Capitulo 8

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Me duche increíblemente bien. La casa parecía un hotel. Estaba todo tan limpio que tenía miedo de ensuciar algo. Estaba terminando de peinarme frente al espejo, cuando el ruido de la vibración de mi celular intervino.

Apenas acepté la llamada, escuché su voz.

— Perdón – dijo y sonreí.

— Hey, no pasa nada.

— Estoy harto de que me tenga a las corridas para todos lados. — dijo en un tono no muy agradable.

— El precio de la fama – comenté divertida intentando tranquilizarlo.

— Supongo, ¿Tú estás bien? ¿no te hicieron nada?

Reí ante su pregunta.

— Estoy bien, acabo de salir de la ducha.

— Suertuda ducha. Dile a alguno de los chicos que te lleve a mi habitación en un rato estoy ahí, supongo.

— Está bien, puedo esperar.

Qué sería más incómodo que bajar por las escaleras y gritar: "Hey, ¿alguien puede decirme cuál es la habitación de Charly? Quiero dejar mis cosas en ella".

— ¿Qué te hicieron? – preguntó enseguida-

— Nada – aclaré rápidamente entre risas.— No pasó nada con los chicos. Puedo esperar a que vuelvas.

— Hoy es mi día de suerte, por lo visto.

Reímos juntos.

— Te veo luego.

Asentí como si pudiera verme y corté. Charly estaba con más confianza. Era bueno sentirlo.

Salí del baño con mi gran bolso y me encontré con Juancho. Al parecer, estaba esperando a que saliera de ahí.

— Creí que habías muerto – dijo divertido -. Drama preparó la comida, supongo que estas hambrienta.

— Supones bien. — Asentí —

— Deja que te ayude con esto – exclamó sacándome el bolso de las manos.— Mierda, ¿llevas piedras en el? – preguntó exagerado.

Revoleé los ojos y él abrió la boca con un gesto irónico. Atravesó el pasillo para llegar a la última puerta. La abrió y lo seguí.

— Supongo que dormirás en el cuarto de Charly. No creo que él te deje dormir en el cuarto de huéspedes. Hace un frío de mierda ahí.

Mi vientre hizo un ruido extraño y quise morirme de vergüenza en ese instante.

— Vamos a comer algo – dijo divertido saliendo de ahí.

Apenas bajamos las escaleras, el olor a comida entró por mis fosas para saciar un poco el hambre.

Habían cocinado pollo y estaba exquisito. Cené con ellos, hablando como si los conociera de toda la vida. Juancho decía más pavadas que Drama. Era más gracioso, y más chico, o eso creía. Drama parecía querer mantenerse al margen. No había entendido muy bien que había pasado hoy.

Terminamos de poner los platos en el lavavajilla y caminamos juntos hasta el comedor.

— Enciende esa belleza – propuso Juancho señalando la PlayStation.

Quería irme a dormir, pero no pretendía quedar como una desubicada que se apropia de la casa. Por suerte, Drama me leyó los pensamientos.

— No tengas vergüenza en ir a acostarte – me dijo y, por primera vez desde la escena de la ducha, clavó sus ojos en mí. Lo miré por unos segundos. Asentí. — Que descanses – gritó cuando ya estaba con un pie en las escaleras.

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