Capitulo 25

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La media noche estaba llegando y mi cuerpo seguía tan relajado como horas atrás, cuando yacía dentro de la bañera.

Cata casi no había salido de su habitación, solo para preparar una sopa rápida en una taza y mirar algo de televisión. Estaba mirando hacia un punto fijo, con la sala totalmente a oscuras y en completo silencio, cuando la vibración de mi celular me distrajo. Miré la pantalla deseando que fuese Charly.

La histeria se me había ido un poco de las manos. Pero bueno, lo controlador a él también. Arqueé una ceja cuando vi el número larguísimo que claramente, no tenía agendado. Lleve el aparato hacia mi oreja algo dudosa. Una voz interrumpió toda mi paz interior.

— Yeimy – dijo y enseguida noté su español trabado.

— Soy Maria.

Trague con fuerza. El solo hecho de escuchar su voz me causaba náuseas, nervios e intriga.

— Estoy yendo a buscarte. Charly... ya sabes como es él de impulsivo. Organizó una fiesta en cuestión de segundos y la casa es un completo desastre. La prensa esta en la puerta. No le veo sentido a que organice una jodida fiesta y pase la noche rodeado de mujeres cuando su novia no está ahí. Abrí los ojos con fuerza, intentando procesar toda la información que había soltado.

— El niño no puede controlar sus impulsos, no sé qué haría si no me tuviera salvando su maldito culo a cada rato.

Alto ahí.

— Estaré en tu puerta en... unos quince minutos – dijo antes de cortar.

Me paralice. Había estado muy ocupado discutiendo por pavadas con Charly, pidiéndole que dejara de controlar mi vida, y había olvidado por completo que, en realidad, era otra gente la que nos controlaba. A mí. A él. A los dos.

— Catalina – grité desesperada mientras me ponía de pie. No iba a ir ningún lado sola.

¿Qué se suponía que debía hacer? Buscarlo por toda su casa mientras él anda por ahí con alguna otra, supongo. La noche iba a ser larga.

— Hey – hablaron a mis espaldas. Giré rápidamente para ver la puerta abierta de la camioneta en la que Maria nos había buscado. Estábamos estacionados a unos doscientos metros de la enorme mansión.

Y Juancho había venido por nosotras. Completamente borracho. Simulando estar sobrio. Según el genio maestro de la representación de celebridades con humos subidos y vidas llenas de excesos, María , no tenía sentido que yo, su novia, llegara a la mega fiesta en su camioneta, con mi amiga.

Por eso, no había tenido mejor idea que llamar a Juancho para que venga a buscarnos y partir los tres juntos a pie. Yo entre ellos. Que se asesinaban con miradas llenas de lujurias.

— ¿Puedes encargarte de esto? – le pregunto directamente a Juancho , cuando lo vio ayudándose a bajar de la camioneta. Este le dio una mirada no muy agradable.

— Púdrete.

Maria soltó una risa algo maléfica. Ella parecía salida de una película de narcotraficantes.

— Charly va a agradecerme por esto luego.

Se limito a comentar mientras buscaba el cinturón de seguridad. Me relaje al ver que su plan era irse. Solo le importaba que yo sea vista ingresando a la fiesta. Y es que algo de sentido tenía. Pero me alegraba saber que podía volver a mi casa en el momento en que se me diera la gana.

— Estoy seguro de que Charly también quiere que te pudras – dijo antes de dar un portazo y comenzar a caminar, casi arrastrándonos a la dos con su agarre en la cintura. En cuestión de segundos divise la gran casa a lo lejos, con los fotógrafos haciendo guardia en la puerta. La música ya comenzaba a retumbar en mis oídos y no estaba nada contentan por ello, teniendo en cuenta que veinte minutos atrás estaba completamente relajada en mi sillón.

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