Capítulo ocho

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Llevaban un rato mirándose fijamente, evaluando la tensa situación. Abril seguía levantada pero no se atrevía a moverse. A toda velocidad empezó a pensar en que opciones tenia.

La primera era huir, salir corriendo de allí. Pero incluso aunque Iahiel estaba sentado y eso le daba una mínima ventaja a ella, tampoco sabía donde ir y él la alcanzaría tarde o temprano. La segunda opción era atacarle. Pero Abril dudaba seriamente que el cursillo de defensa personal -que su padre le obligó a tomar cuando le empezaron a crecer los pechos- funcionara contra los trucos y rayos de luz de Iahiel.

Al final fue éste quien se movió, levantándose y clavando sus oscuros ojos azules en Abril.

-Mira, se que todo esto es muy complicado y se que te estoy poniendo entre la espalda y la pared... -trató de suavizar su voz.- Pero yo soy del bando de los que no quiere herir a nadie ¿de acuerdo? Y mucho menos a alguien de mi propia especie.

-Iahiel, ¿te das cuenta de que todo lo que se sobre vuestro mundo, sobre las alas y sobre la supuesta guerra, es información que me ha dado un tío que amablemente me está pidiendo que sea su prisionera? - Abril sonaba contundente y segura a pesar de que por dentro estaba acojonada.

-No he dicho que vayas a ser mi prisionera. Te llevaré a un sitio donde estarás segura, donde aprenderás a controlar tu nuevo cuerpo y las ventajas de este, y donde te podremos explicar más sobre este asunto para que entiendas nuestro punto de vista.

-Ya, claro, prueba mejor con lavada de cerebro.- A Abril se le acababa la paciencia.

Iahiel se sentó de nuevo, hundiéndose en su silla. Estaba realmente cansado, nunca le había gustado enfrentarse a nadie y Abril era una chica excepcionalmente terca. Suspiró con los ojos cerrados y habló tan bajo y suave que ella tuvo que sentarse y acercarse a él para entenderle.

-Pajarito... Dame el beneficio de la duda. Se que debe ser muy difícil y que no te estoy dando motivos para confiar, pero lo último que quiero es hacerte daño, yo o cualquiera de los míos. No serás prisionera ni nada, vas a ser tan libre como cualquiera de nosotros, pero para eso primero tienes que entender que significa ser un Akhariem. Porque incluso aunque tu decidas separarte de esta guerra, cosa que respeto, tratarán de meterte dentro unos u otros, y necesitas estar preparada y aprender a defenderte.- La voz de Iahiel era apenas un susurro.

Abril no sabía decir que fue lo que la convenció. Por dentro sabía que era estúpido, que no sabía donde la llevaban y que todo ese asunto iba a acabar muy mal; pero aun así, por primera vez en su vida, dio un salto de fe y aceptó la oferta de Iahiel. Al fin y al cabo ¿que otra opción tenía?

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Después de pagar y de que Iahiel dejara una generosa propina por el rato que habían ocupado la mesa, se fueron del café y anduvieron en silencio hasta una camioneta que estaba aparcada cerca allí. Cuando Iahiel sacó las llaves del bolsillo Abril se giró hacia el, con la duda en la cara.

-Pensaba que íbamos a ir volando.- dijo extrañada.

Él río suavemente mientras entraba en la camioneta.

-Pero si aún no sabes volar pajarito. Además está un poco lejos y aunque no lo creas volar llevando a una persona a cuestas provoca agujetas.

Abril no supo si eso último lo decía en broma o no, pero entró en la camioneta y al poco rato se durmió.

Soñó con extraños seres alados y con una mujer que, con la cara borrosa, decía ser su madre.

Noche de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora