Capítulo doce

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Oyó como gritaban su nombre a sus espaldas, pero ya era demasiado tarde.

Abril caía a una velocidad de vértigo, con el viento silbándole en los oídos y el corazón desbocado. Tenía un nudo en el estómago que le recordaba a la sensación de una montaña rusa, sólo que mucho más intenso. Le invadió el pánico y sólo se vio capaz de pensar en tres palabras, que repitió en su cabeza como un mantra: 'no quiero morir'. Se aferró a ese deseo de vivir y cerró los ojos con fuerza para no ver el suelo que se aproximaba velozmente.

Fue en ese momento que algo en su interior estalló. Notó las alas abriéndose paso al exterior, liberándose de la presión y extendiéndose al máximo.

'Estoy salvada' fue lo último en que pensó antes de llegar al suelo.

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Abril parpadeó confundida. Estaba tumbada en una superficie rocosa, mirando hacia arriba en una posición muy incómoda. Al principio sólo distinguía el color azul claro del cielo, en el que apenas flotaban unas pocas nubes. Pudo ver el acantilado por el que había caído hacía unos instantes, y se sorprendió al comprobar que desde abajo parecía aún más enorme. El sol le alumbraba directamente, haciendo que su visión se tornara borrosa, y a duras penas distinguió las extrañas figuras aladas que se aproximaban a ella gritando frases incomprensibles.

-Joder, ¡joder Iahiel todavía respira!- gritó una voz femenina, que Abril identificó como Lim.

Trató de retroceder asustada de esos locos, pero solo consiguió que un dolor sordo en su rodilla derecha aumentara, haciéndola gritar. Iahiel fue el primero en llegar hasta ella, arrodillándose con cuidado a su lado.

-Tranquila pajarito, no te muevas, ten cuidado.- le susurró paternal mientras comprobaba si se encontraba bien.- Menos mal que has frenado un poco la caída al desplegar las alas.

Abril intentó hablar, pedirle que se alejara de ella, pero sólo consiguió soltar un suave quejido. 'Genial, seguro que así lo espantas, genio' se dijo así misma con amargura.

En cualquier caso, Iahiel no sólo no se movió, si no que ayudó a Abril a incorporarse suavemente. Ésta no pudo evitar sujetarse la cabeza con ambas manos, todo le daba vueltas. Cuando alzó la vista vio que Mekael se acercaba a ella con una cara entre la preocupación y algo más que no supo identificar, ¿algo así como admiración?

-Vaya tela, Abril. Estás como una jodida cabra. ¿Cómo se te ocurre saltar así, sin haber aprendido a volar o al menos a sacar las alas?- le reprochó él.

-Y-yo...-contestó ella confundida.- Me perseguíais y... No se, joder, estabas actuando como un puto maniático.-trató de justificarse a duras penas. -Tenía miedo. Me habías hecho ese corte en la mejilla y...

Mekael sonrió entre alucinado y aliviado. Con ternura acercó la mano hacia la cara de Abril y se la acarició suavemente. Ella notó una sensación cálida, demasiado tibia para ser normal. Por un momento pensó que tenía fiebre, pero cuando él retiró la mano pudo percibir como el dolor del corte que le había hecho antes había desaparecido, al igual que la herida.

-Capullo... -Susurró mientras se llevaba con cuidado la mano a la mejilla, comprobando que no quedaba ni la más mínima cicatriz.

-Pequeños truquitos de akhariem.- Contestó encogiéndose de hombros.- Nunca pensé que saltarías, estás loca. Suponía que sentirte presionada te ayudaría a sacar las alas, pero no pensé que te habías creído el numerito de antes.

-Pues eres mejor actor de lo que pensabas, imbécil.- Le insultó cabreada.

Sin embargo un pensamiento más importante acudió a ella de golpe. '¡Las alas! ¡He conseguido sacarlas!'. Con una sonrisa de suficiencia y haciendo caso omiso al dolor de su pierna trató de ponerse de pie. Iahiel la sujetó por un brazo ayudándola, mientras que Mekael hacía lo mismo por el otro lado. Una vez en pie movió las alas ilusionada, estirándolas y doblándolas lentamente.

Se giró exultante hacia Iahiel que la miraba con orgullo mientras que Abril reía con ganas.

-¡Mírame! ¡Mira las alas!- dijo emocionada.

-Ya te miro, ya. - Contestó una voz que no era la de Iahiel. Caleth la miraba obsceno con una media sonrisa pintada en la cara.- Y he de decirte, querida, que por mi puedes sacar las alas así siempre que quieras.

En ese momento, Abril fue consciente de que había vuelto a desgarrar su camiseta, dejando su bonito sujetador y pechos al aire, que Caleth miraba con gran interés.

Noche de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora