Capítulo 37. De vuelta a casa

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—Damas y caballeros, les habla su capitán— resonó una voz gruesa por todo el avión. —Estaremos aterrizando en el aeropuerto internacional de Tokio a las 17:30 horas, justo a tiempo—

Kim se removió ansiosa en su lugar, intentando ver su ansiada  ciudad desde la ventanilla. Pero se detuvo cuando escuchó una pequeña risita mal disimulada.

—enserio estás emocionada de regresar— comentó el chico sentado junto a ella y con quien había estado platicando gran parte del viaje.

—Es que la mayor parte de mi vida está aquí— contestó encogiéndose de hombros. —Yo le pertenezco a Japón—

—Te entiendo— admitió él sonriendo.  —Yo tampoco creo poder dejar Japón—

El acompañante de Kim tendría más o menos su edad. Un chico delgado de piel blanca con un rostro atractivo de rasgos marcados y ojos oscuros ligeramente rasgados, todo enmarcado por lacio cabello negro de largos disparejos que le cubría un poco la frente.

—¡Qué horrible que te hayan obligado a irte! — agregó exagerando su tono.

—la verdad no— susurró la morena peinando un mechón de su cabello con los dedos. —Conocí personas increíbles, grandes amigos y...— se quedó callada.

—un novio— le completó suspirando con resignación

—No—

—Perfecto— exclamó volviendo a sonreír. —Entonces podemos quedar para salir, me agradaste mucho— Se rascó la nuca nervioso y la miró directamente a los ojos, tal como hacía siempre Román.

—Tal vez otro día— contestó con un nudo en la garganta. —Ahorita tengo que instalarme e ir a hacer varios trámites a la universidad—

—Entiendo— estaba algo decepcionado, no estaba acostumbrado a un rechazo. —Te daré mi teléfono y cuando tengas un tiempo libre quedamos—

Las azafatas empezaron su recorrido por el avión despertando a los que permanecían dormidos y dándoles instrucciones a los pasajeros, al tiempo que el anuncio de ponerse cinturones de seguridad se encendió de un brillante rojo.

Kim ya no volvió a hablar con el chico ni cuando el avión comenzó a descender hasta tocar tierra y detenerse por completo en tierra japonesa.

La voz del piloto volvió a escucharse por los altavoces, les dio la bienvenida a Japón y les dio las gracias por haberlos escogido para viajar. Segundos después de que la voz se dejó de escuchar, todos se pararon con su equipaje de mano listo y comenzaron a encaminarse hacia la salida del avión.

Kim se esperó a que la mayor cantidad de personas salieran para seguirlos.

Se colgó su mochila al hombro y caminó emocionada, sintiendo como al fin había vuelto a su casa.

Debido a que fue de las ultimas en salir, Kim no tuvo problemas para encontrar su equipaje pues ya quedaban pocas maletas; fue cuando tuvo sus tres maletas llenas frente a ella que notó su problema, y se les quedó mirando para saber cómo iba a cargar ella sola las mismas maletas que tuvieron que llevar entre ella, su padre y su hermano.

—¡Espera!— le gritó una voz masculina y ella se giró buscando al dueño de la voz, quien llegó corriendo. —No puedes llamarme si no tienes mi número— Y le entregó un trozo de papel blanco perfectamente doblado.

—Gracias— contestó Kim guardándolo en su bolsillo sin mucho interés.

—Nos veremos— se despidió de la chica dándole un beso en la mejilla y siguió con su camino dejándola atrás.

Una vez sola, la morena continuó con sus propios problemas, cuando pensó en llevarse todas sus pertenencias de una vez parecía una buena idea pero cuando tomó sus maletas notó las fallas de su plan.

Arrastraba las maletas lentamente mientras maldecía a las personas que pasaban junto a ella sin detenerse a ayudarla y sobre todos al chico del avión que sólo tenía una maleta pequeña y bien pudo haberla ayudado; entonces notó que ni siquiera sabía su nombre pero no importaba porque ni lo llamaría.

Justo cuando estaba a punto de rendirse y dejarse caer sobre su equipaje, dos personas soltando gritos chillones se lanzaron sobre ella provocando que casi perdiera el equilibrio y las tres cayeran al suelo.

—¡Kim!— exclamaron al mismo tiempo, separándose de su amiga.

Ese par de melenas coloridas y sonrisas brillantes provocaron en Kim una emoción que logró que se olvidara de sus maletas  y sólo abrazó a las chicas amigas compensando todos los meses que no las había tenido cerca.

Pocos minutos después terminaron su efusivo saludo y se dividieron el equipaje de la morena entre las tres para llevarlo hacia la camioneta de Mayumi e irse del aeropuerto.

—Espera a que veas el departamento— dijo Taw poniéndose el cinturón de seguridad. —Te va a encantar—

—Además está cerca del centro por lo que ninguna tendrá problemas para llegar, aunque no tengan auto— agregó Mayumi viendo por el retrovisor a su amiga.

El viaje al departamento fue largo pero las chicas se la pasaron riéndose y recordando sus viejas aventuras, tenían mil historias que contar sobre el tiempo que había pasado juntas.

Cerca del centro, la camioneta se metió al estacionamiento subterráneo de un edificio blanco de varios ventanales. Taw seguía repitiendo que le encantaría el departamento mientras dirigía a la recién llegada a su nuevo hogar en el cuarto piso.

Cuando la puerta principal se abrió, la morena constató que su amiga de cabello rosado tenía razón, ese lugar era simplemente precioso: paredes blancas y muebles de color oscuro con varias decoraciones de colores.

—Está es la habitación de Taw y mía— señaló una puerta.  —Y esa es la tuya y de tu amiga— concluyó señalando la puerta del fondo.

Su habitación era blanca y tenía dos camas de una plaza separadas por un pequeño mueble. Un armario donde fácilmente cabría su ropa y la de Hope, y hasta le sobraría espacio y dos escritorios pequeños, uno a cada lado de la habitación.

—Es perfecta— les agradeció sonriendo emocionada.

Se quedó sola por un momento admirando su nueva habitación e imaginándosela como quedará cuando ella y Hope la ocupen y decoren.

Hasta que recordó algo muy importante que tenía que hacer y sacó su celular del bolsillo para avisarle a sus padres que ya estaba en casa con las chicas como tanto le habían dicho, pero cuando apretó sobre la palabra enviar un pequeño letrero blanco apareció para avisarle que la batería del celular se estaba agotando.

Abrió su mochila en busca del cargador cuando se encontró con un brillante moño morado, se había olvidado del regalo que le habían dado sus primos. Lo puso sobre su cama y continuó con su plan inicial: poner a cargar su celular.

Una vez que estuvo enchufado y listo, regresó su atención al paquete de color naranja que resaltaba más en el blanco colchón. Lo iba a abrir pero fue interrumpida por una chica con el cabello exactamente del mismo color que la envoltura del regalo.

—Oye Kim— se interrumpió viendo con curiosidad a su amiga. —¿qué es eso? — preguntó señalando el paquete.

—Me lo regalaron mis primos— contestó Kim sonriendo con ternura.

—Lo ves después— la interrumpió Mayumi quitándole el regalo y guardándolo en uno de los cajones del escritorio junto a la ventana. —Ahora vamos a comer y a pasear un ratito—

Kim se paró como resorte y se fue con sus amigas para pasar una tarde vagando por el centro de la ciudad, como lo hacían antes. Todos sus asuntos pendientes los resolvería después, ahora sólo quería divertirse con sus chicas de cabellos coloridos y piel morena.

¡¡BICHO RARO!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora