Capitulo 15

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-Acepto – dije en un susurro-

— ¿Qué fue lo que dijiste? – pregunto con una mezcla de sorpresa y diversión.

— Qué bueno, que acepto – repetí.

Se abrazó así mismo mientras soltaba una carcajada. Lo hubiera tirado al agua de la impotencia, pero en serio hacía frío.

—Princesa, ¡Estoy bromeando! – dijo entre risas y sentí como la sangre llegaba a mis mejillas.

Quería levantar la piedra más pesada del lugar, meterme debajo y pasar allí el resto de mis días. Darme la cabeza contra ella también podría ser. Me tomé unos segundos para mirar la cascada y considerar ahogarme una opción.

— ¿En serio me crees capaz de pedirte una cosa así?.

Y yo aceptando el trato, ¿del uno al millón que tan idiota podía ser? Idiota él, con sus bromas. Idiota yo.

— Aunque, ahora que me dices que así... vamos – comenzó a hablar aun con la respiración entre cortada. Nunca lo había visto reírse tanto de mí, genial — Voy a hacerte mía en cuanto lleguemos a la camioneta.

Se puso de pie y estiro su mano. ¿Cómo podía ser así? Ya ni distinguía si su tono era broma o no.

Tomé su mano aun con pavor, me sonrió cuando estábamos frente a frente. "A él todo le importa una mierda", repetí en mi cabeza.

— Dios, Princesa , estás helada – exclamó cuando tocó mis brazos.

Enseguida envolvió mi cuerpo con los suyos. Me pegó a su lado y caminamos unos metros así: él rodeándome con su brazo, mientras hacía caricias en el mío, y yo completamente idiotizada y muerta de vergüenza.

—¿Y ahora qué pasa? – pregunté, era cómo la tercera vez que se frenaba a descansar.

Hacía un frío increíble, y todo estaba completamente oscuro. La luna se escondía detrás de una nube y su brillo casi ni nos alumbraba. No me había dado cuenta de todo lo que habíamos caminado.

— Estoy cansado – se limitó a decir.

Llevó ambas manos a sus rodillas y respiró hondo.

— ¿Abandonaste el gimnasio? – dije burlona, sentándome en el césped.

— Cierra la boca – susurró molesto. Se irritaba fácilmente cuando alguien golpeaba su ego. Reí, mirándolo desde mi lugar. Él levanto su cabeza, pero no movió sus manos de sus articulaciones— ¿Qué es tan gracioso? – preguntó furioso.

— Me gusta molestarte – dije aun entre risas.

— Se me ocurren, al menos, tres cosas que puedes hacer con tu boca y, estoy seguro, son mejores que molestarme – se sentó en su lugar quedando de frente.

Imbécil ¿Por qué siempre lograba ponerme incómoda? ¿Nunca podía salir invicta una vez? Bufe frustrada.

Permanecimos unos minutos ahí. Sentados. Enfrentados. En silencio. Él cerro sus ojos y el viento golpeaba en su cara. Estaba cansado. Sonreí, aprovechando que no podía verme.

— ¿Qué miras tanto? ¿quieres una foto?.

Idiota. ¿Cómo lograba hacer eso?.

— Un autógrafo – agregué sarcástica— ¿Puedes dedicárselo a esta mano, que en cualquier momento voy a estamparla en tu cara? – le dije levantándola en el aire.

— También se me ocurren cosas mejores para hacer con esa mano.

Me puse de pie harta. Me había olvidado por un momento, como lograba sacarme de quicio.

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