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TALIA NO SE ARRIESGARÍA a volver por su coche, así que llamó a un taxi y lo dirigió hacia el antiguo lugar de trabajo de Eddie. Mientras estaba sentada en la parte trasera del taxi, volvió a intentarlo con Eddie, y esta vez él respondió.
━ No, no, no puedes estar cerca de mí ━ respondió Eddie ━ siento haberte dejado. ¿Estás bien?
━ Estoy bien ━ respondió Talia ━ Eddie, voy a buscarte.
━ No, no puedes acercarte a mí ━ repitió Eddie ━ no puedes acercarte a mí ahora mismo.
Escuchó voces que discutían por teléfono y escuchó el nombre 'Richard' usado varias veces. Finalmente, una vez confirmada su suposición, le pidió al taxista que acelere antes de acercarse el teléfono a la oreja.
━ Eddie, escúchame. Quédate donde estás. Estoy en camino.
Colgó el teléfono y, sin nada más que hacer excepto esperar, se reclinó en el asiento y se mordió las uñas nerviosamente. No era así como esperaba pasar sus días libres; persiguiendo a su mejor amiga por la ciudad mientras un grupo de agentes secretos intentaba secuestrarlos y potencialmente matarlos. Tampoco sabía cómo lidiar con el hecho de que Eddie ahora era medio alienígena, y que lo que fuera que el 'simbionte' le estuviera haciendo a su cuerpo obviamente no era saludable. Toby no había dicho expresamente que Eddie se estaba muriendo, pero el tono de su voz había implicado fuertemente que ese era el caso.
Mirando por la ventana, Talia apoyó la cabeza contra el cristal y suspiró.
━ Oh, Dios, por favor déjalo estar bien.
Eddie no era el mejor para cuidarse a sí mismo en circunstancias normales, por lo que ahora que tenía la presión adicional de un objetivo en su espalda y el ejército de Carlton Drake lo perseguía, Talia no tenía grandes esperanzas de que le fuera bien. Solo podía esperar que cuando llegara a él, fuera el tiempo suficiente para salvarle la vida.
El taxi se detuvo frente a las oficinas y Talia arrojó un billete de veinte dólares al conductor, gritando: ¡Quédese con el cambio! ━ mientras abría la puerta y corría hacia el edificio.
Las luces estaban apagadas y, a medida que se acercaba, podía oír los inconfundibles sonidos de los disparos. Reduciendo el paso, entró por una de las puertas de vidrio y se quedó pegada a la pared. Oía gritos y, por lo que podía ver, el lugar había sido saqueado. El miedo se estaba apoderando de su garganta, amenazando con estrangularla cuando pasó junto a otro cuerpo inerte como los que quedaron después de que Eddie se volviera loco en el apartamento. Ella rezó para que uno de esos cuerpos no era Eddie, y que todo esto había sido en vano.
