Capítulo 20. Dulces mentiras

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—Cuidado... cuidado...

—Estoy bien, ya casi... ¡auch! - se quejó la joven de cabello castaño cuando su trasero toco estrepitosamente la dura nieve.

Oliver la había llevado de fin de semana a Oberstaufen, un resort para esquiar donde el dueño del lugar era amigo del rubio; habían llegado desde temprano, y el empresario aprovecho para darle clases privadas de esquí a Ariadna.

Sin embargo, y pese a lo que ella esperaba, este se mostró sobreprotector en todo momento con ella.

Normalmente se le veía relajado y confiado, de hecho según lo que ella observo, era todo un experto en aquel deporte.

Pero en cuanto ella se puso los esquís e intento practicar, él no se despegó de su lago.

—¿Estas bien? - pregunto acudiendo de inmediato a su auxilio.

—Si, ¡otra vez! - dijo animada y el rubio la miro negando con la cabeza.

—Tu no aprendes, ¿verdad? ¿Quién pensaría que mi chica seria toda una mujer intrépida?

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—Tu no aprendes, ¿verdad? ¿Quién pensaría que mi chica seria toda una mujer intrépida?

"¿Su chica?, ¿Qué demonios le había picado para que se refiere a ella de esa manera?", pensó frunciendo el ceño y agradeciendo que Ariadna no pudiera notar su molestia debajo de los lentes.

"¿Su chica?, ¿Qué demonios le había picado para que se refiere a ella de esa manera?", pensó frunciendo el ceño y agradeciendo que Ariadna no pudiera notar su molestia debajo de los lentes

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—Como sea- continuo, tratando de restar importancia a lo que dijo anteriormente —ya es un poco tarde, y aún no has comido. Vamos, conozco al chef del restaurant y me asegurare de que te cocine algo delicioso- declaro recogiendo el equipo para esquiar que llevaban consigo y dándoselo a David y otro guardaespaldas.

Ariadna asintió, y después le dio la mano cuando Oliver se la ofreció para levantarse.

—Con cuidado- dijo el rubio atrayéndola hacia él y apretándola contra su torso —... no quiero que te pase nada, bonita.

—Contigo estaré bien, siempre me haces sentir segura...- respondió poniendo sus manos sobre el pecho de Oliver.

—No deberías confiar tanto en mi...- le aconsejo retirando su cabello del rostro y dándole un lento beso en la mejilla — si tengo oportunidad no dudare en comerte...

Ya no me duelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora