Me doy la vuelta frente al espejo, atónita.
Se han ido así, sin más. Hace un minuto estaban saliendo de mi espalda dos enormes alas blancas y ahora han desparecido de golpe. Me palpo la espalda como puedo, buscando alguna protuberancia o alguna clase de cicatriz que me demuestre que no me estoy volviendo loca. Al final, encuentro a la altura de los omóplatos un relieve que antes no estaba, como una suave línea que forma dos círculos irregulares a cada lado de la columna.Corro hacia el baño para buscar otro espejo y poder verlo mejor, pero tengo la espalda llena de sangre seca y apenas veo nada, así que decido darme una ducha rápida.
Después de dejar correr el agua hasta que ha vuelto a su color transparente habitual, al fin noto el cuerpo y el pelo limpio y suelto. Me lo recojo en un moño alto y deshecho para mirar de nuevo mi espalda. Las dos marcas son como las imaginaba salvo por un detalle, no son rojas como una cicatriz reciente, si no de un blanco marfil, algo difuso en mi piel clara, como si se tratara de una herida que curó hace años.
Sin embargo algo más ha cambiado. Las alas han desaparecido, pero de algún modo las sigo sintiendo. Es como si estuvieran apretujadas y aplastadas dentro de mi, como queriendo liberarse. Esto empieza a suponer demasiado para mi.
Respiro hondo de nuevo y salgo del baño. Todavía tengo que limpiar la sangre del suelo, antes de que penetre más y sea imposible limpiarlo.No obstante, al llegar al pasillo, en el lugar de la mancha me percato de algo.
Hay alguien más mirando la sangre. Y a su espalda, enormes, dos imponentes alas blancas.
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El desconocido alado era bastante alto, con un cuerpo delgado y fibroso. No debía tener más de 40 años, pero era difícil decirlo ya que lucía una barba de pocas semanas que empezaba a canear, al igual que su pelo oscuro, algo que lo rejuvenecía y envejecía al mismo tiempo. Cuando levantó la vista de la mancha del suelo se fijó en Abril, y le sonrío con un gesto casi paternal.
-Hola pajarito.- Con gesto dulce trató de calmar la expresión de terror de ella, que poco a poco había retrocedido, buscando algo con que atacarlo.
-Puedes seguir buscando todo lo que quieras, pero para llegar a la cocina e ir a por algún cuchillo tienes que pasar por encima de mi.- Bromeó él, en un intento de relajar la situación.
-Que así sea.- Contestó Abril desafiante, preparada para atacar al misterioso pajarraco que había entrado en su casa. Con un grito se lanzó hacia él, armada tan solo con sus puños, y en un pestañeo él la agarró por la espalda y la inmovilizó.
-Te vas a herir a ti misma, pajarito. Se que estás confundida pero ahora mismo soy el único que puede ayudarte. Si quisiera hacerte daño podría haberte matado ya mismo, ¿no crees?
Estas últimas palabras solo cabrearon más a Abril, que al igual que un animal empezó a retorcerse en sus brazos y a tratar de morderle y arañarle. El desconocido la retuvo paciente, sin soltarla pero sin dañarla, a la espera de que se calmara.
Sin embargo Abril no reaccionaba ante su mensaje de paz. Cada vez estaba más frustrada e impotente al verse incapacitada para soltarse del abrazo de hierro de aquel hombre, y empezaba a sentirse furiosa y desbordada por los acontecimientos de las últimas horas.
Se centró cada vez más en esa rabia contenida en su interior, y la necesidad de liberarse se hizo insoportable. Y entonces estalló. Notó como su espalda se desgarraba en un segundo, liberando las alas y confundiendo durante un instante a su contrincante que, sorprendido, aflojó el abrazo y la soltó. Abril, exultante, se separó de él y se preparó para atacar.
-Oh, por favor.- Suspiró él mientras alzaba la mano. Y de golpe, por tercera vez en ese día, todo se volvió negro y Abril perdió el conocimiento.
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Noche de Abril
ParanormalAbril es una chica normal, solitaria y algo borde. Vive totalmente independiente desde hace más de 4 años, ya que desde los 18 no ha tenido ninguna clase de contacto con su familia. Sin embargo, un día cualquiera un dolor de espalda que le atormenta...