digo con mucho love.
-Ya lo se tonta.
Ahora fue él quien se acercó, estábamos muy cerca, demasiado, pero me sentía bien, a gusto, protegida. Y eso no era bueno. No quería pillarme, no otra vez, ya sufrí bastante por él. Ahora sé que le importo, sino no hubiera hecho tanto por mi, pero no lo hizo por "Aroa, la chica que le gusta", lo hizo por "Aroa, su hermanastra".
-Hey.- tocó la nariz con su dedo.- ¿En qué piensas?
-Deja mi nariz tranquila.- dije soltando una risilla.
-¿Por qué? A mi me gusta.
Se fue acercando poco a poco y mordió cuidadosamente mi nariz. Al volver a la postura inicial, fue poco a poco abajo, haciendo que mi labio superior y su labio inferior se rozaran.
Ojalá hubiera bajado un poco más y me hubiera besado, pero el no lo haría y no lo hizo. Como he dicho antes, me veía como su hermana pequeña.
-Venga, vamos a hacer la pizza.- dijo dándome una palmada en la pierna.
-Uff... ¿No puedes hacerlo tú y yo me quedo aquí?- propuse poniendo cara de niña buena.
-No, venga, no seas tan vaga.
-Vale, pero porque estoy de buen humor, sino la hubieras hecho tu solito, que conste.-le dije bajándome de la encimera.
-¿Se puede saber por que la señorita está de buen humor?- preguntó mientras poníamos los ingredientes en la encimera.
-¿Que me darías a cambio?
-¿Que quieres?- tenía un brillo en la mirada que me ponía nerviosa.
Quería un beso, pero no se lo diría.
-Mil euros.
-No los tengo, enana.
-¿Pues qué me puedes dar?
-Un beso.

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Un besi!!💋

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